
Gonzalo Bernardos (Publicado en Economiadigital.es, aquí)
Una de las tradiciones más populares de nuestro país es la de Nochevieja. En ella, una vez las campanadas han dejado de sonar, brindamos y nos deseamos un feliz año nuevo. En esta ocasión, numerosas familias están convencidas de que sus deseos no se cumplirán, siendo el grado de incumplimiento notablemente superior al de cualquier período del reciente pasado.
Desde una perspectiva económica, 2013 no será un año dichoso, sino horroroso. El nivel de vida de la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles disminuirá, ya sea porque lo haga su salario, las prestaciones sociales recibidas (en materia sanitaria, educativa, etc.), incremente el dinero destinado al pago de impuestos o por la pérdida del empleo. Debido a todo ello, la pobreza aumentará notablemente y más personas que en ninguno de los años anteriores dejarán de pertenecer a la denominada clase media. Un grupo que, en los últimos seis años, habrá perdido una parte sustancial de los miembros que ganó durante los treinta anteriores.
Incluso padecerán aquellas familias que disponen de un significativo nivel de riqueza. No lo harán por si tienen suficiente dinero o no para llegar dignamente a final de mes, sino por el mantenimiento de su pequeña o gran fortuna. Desde la llegada de la democracia, los que tienen dinero nunca habían padecido un nivel de incertidumbre similar al que sufrirán en 2013. La desaparición del euro o el abandono de la moneda única por parte de España les inquieta notablemente. En la actualidad, ambos aspectos son posibles, pero no probables. No obstante, ya no son una quimera, como casi cualquiera economista los consideraba tres años atrás. Además, las posibilidades de las anteriores opciones pueden aumentar de forma notoria si la intensificación de la crisis económica provoca un estallido social en nuestro país o en algún otro de los que forman parte de la Unión Monetaria Europea. Ni mucho menos hay que descartar un efecto contagio.
La inquietud de los ricos tiene esencial relación con la posible vuelta a la peseta, dado que su regreso comportaría una elevada reducción del poder adquisitivo de sus ahorros. Debido a ello, en los primeros días del próximo año un gran número de ellos se preguntará: ¿qué hago con el dinero? Plantearan esta cuestión más de lo que han hecho con anterioridad. Es probable que algunos decidan continuar teniendo su dinero en euros pero fuera del país y que otros decidan convertir una sustancial parte de su capital en dólares o francos suizos. Aunque también habrá quién opte por adquirir viviendas, siempre que estén bien ubicadas y su precio suponga que a medio plazo puedan ser consideradas una oportunidad.
En términos genéricos, el principal motivo de un horroroso 2013 es la tozudez de Alemania en intentar solucionar una crisis generada por la falta de demanda a través de políticas económicas que contraen el gasto. Es increíble que, en la coyuntura actual, la mayoría de los líderes europeos otorgue una importancia muy superior a variables tales como el déficit público y la tasa de inflación que al nivel de empleo o al crecimiento económico.
El supuesto miedo a un aumento de la inflación impide que el BCE compre la deuda pública de los países que pagan tipos de interés elevados, actúe decididamente en el mercado de divisas para conseguir la depreciación del euro o ponga en marcha una política monetaria que permita a las familias y empresas un mayor acceso al crédito en distintas naciones. La consideración de cualquier déficit público como un perjuicio económico (así indicado implícitamente en la Constitución alemana y española) hace que el principal objetivo de las naciones europeas con menor crecimiento económico sea reducir aquel al 3% del PIB en los próximos años. Indiscutiblemente, una auténtica barbaridad.
La combinación de recortes en el gasto público, subidas de impuestos y escasez de crédito hace imposible una recuperación de la economía basada en la demanda interna. El proceso de reducción de salarios, márgenes de beneficios y precios, aunque aumenta la competitividad de algunos países con problemas como España, no permite hacer de las exportaciones un potente motor económico. No se incrementa de forma considerable la demanda del conjunto de la zona euro y no se deprecia en una medida elevada la moneda única.
En definitiva, la equivocación en las medidas a adoptar para salir de la crisis hará que 2013 sea para nuestro país un año incluso peor que cualquiera de los previos. A pesar de que Alemania puede sufrir en 2013 una intensa desaceleración económica, no creo que cambie nada sustancial si Merkel continua disponiendo de una amplia ventaja en las encuestas electorales (dispone de un amplio margen sobre Steinbürk, el candidato del SPD). La mayoría de los políticos, sean del país y partido que sean, son conservadores cuando llegan las elecciones (las alemanas se celebran el próximo otoño) y las encuestas le son favorables. Así, piensan que lo mejor es no hacer nada a corto plazo y postergan cualquier importante cambio al inicio de la nueva legislatura.
Por tanto, únicamente los que poseen un gen adicional (el del optimismo) creen que en el próximo ejercicio tendrá lugar un profundo cambio de la política económica europea que hará que España vuelva a crear empleo neto en 2014. Debido a ello, como quiero que mis deseos se hagan realidad, espero que en 2013 dispongan de una magnífica salud.
Desde una perspectiva económica, 2013 no será un año dichoso, sino horroroso. El nivel de vida de la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles disminuirá, ya sea porque lo haga su salario, las prestaciones sociales recibidas (en materia sanitaria, educativa, etc.), incremente el dinero destinado al pago de impuestos o por la pérdida del empleo. Debido a todo ello, la pobreza aumentará notablemente y más personas que en ninguno de los años anteriores dejarán de pertenecer a la denominada clase media. Un grupo que, en los últimos seis años, habrá perdido una parte sustancial de los miembros que ganó durante los treinta anteriores.
Incluso padecerán aquellas familias que disponen de un significativo nivel de riqueza. No lo harán por si tienen suficiente dinero o no para llegar dignamente a final de mes, sino por el mantenimiento de su pequeña o gran fortuna. Desde la llegada de la democracia, los que tienen dinero nunca habían padecido un nivel de incertidumbre similar al que sufrirán en 2013. La desaparición del euro o el abandono de la moneda única por parte de España les inquieta notablemente. En la actualidad, ambos aspectos son posibles, pero no probables. No obstante, ya no son una quimera, como casi cualquiera economista los consideraba tres años atrás. Además, las posibilidades de las anteriores opciones pueden aumentar de forma notoria si la intensificación de la crisis económica provoca un estallido social en nuestro país o en algún otro de los que forman parte de la Unión Monetaria Europea. Ni mucho menos hay que descartar un efecto contagio.
La inquietud de los ricos tiene esencial relación con la posible vuelta a la peseta, dado que su regreso comportaría una elevada reducción del poder adquisitivo de sus ahorros. Debido a ello, en los primeros días del próximo año un gran número de ellos se preguntará: ¿qué hago con el dinero? Plantearan esta cuestión más de lo que han hecho con anterioridad. Es probable que algunos decidan continuar teniendo su dinero en euros pero fuera del país y que otros decidan convertir una sustancial parte de su capital en dólares o francos suizos. Aunque también habrá quién opte por adquirir viviendas, siempre que estén bien ubicadas y su precio suponga que a medio plazo puedan ser consideradas una oportunidad.
En términos genéricos, el principal motivo de un horroroso 2013 es la tozudez de Alemania en intentar solucionar una crisis generada por la falta de demanda a través de políticas económicas que contraen el gasto. Es increíble que, en la coyuntura actual, la mayoría de los líderes europeos otorgue una importancia muy superior a variables tales como el déficit público y la tasa de inflación que al nivel de empleo o al crecimiento económico.
El supuesto miedo a un aumento de la inflación impide que el BCE compre la deuda pública de los países que pagan tipos de interés elevados, actúe decididamente en el mercado de divisas para conseguir la depreciación del euro o ponga en marcha una política monetaria que permita a las familias y empresas un mayor acceso al crédito en distintas naciones. La consideración de cualquier déficit público como un perjuicio económico (así indicado implícitamente en la Constitución alemana y española) hace que el principal objetivo de las naciones europeas con menor crecimiento económico sea reducir aquel al 3% del PIB en los próximos años. Indiscutiblemente, una auténtica barbaridad.
La combinación de recortes en el gasto público, subidas de impuestos y escasez de crédito hace imposible una recuperación de la economía basada en la demanda interna. El proceso de reducción de salarios, márgenes de beneficios y precios, aunque aumenta la competitividad de algunos países con problemas como España, no permite hacer de las exportaciones un potente motor económico. No se incrementa de forma considerable la demanda del conjunto de la zona euro y no se deprecia en una medida elevada la moneda única.
En definitiva, la equivocación en las medidas a adoptar para salir de la crisis hará que 2013 sea para nuestro país un año incluso peor que cualquiera de los previos. A pesar de que Alemania puede sufrir en 2013 una intensa desaceleración económica, no creo que cambie nada sustancial si Merkel continua disponiendo de una amplia ventaja en las encuestas electorales (dispone de un amplio margen sobre Steinbürk, el candidato del SPD). La mayoría de los políticos, sean del país y partido que sean, son conservadores cuando llegan las elecciones (las alemanas se celebran el próximo otoño) y las encuestas le son favorables. Así, piensan que lo mejor es no hacer nada a corto plazo y postergan cualquier importante cambio al inicio de la nueva legislatura.
Por tanto, únicamente los que poseen un gen adicional (el del optimismo) creen que en el próximo ejercicio tendrá lugar un profundo cambio de la política económica europea que hará que España vuelva a crear empleo neto en 2014. Debido a ello, como quiero que mis deseos se hagan realidad, espero que en 2013 dispongan de una magnífica salud.
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