(Publicado en El Mundo-Reggio´s, aquí)
ESPAÑA: PREGUERÍAS
Hay verdades que suenan distinto en según qué bocas y que tienen distinto eco según el momento en que se digan. Las verdades que hoy dice aquí Carme Chacón no suenan como insultos, amenazas o agresiones porque no las ha formulado un miembro del Gobierno ni un dirigente del PP. Ni siquiera las ha dicho nadie de Madrid, centro geográfico de España, sede del poder en la política nacional y, por eso, la referencia más detestada por los neoindependentistas.
Las verdades de Chacón suenan como trallazos porque las dice una socialista catalana que sabe muy bien de lo que está hablando y cuyos intereses políticos y territoriales son los mismos que los de millones de catalanes estupefactos que, como ella, están comprobando todos los días cómo Artur Mas y los suyos les están tomando el pelo.
Por muy evidente que sea para cualquier observador que el equipo de Mas está demostrando una cortísima talla política y una extraordinaria falta de seriedad en la exposición de su fantasía independentista, hay cosas que los no catalanes no suelen atreverse a decir con la crudeza con que las acaba de decir Chacón. Y, si lo hacen, ya pueden darse por bautizados como ultraderechistas, anticatalanes, fascistas y toda esa retahíla con la que se busca infamar al autor para no tener que enfrentarse a sus argumentos.
No puede ser el caso de esta señora que, con un puñado de frases, desmonta hoy desde dentro de la vida política el tinglado levantado por la Generalitat con el propósito de conseguir una amplia mayoría en las elecciones.
Aquí Chacón habla de la Cataluña de verdad y de la Cataluña de mentira, que es la que Artur Mas dibuja para el futuro.
Y enciende, además, un potente foco sobre la ridícula y escandalosa inconsistencia de un proceso -o como se pueda llamar a esto que está ocurriendo- que pretende acabar con cientos de años de vida en común porque, tras unas horas de conversación, dos dirigentes políticos estuvieron en rotundo desacuerdo sobre las exigencias fiscales planteadas por uno de ellos. Contrapone así la gigantesca dimensión de las consecuencias a la inaudita inanidad de la causa.
Hacía falta que desde el Partido Socialista alguien levantara la voz con claridad y contundencia y se enfrentara sin ambigüedades a las pretensiones de los nacionalistas. Si cosas como ésta se hubieran dicho mucho antes y con la misma firmeza, probablemente las perspectivas electorales del PSC no habrían sido tan lamentables como lo son hoy.
Y, probablemente también, su partido no habría cometido la torpeza de enredarse con ese «derecho a decidir» que, en el PSC, pasa a ser un concepto político indeterminado. Chacón es aquí mucho más rotunda que Rubalcaba, quien se ha limitado a decir que «no está de acuerdo» con un planteamiento que, por sí, tiene una carga política potencialmente explosiva.
Queda pendiente de respuesta la pregunta de a dónde se dirige la socialista y qué plazos se pone para llegar a su meta. Pero eso lo iremos viendo enseguida.
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