BLOG | El cuadrilátero

Mariano Rajoy fumando un puro en la Sexta Avenida. | Foto: Jonan Basterra
- Entre el humo del puro de Rajoy, las tortas en los aledaños del Congreso y la amenaza secesionista, España ya asusta
Ángel F. Fermoselle | (Publicado en El Mundo, aquí)
Cual Sara Montiel con barba, cual Martínez Soria sin boina, se ha visto estos días a Mariano Rajoy paseando su mal inglés por las avenidas de Nueva York, mientras en Madrid algunos miles rodeaban el Congreso –que no la democracia- y otros cientos les azuzaban con porras. Por suerte, éstos no siempre las utilizaron. Por suerte, también, las protestas contundentes pero pacíficas han constituido la norma. A la vez, en Barcelona, Mas (que, efectivamente, quería más), hacía oficial su jaque -casi mate- al Gobierno.
Mientras Rajoy fumaba un puro en el único lugar donde podía hacerlo, en las apasionantes calles neoyorquinas, el político catalán, y catalanista, movía quién sabe si hábil o imprudentemente sus alfiles y sus torres y, amparándose en lo que en la Diada cantaron sus peones, enrocó al Parlamento de su pueblo, país, Estado o lo que sea. Reina, aún no se le conoce.
En la capital de lo que todavía es España, algunos periodistas recibían alguna hostia de más –por listo, le dijeron a Quico Alsedo-, Neptuno se convertía en un dios con vistas privilegiadas a las recurrentes quejas ciudadanas -¿se convertirá en permanente el "mañana volvemos"?- y un grupo de militares ofendía a los ciudadanos más sensibles y experimentados refiriéndose a la estrategia de Mas como nada menos que Alta Traición. Vaya. ¿Seguro que era Alta?
La jerga militar, al revés que el derroche democrático del ejercicio de la protesta, siempre me ha inquietado. Alta Traición son, desde luego -dos- Palabras Mayores. Mientras Rajoy disfrutaba de su puro rodeado de colaboradores y guardaespaldas en NYC parecía, por un momento no tan fugaz, que nuestro país retrocedía súbitamente al 81, a aquel esperpéntico mes de febrero, el mes del tricornio, el bigote y la pistola en alto. Menos mal que solo fue un amago dialéctico de los tipos entrenados para empuñar las armas. En concreto, de los retirados de la Asociación de Militares Españoles (AME).
Entre el humo del puro de Rajoy –¿se puede ofrecer una imagen menos elegante y moderna del país, encima con éste ardiendo?-, las tortas en los aledaños del Congreso y la amenaza secesionista, España ya asusta. Pero si nos gobierna un presidente que fuma puros, y no uno que se ocupa del medio ambiente, quizá el miedo que provocamos resulte del todo fundado.
Carrillo, que a estas horas debe de estar ya en el infierno, también fumaba, pero sus Ducados no tenían el aroma de ocio, de despreocupación, de cierto nihilismo incluso, que se desprende de la actitud del presidente. Si quieren saber dónde está el infierno, por cierto, lean '¿Dónde está Dios, papá?', de Clemente García Novella (Indicios). No está muy lejos del cielo, ni tampoco de Cataluña.
Zapatero no es catalán, sino leonés, pero tiene tanta culpa de que nos encontremos en el agujero en el que estamos como el que más, como Mas. También acudió el ex presidente a la llamada de Obama, aunque sin puros, pero se llevó a sus hijas de negro. Rajoy prefirió hacerse la foto en soledad, tal vez para expresar lo vacío que se encuentra, azuzado por unos socios alemanes que no paran de exigir cosas y de aplaudir después, cuando las ven cumplidas, con el cinturón apretando un poco más la tripa y la calle a punto de estallar.
El rey también fue a Nueva York, y eso que por allí los únicos elefantes que hay están en el zoo, y le recibió una portada de 'The New York Times' que reflejaba una situación –fundamentada en la austeridad y el hambre- a la que, afortunadamente, aún no hemos llegado. Hay que agilizar esa capacidad diplomática, majestad, que ese diario lo consumen todos nuestros inversores potenciales, así como todos aquellos que, siguiendo el criterio de Adelson, priorizan el empuje asiático a la exasperante debacle de la economía del sur de la Vieja Europa.
Don Juan Carlos afirmó al diario neoyorquino que en España habría monarquía mientras la quieran los ciudadanos. Me pregunto cómo sabe don Juan Carlos que somos monárquicos y que queremos su institución. En todo caso, en este momento de tantas preguntas a los ciudadanos, con las elecciones vascas, el plebiscito catalán y demás, yo dejaría, si me permite, lo de la monarquía para el año que viene. De hecho, majestad, lo mejor sería renunciar a hacer más preguntas. Mire que, si lo hace, aunque fuera verdad que sea un "tesoro nacional", como le defiende Corinna en el Times-, igual le envían al paro. Y la depresión económica es tan extraordinaria que lo último que necesitamos es más gente en una cola que es ya dolorosamente larga, como recoge ese periódico.
El NYT, el mejor diario del mundo, no se confunde nunca, o casi nunca; seguramente no estamos tan lejos de la imagen que proyecta de nuestro país: no hay trabajo, y los que lo tienen porque las urnas se lo dieron no lo hacen. Sobran políticos y faltan ideas. Eso me dijo, acertadamente, un amigo, pequeño empresario, que vota PP desde que lo conozco –y hay que contar décadas- y que, después de ver a Rajoy fumando en la Gran Manzana, ha jurado que no volverá a hacerlo. Y no es por el puro, claro. "Me ha engañado", se queja: "Si en España no había lo que él esperaba encontrar cuando ganó las elecciones, ¿por qué no dimitió en vez de hacer lo contrario de lo que propone su programa?" Qué lógica tan aplastante gastan algunos andaluces cuando están trabajando.
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