Antonio Papell | (Publicado en EcoDiario.es, aquí)

PP y PSOE pasan de una intención de voto del 83% en 2008 al 66,5%
actualImagen: EFE
El retroceso
de PP y PSOE es objetivo, y aparece tanto en la secuencia electoral como en
los sondeos políticos de intención de voto. En efecto, en las elecciones
generales de 2008, el PP y el PSOE consiguieron conjuntamente llevar a la máxima
expresión el bipartidismo imperfecto de nuestro modelo representativo: entre
las dos formaciones abarcaron el 83,81% de los votos, equivalentes al 92,29% de
los escaños. 323 de los 350 diputados del Congreso fueron del PP o del PSOE,
de forma que las minorías tan sólo alcanzaron 27. En aquel momento electoral, el
país estaba al borde del precipicio pero todavía tal cosa no era evidente y a la
mayoría social le parecía que vivíamos en un presente prometedor y magnífico,
por lo que había que continuar de aquel modo.
En 2011, el declive de las dos grandes fuerzas ya se hizo evidente. PP y
PSOE sólo alcanzaron el 73,49% de los votos -diez puntos- y 296 escaños, con lo
que las minorías obtuvieron 54 diputados, exactamente el doble que en las
elecciones anteriores. Y este descenso está yendo a más si hay fiarse
de las encuestas posteriores. En efecto, la última encuesta del CIS -el
barómetro de julio, cuyo trabajo de campo se hizo en la primera quincena de ese
mes- otorgaba a PP y PSOE una intención de voto total del 66,5%. En tanto la
encuesta de Metroscopia para El País, cuyo trabajo de campo se realizó a
finales de julio, daba un voto conjunto a PP y PSOE del 54,7%.
No es difícil de ver que los dos grandes partidos se desmoronan a medida que
transcurre la crisis, con su secuela interminable y poco comprensible de
ajustes, recortes, sacrificios, muestras de incapacidad política y marrullerías
de toda índole en el espacio público. También la clase política ha descendido a
niveles de popularidad preocupante? Y es claro que esta situación inestable es
caldo de cultivo de toda clase de experimentos ideológicos y políticos, aunque
de momento todo indica que la mayoría de los desencantados, que son legión y
están en ascenso, iría hacia la abstención. Lo cual, en democracia, generaría
una situación explosiva.
¿Y qué podría ocurrir entonces? El declive de los dos grandes partidos, que
por ahora no cesa ni da paso a síntoma alguno de recuperación de la iniciativa,
podría dar paso, en primer lugar, a un acenso de las minorías ya existentes
en las Cortes españolas. Pero no es fácil que eso suceda: en primer lugar,
las minorías nacionalistas tienen su propio techo regional, que es cambiante con
la coyuntura de su respectiva nacionalidad de origen; en segundo lugar, IU,
actualmente controlada por el ala izquierda de la coalición y en manos de
políticos de capacidad limitada, no parece dar más de sí ni poseer una gran
capacidad de seducción ni por tanto de crecimiento; por último, la UPyD de
Rosa Díez continuará probablemente su lento ascenso, pero tampoco parece
probable que un partido-bisagra, condenado por su posición a la ambigüedad
ideológica y al oportunismo, llegue mucho más lejos que lo que consiguió Adolfo
Suárez con su CDS, que nunca fue mucho.
El riesgo de la desafección hacia los grandes partidos proviene más bien del
exterior del actual espectro institucional, de que cuaje por la derecha alguna
opción desvinculada del PP -la de Mario Conde es improbable
a primera vista, por los aspectos negativos de su propia imagen- o de que
decante por la izquierda algún grupo radical -en el sentido de Alain-
proveniente del descontento social que en su momento capitalizó
el 15M y que en el futuro próximo podría cristalizar de nuevo si en
este otoño se acaban imponiendo más sacrificios, al hilo del segundo rescate y
de la exigencia europea de convergencia en plena recesión.
Es evidente que las dos principales formaciones no se han percatado de lo
que sucede, o de que no saben cómo hacerle frente, o de que no creen que, a la
hora de verdad, estas tendencias se consoliden. Y sin embargo, el riesgo
objetivo de una gran deserción de las clientelas de PP y PSOE está ahí, a la
vista de todos.
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