Lo que ocurre demasiado a menudo en nuestro país es que, la Justicia se aplica, en ocasiones, de una forma que no es entendible para la ciudadanía
El bueno de Aristóteles, siglo IV a.C., ya decía aquello de “El árbitro considera la equidad, el juez la ley”. Aristóteles fue un peso pesado del conocimiento y del pensamiento, ya que trató con especial éxito de una multitud de temas como: lógica, metafísica, filosofía de la ciencia, ética, filosofía política, estética, retórica, física, astronomía y biología. De él podríamos decir que fue “el inventor” de esto que resulta tan poco común en nuestros días: el sentido común. Quizá por ello quiso establecer una diferenciación entre la función que entonces se le atribuía a un árbitro, alguien al que se acudía para solucionar disputas sin necesidad de acudir a los tribunales, de lo que debía ser el juez, un magistrado que debía limitarse a hacer cumplir la ley tal y como estaba escrita. En realidad, lo que ocurre demasiado a menudo en nuestro país es que, la Justicia, se aplica, en ocasiones, de una forma que no es entendible para la ciudadanía llana, los ciudadanos de a pie, que no entienden de los intríngulis de los tribunales pero que suelen tener claro lo que es bueno o malo, justo o injusto, manipulado o veraz; quizá más que estos empingorotados señores encargados de impartir la justicia.
Y lo digo con todo el respeto para los miembros de la Sala 2ª del Tribunal Supremo, a los que les ha tocado bregar con un morlaco enrabietado y astifino, conocedor del oficio y, por añadidura, de izquierdas lo que significa que tiene o ha tenido el apoyo incondicional de toda esta progresía, gritona, pancartera y mal educada, a la que no le importa hacer el ridículo en las calles con tal de crear mal estar, hacer presión, impedir el recto funcionamiento de la Justicia y jalear a cualquiera que tenga el carné que lo acredite como uno más de ellos. El ex juez Garzón ha pasado por todos los estadios por los que puede transcurrir la vida de una persona ambiciosa, sectaria, obcecada por unas determinadas ideas; que lo han llevado a considerarse a él mismo como una especie de El Madí, un visionario que se cree que se la ha asignado la misión de salvar a la humanidad de si misma y que ello lo ha de lograr, aunque para conseguirlo deba de saltarse los formalismos legales, crear sus propias leyes y convencer al resto de los mortales que: fuera de él, de sus pensamientos atrabiliarios, de sus decisiones autoritarias y de sus propósitos redentoristas no hay más que la nada y el vacío.
En un momento de su trayectoria profesional se ha encontrado atrapado por su propio endiosamiento, que no le ha permitido considerar con sensatez a dónde le iban a llevar sus sueños de gloria. La Justicia, por medio del sindicato Manos Limpias, ha debido de ponerse la venda para darse cuenta de la clase de sujeto que estaba manipulándola y ha recobrado la función que le compete. Ahora, el señor Garzón a secas, se encuentra condenado a 11 años de inhabilitación y ha perdido su condición de juez. ¿Por qué? Pues, simplemente, por haber prevaricado cuando ordenó, contra todo lo legislado, hacer unas escuchas a unos abogados cuando estaban hablando con sus clientes. De nada le valieron intentos de enredar el caso haciendo aparecer, en una serie de vergonzosas intervenciones, a presuntos perjudicados en la era del franquismo que, como no podía ser de otra manera, nada tenían que ver con las escuchas ilegales y nada pudieron influir en la decisión unánime de los jueces. Pero le quedaban otros dos juicios: uno por supuesto cohecho por cobros ilegales de dinero y otro por prevaricación al atribuirse la competencia del caso de los llamados “crímenes del franquismo”.
Por lo visto el TS no ha querido hurgar en la herida levantada en la izquierda por la primera sentencia, por la que se inhabilitaba a Garzón por 11 años y ha querido jugar a Salomón (les recuerdo lo del árbitro del pensamiento de Aristóteles) pensando quizá, que actuando con “habilidad” se podría congraciar con aquellos que, con tanta fuerza insultaron a sus magistrados desde las afueras del tribunal. En lo que respeta a los dineros percibidos de algún banco para sus escapadas a Nueva York, la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo no investigará al presidente del Banco Santander, Emilio Botín, por sus pagos al juez Baltasar Garzón para participar en dos cursos en la Universidad de Nueva York en 2005 y 2006, al considerar que el presunto delito de cohecho está prescrito al haber transcurrido más de tres años por lo que acuerda el archivo de la querella presentada por el abogado Javier Sotos contra el presidente de la entidad cántabra .Si los pagos están prescritos, a pesar de la reprimenda del tribunal al señor Garzón, no hay causa y queda exonerado de estos cargos.
Pero donde la política parece que ha entrado en la Sala de Supremo, que ha juzgado, en esta ocasión, el señor Garzón por otro delito de prevaricación; para darles un toquecito a los señores magistrados para que no cargaran las tintas sobre el acusado; debido a que el caso comportaba tocar el tema delicado de los presuntos delitos atribuidos a las represiones que tuvieron lugar después de terminada la guerra, algo que, sin duda, fue lo que impulsó esta acadabrante ley de La Memoria Histórica, una norma creada a la fuerza para ayudar a los rencorosos perdedores de la Guerra Civil, para intentar reconstruir la verdadera historia de aquella guerra fraticida, según el modelo que más favorezca a los intereses espurios de una izquierda que no se resigna a que España no cayera en manos de la famosa Unión Soviética.
Hoy nos hemos enterado de que, en este caso, a pesar de que Garzón asumió unas competencias que no tenía sobre una caso que no le pertenecía, se olvidó de que existía una Ley de Amnistía (46/1.977) que impedía remover aquel pasado y con la particularidad de que, cuando se presentó, en su día, una denuncia contra el señor Carrillo, por su participación en aquella deleznable matanza de Paracuellos de Jarama, el mismo Garzón excusó juzgarle alegando, precisamente, la vigencia de la mencionada Ley de Amnistía; la Sala 2ª de lo Penal, la misma que consideró que el juez estrella había prevaricado, en esta ocasión ha trenzado un alambicado razonamiento para no condenarle, diciendo que en Garzón no había prevaricado, por no sé que argumentos relacionados precisamente con la Memoria Histórica. Puede que la sentencia, por los vericuetos de la legalidad, sea conforme a derecho y no tenemos porque dudarlo pero, ¿qué quieren que les diga?, si un señor prevarica ordenando unas escuchas ilegales y comete un delito de cohecho que no es sancionado, no porque no lo haya cometido, sino por haber prescrito, ¿no les parece un poco raro que por asumir una competencia que no le correspondía, sea exculpado de esta nueva prevaricación?
Existe otro argumento y es que, el señor Garzón, además de asumir un caso para el que no estaba habilitado, ordenó, con dinero público, que se abrieran no menos de 80 supuestas fosas en las que se suponía que estaban enterrados los restos de los, supuestamente, masacrados por el franquismo, En general las pesquisas han acabados en fracasos e, incluso, parece que encontraron alguna en la que los asesinados eran del otro bando. En todo caso, esto ha supuesto un gasto para las arcas públicas del que debería ser responsable el mismo juez que las ordenó. Ha habido demasiados despilfarros durante estos años de dominio socialista, que parece que se quieren dejar en barbecho como si no hubiera ocurrido nada, sin tener en cuenta que se trata de dinero pagado por los contribuyentes del que el mismo Estado es responsable de cómo se va gastando. En fin, señores, esta es mi forma de ver esta curiosa sentencia del TS, una especie de quiniela 1–X–2, ganador, empate y perdedor. Tutti contenti.
Miguel Massanet Bosch
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