Marcus Annaeus Lucanos, poeta romano del siglo I a.C., en su obra Farsalia hacia referencia a la violencia con las siguientes palabras: “No le agrada entrar por las fuerzas abiertas tanto como el forzarlas”. Si hay algo que nos pueda preocupar más que nuestra situación de precariedad en las áreas económicas o financieras e, incluso, en las laborales, seguramente sería el que, la insensatez de algunos, la temeridad de otros o el afán de protagonismo de cualquier chisgarabís, pudiera prender, en parte de la ciudadanía española, un peligroso deseo de solucionar los problemas que afectan a nuestra nación por los medios expeditivos de la fuerza, el terror o la violencia en las personas o las cosas, en lugar de intentarlo por la sensatez, el esfuerzo y el sacrificio, caminos que, sin duda, resultan menos traumáticos, más efectivos y, obviamente, más racionales. Comentábamos en otro artículo el error que, a mi criterio, cometió la Delegada del Gobierno en Valencia cuando cedió a recibir a este jovenzuelo, evidentemente con ansias de emular al famoso Cojo Manteca, ya que no la tiene categoría de Dany el Rojo (Daniel Cohn Bendit) de los famosos sucesos de mayo de 1.968 en Francia. No hay mayor error que aceptar dialogar con un sujeto sin más alforjas que una elevada carga de egolatría, incapaz de razonar con serenidad, seguramente entrenado para delinquir, que lo que ha hecho es saltarse la ley, incitar a los demás a cometer actos revolucionarios y a enfrentarse con violencia a las fuerzas del orden. No, señora mía, usted debería haberlo echado a patadas de su despacho.
Ya sabemos aquello de no “crear mártires”. Es uno de los lemas más socorridos para los gobiernos pusilánimes y poco confiados en sus fuerzas. Hoy en día, a pocos meses de las pasadas elecciones, quien pretenda decir que el PP, con su mayoría absoluta, no está legitimado para emprender una política de austeridad, para tomar todas las medidas precisas para congraciarnos con Europa e intentar aproximarnos lo más cerca posible a los objetivos que nos hemos marcado y que coinciden con lo que se nos ha pedido que hagamos desde Bruselas, el ECOFIN y países tan importantes como Alemania, Francia y EE.UU.; o es que no tiene ni idea de las necesidades actuales del país, del gran peligro de tener a más de 1’5 millones de parados y de la continua sangría que suponen el que, cada día, vayan cerrando más empresas o, (y aquí entran todos aquellos que lo que pretenden es desestabilizar España para conseguir, mediante el caos político, la ocupación de las calles y la fuerza contra las personas, pescar en aguas revueltas), en un empeño ( como ocurrió en octubre de 1.934 en la Revolución de Asturias) de puentear la autoridad del legítimo gobierno democrático del señor Rajoy, para instaurar lo que sería algo parecido a un gobierno de “las masas por las masas”. Algo similar a la llamada Primavera Árabe, donde a los dictadores derrocados les sustituyen otros, en este caso los islamistas Hermanos Musulmanes, que pasan de una dictadura laica a otra religiosa, que mantiene la misma pobreza en sus respectivas naciones y que ha causado millares de víctimas inocentes para que, en definitiva, la ciudadanía se haya quedado con los mismo problemas, pobreza e inseguridad que vienen arrastrando desde hace cientos de años.
Este arribista revolucionario, al que se le conoce como Albert Ordóñez, al que se ha subido el ego y se enfrenta a la legítima autoridad, con frases como la de que “va a incendiar las calles de Valencia” o la última que acaba de decir, dejando entrever un atentado contra la señora Aguirre (Aguirre debería mirar bajo su coche), está cometiendo delitos en un estado democrático. En estos momentos, el señor ministro de Justicia debería de haber dado órdenes al Fiscal General de Estado de que instruyera diligencias previas para determinar el grado de responsabilidad de este joven, mayor de edad (pero menor de entendederas) para determinar si sus amenazas constituyen delitos de incitación a la violencia, amenazas de muerte, e incitación a la desobediencia civil, amén de atentado y desobediencia a las fuerzas policíacas valencianas.
No le puede ocurrir algo peor, a la España de hoy, que presentar ante la Europa y los EE.UU., que siguen tan de cerca nuestra evolución financiera y económica, que empecemos a tener problemas de orden público, nos rebelemos contra las políticas del Gobierno destinadas a encauzar nuestra recuperación y crear una imagen de inestabilidad social, de problemas de orden público y de frentismo popular, incitada por los partidos de la oposición, más preocupados por recuperar el poder que perdieron por su mala gestión y sus errores políticos, que en colaborar con el nuevo ejecutivo para sacar al pueblo español de la grave situación en la que nos dejaron los que ahora se quieren presentar como los salvadores de la patria, ofreciendo como novedad el retorno a los mismos errores que nos trajeron a la pésima situación actual.
No ayuda en nada a recobrar la paz y la normalidad ciudadana el que, el señor Rubalcaba, se haya proclamado defensor y patrocinador de los graves sucesos de Valencia. Pero, siento tener que decirlo, tampoco observamos mucho sentido común y ganas de cooperar en la salvación del país, a muchos de los medios de prensa y TV, incluida la pública, que parecen más empeñados en denunciar la “brutalidad” y los supuestos “excesos” de las fuerzas del orden, que en poner de manifiesto las verdaderas intenciones que han llevado a ciertos estudiantes, de un instituto de Valencia, a mentir respecto a si tenían o no calefacción, a enfrentarse violentamente a la policía y a anunciar su intención de convertir las calles de Valencia y toda su provincia en un nuevo mayo de 1.968. Por ello, el que uno de los rotativos más díscolos, más extremistas, más sectario, más antirreligiosos y menos veraz de todos lo que hay en nuestra nación, el diario del señor Roura, Público, en su tirada impresa, haya tenido que cerrar, no puedo decir que me haya causado ningún pesar, a no ser por lo que pueda significar para los operarios y sus familias, pero no por lo que respecta a su equipo de redacción, sus directivos y colaboradores, que se han venido caracterizando por su fanatismo de izquierdas, su falta absoluta de objetividad, su evidente malicia en el tratamiento de determinados temas nacionales y su exaltada defensa de aquellas políticas extremistas causantes de la situación actual de nuestra nación. R.I.P pues para el negocio del señor Roures, al que deseo muchos éxitos en sus iniciativas, siempre que se mantenga lejos del negocio de la información.
Difiero de unos comentarios del señor Jordi Barbeta, en La Vanguardia, alertando de ciertos “indicios del ardor guerrero que suele tentar a la derecha española hasta perderle”, cuando no parece que le preocupe, ni poco ni mucho, lo que son más que indicios de la izquierda española de pretender conducir a un país democrático a la revolución contra el orden y el respeto a las leyes. En efecto, parece que en este país los únicos que pueden amenazar, los que pueden reclamar la secesión, los que pueden quemar banderas y efigies de los reyes, los que se pueden saltar el cumplimiento de las sentencias de los tribunales españoles, los que pueden, ilegítimamente convocar referendos separatistas, los que pueden crear violencia en las calles, sin que se les haga nada, son precisamente, no los de derechas, sino los de izquierdas. Diré más, señor Barbeta, los que causaron el levantamiento del 18 de Julio no fueron las derechas, sino aquellos que pasaron a sangre y fuego conventos, sacerdotes, católicos y personas de derechas, sin que las autoridades hicieran nada para evitarlo. O esta es mi opinión.
Miguel Massanet Bosch
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