Les puedo asegurar que no he querido escribir ni una sola letra sobre este tema hasta que, mi escritorio, ha quedado invadido de artículos e informaciones, cada vez más documentadas y cada vez más preocupantes, relacionadas con este miembro de la familia real que, al parecer, se ha olvidado de sus obligaciones como yerno del monarca para seguir la senda de aquellos que han convertido su vida en una carrera para enriquecerse todavía más. El señor Iñaki Urdangarín, esposo de la infanta Cristina, un joven de una conocida familia vasca bastante acomodada, nos da la sorpresa, desagradable e imprevista, al verse involucrado en un sucio caso de corrupción, malversación de fondos y cohecho. Y no he querido adelantarme a formular un juicio sobre este señor y sus presuntos negocios fraudulentos, precisamente porque no soy monárquico, no creo que la monarquía, en los tiempos que vivimos tenga función alguna que justifique su mantenimiento, ni los gastos que comporta para la ciudadanía; pero, sin embargo, no creo que SM el Rey Juan Carlos I y su esposa doña Sofía, a los que respeto, hayan llevado mal su reinado, al que se han enfrentado prudentemente y sin graves equivocaciones.
No obstante, no creemos que hayan tenido suerte con su familia y con algunas de las decisiones tomadas por miembros de la realeza que, a mi modesto entender, han pretendido compaginar su calidad de integrantes de la monarquía con otros beneficios que son más propios de los súbditos y que no deberían ser usurpados por quienes han tenido el privilegio de nacer en cuna real o los que han adquirido la nobleza en virtud matrimonios con aquellos. Divorcios, matrimonios morganáticos, determinadas amistades del heredero de la corona, y ahora, para colmar este cúmulo de errores, un señor que, para vivir a todo lujo, no tenía necesidad alguna de ensuciarse las manos y meterse en camisas de once varas, aparece metido en un conjunto de actividades que, presuntamente, debieran de haber sido prestadas sin afán de lucro, pero que, no obstante, los indicios, cada vez más evidentes y sombríos, apuntan hacia un enriquecimiento injustificado, a un tráfico de influencias y a Dios sabe que otro conjunto de irregularidades que se podrán desvelar de la investigación, que la fiscalía anticorrupción, está llevando a cabo.
Me imagino por lo que deberán estar pasando los monarcas. Es obvio que, un escándalo de tales dimensiones como es el de este famoso Instituto Nóos; presidido por el señor Urdangarín, con su socio el señor Diego Torres y con la propia infanta Cristina, que parece haber firmado documentos comprometedores, y con la circunstancia de que, una parte del dinero que está en litigio, hubiera estado abonado a una sociedad de la que son titulares ambos esposos; ha de haber producido un tsunami en la casa Real en cuyos palaciegos salones deben de haber saltado chispas pero, uno en su ignorancia, se pregunta ¿hay una posible solución para salvar a los reyes de las salpicaduras de tamaño conflicto? Se dice, por aquellos que entienden de estos asuntos, que una posible solución sería que “no sólo Urdangarín sino la misma infanta Cristina renunciaran a sus derechos y privilegios en cuanto a miembros de la familia real, porque están en el orden sucesorio”; también se habló de un posible divorcio, pero está claro que si la infanta pudiera estar comprometida en el escándalo, esta separación no serviría de nada. En todo caso la imagen de la realeza es evidente que va a salir dañada ante el pueblo español, que se había formado una imagen utópica de ella.
Lo que sucede es que, lo que se va destapando presenta tantas facetas, abarca tantos y variados delitos e incluye el manejo de tan importante cifras malversadas, incluidos fondos públicos, que es inevitable que, este caso, adquiera proporciones tales que no pueda evitarse que todo el edificio que, en España, se ha montado en torno a esta institución, considerada como uno de los pilares del Estado, se vea tambaleante y puesto en cuestión. Cuando Corrupción habla de que “la operativa consistía en que por el Instituto Nóos se fijaban unos precios totalmente desproporcionados por los servicios que prestaba”, y que existía un “entramado presupuestario” para desviar fondos públicos y privados que recibía el Instituto Nóos y “apoderarse” de ellos; nos cuesta pensar que, las imputaciones de delitos de: falsedad documental, prevaricación, fraude a la Administración y malversación de caudales públicos; haya sido una simple ocurrencia del fiscal Horrach y, mucho más, tratándose de quien se trata el principal imputado del caso.
Y es que, las cifras que se manejan hablan por sí solas de la envergadura de este asunto. El Duque de Palma, a través del Instituto Nóos, recibió de la Sociedad de Autores (SGAE), cuando estaba dirigida por el encausado Tedy Bautista, más de 750.000 euros; también se sabe que recibió del club Villarreal, por un informe de diez folios, 690.000 euros; aparte de que, el mismo Duque, consiguió como clientes a Telefónica y Aceralia que contrataron sus servicios “sin ánimo de lucro”. También el Instituto consiguió acuerdos con la Comunidad Valenciana, el Gobierno Balear (del gobierno de Matas cobró, de los fondos públicos, 2.885.000 euros, de los que pudo desviar más de un millón de euros) y la Generalitat de Catalunya. Lo más desagradable de toda esta movida es que, con toda probabilidad, le va a ser muy difícil al señor Urdangarín justificar su repentino enriquecimiento que le ha permitido hacerse con un palacete en un exclusivo barrio barcelonés y seis pisos, con un patrimonio que, El Economist, calcula en la cifra de 11.000.000 de euros.
Parece que ha habido intentos de echar tierra sobre el asunto y que, incluso, algún fiscal ha pretendido que no hay pruebas que impliquen al señor Urdangarín; aunque, es posible que la Casa Real tenga la tentación de echar una cortina de humo sobre el caso – a pesar de haber hecho un comunicado en el que decía respetar el trabajo de los jueces – no me parece que fuera recomendable que siga por este atajo so pena de que acabe por implicarse más directamente en él. Es posible, visto el aparente deterioro de SM don Juan Carlos que, en un tiempo no muy lejano, se quiera potenciar la figura del príncipe Felipe para preparar la sucesión; sin embargo, si el padre ha conseguido meterse al pueblo en el bolsillo, mucho nos tememos que su hijo, el heredero, bajo la influencia “democratizadora” de la “princesa” doña Leticia no consiga, con tanta facilidad, hacerse popular entre una ciudadanía baja de moral, escasa de trabajo, azotada por la crisis y que empieza a poner en cuestión los elevados costes del Estado entre los cuales, sin duda, podrían encontrarse los del mantenimiento de la Casa Real, teniendo en cuenta que, algunos de sus miembros, se las arreglan solos para sobrevivir..
La última palabra la tendrá, sin duda, la Justicia y esperamos que no ocurra, como ya nos tienen acostumbrados algunos fiscales y jueces que, al final, todo quede en agua de borrajas. Y es que, esta empobrecida España y sus ciudadanos de a pie, estamos empezando a estar cansados de que, algunos privilegiados, nos hayan tomado como un pim pam pum y se dediquen, creyéndose impunes a la Justicia, a los “pelotazos”; una práctica que algunos creíamos que los socialistas erradicarían pero que, lo único que han conseguido ha sido fomentarla. O esta es, señores, mi opinión sobre este enojoso asunto.
Miguel Massanet Bosch
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