(Publicado en República de las ideas-Reggio´s, aquí)
Rajoy se va a ver las caras con líderes sindicales y empresariales en las próximas horas. Es la primera gran cita que tiene el presidente recién elegido, aunque aún no en ejercicio del cargo, con unos protagonistas de la economía fuera de los contactos bilaterales que ha mantenido con algunos dirigentes bancarios próximos a su persona. España tiene un problema bancario y un problema de tipo fiscal y presupuestario, pero tiene sobre todo un atasco monumental en el mercado laboral, cuya evidencia más clara es el elevado número de personas sin empleo, que según la OCDE va a seguir en aumento a lo largo del año 2012 y parte de 2013 mientras los programas de ajuste de gastos públicos (que serán acelerados en los primeros meses del año próximo) están colocando a la economía en una tesitura aún más paralizante.
No es un panorama tranquilizador, de modo que es necesario acometer de forma urgente algunas medidas que rompan el letargo de la creación de empleo. La reforma laboral es el gran tema pendiente de la Transición española, al que ningún político ha osado ponerle un traje nuevo, salvo algunos retoques que, por fortuna, resultaron providenciales allá por la época inicial de Felipe González al frente del Ejecutivo, que tantos enfrentamientos y disgustos generó entre socialistas de la rama política y de la rama sindical. Desde entonces, el asunto laboral permanece intocado. Ni siquiera Aznar se atrevió a meterse en ese jardín.
Pero ahora el tiempo apremia y, sobre todo, la presión internacional y, por supuesto y por encima de todo, los 5 millones de parados que, según las previsiones pueden acercarse a lo largo del próximo año peligrosamente a la zona de los 5,5 millones de españoles sin trabajo, un 23% de la población activa, la flor y nata de la juventud española incluida que no encuentra trabajo desde hace ya varios años, lo que está acumulando más de una generación perdida.
En los prolegómenos de esta reunión, la Central de Balances del Banco de España ha dado este martes un diagnóstico no menos inquietante, mostrando una caída de los beneficios empresariales del 27%, un descenso del empleo del 0,6% (concentrado básicamente en el empleo temporal, que cayó más del 7%), con descenso en el número de trabajadores en casi el 53% de las empresas (normalmente de tamaño grande, que son las que analiza el Banco de España trimestralmente) y un aumento medio de los salarios del 1,1%. Estas cifras revelan cómo el ajuste de costes en las empresas se sigue haciendo vía empleo en vez de a través de las remuneraciones medias, que siguen su curso inasequibles al desaliento, asunto sobre el que los sindicatos deberían echarle alguna reflexión, sobre todo después de que el Gobierno, socialista para más señas, dictara el pasado año un recorte de las remuneraciones del sector público del 5%, ajuste que no ha tenido, ni de lejos, parangón en el sector privado, aunque se ha traducido en el nivel de empleo, naturalmente a la baja.
El entendimiento entre el PP y los sindicatos no va a ser fácil. Si Zapatero no logró ponerse de acuerdo con los dos grandes líderes de los trabajadores, no cabe esperar milagros de Rajoy. El choque de trenes es bastante probable. Rajoy no ha desvelado grandes ideas sobre lo que piensa hacer en materia laboral, pero al menos sí que quiere hacer dos cosas: llevar el ámbito básico de la negociación colectiva al nivel de empresa (fuera, por lo tanto, del colectivismo de los convenios sectoriales o de ámbito geográfico, nefastos para la competitividad de las empresas y por supuesto para el bienestar de los trabajadores) y simplificar drásticamente el amplio abanico de fórmulas de contratación.
Además, su aproximación a la reforma laboral que tiene en la cabeza será vía negociación cuando se pueda ya que, en caso contrario, ha dicho que legislará vía decreto. Ahora tiene una confortable mayoría política a la que podría perfectamente encomendar una reforma en serio de la legislación laboral. El país no entendería que no utilizara esta mayoría para sacar adelante las leyes que necesita la economía para su modernización efectiva. Lo que no puede ser es que, por llegar a acuerdos que nunca llegan, debido a las irreductibles posiciones de los interlocutores, nos pasemos varios años más sin tocar más que algunas comas, dejando el problema sin resolver.
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