Es posible que muchos de los jóvenes políticos españoles desconozcan la circunstancia que precedieron a la subida de los tecnócratas del Opus Dei al gobierno del general Franco en 1.957. España estaba pasando por una etapa difícil como consecuencia de la autarquía que había llevado a nuestro país a ser uno de los más pobres de toda Europa, junto a nuestra vecina Portugal. Los principales problemas y desequilibrios que afectaban a nuestra economía eran varios y de graves consecuencias para el pueblo español. El incremento del coste de vida, en 1956, llegó a alcanzar la cota del 15%, lo que llevó al gobierno a optar por incrementos salariales que no hicieron otra cosa que complicar aún más la situación. Hubo entonces un importante incremento de la deuda pública, así como un déficit muy elevado de la Balanza de Pagos; lo que produjo una gran reducción de divisas, que alcanzó mínimos históricos. A fines de 1958 nuestras reservas exteriores sólo llegaban a los 45,4 millones de dólares y existían licencias de importación por 200 millones de dólares lo cual, de no ser subsanado, hubiera podido poner en peligro la recepción de mercancías o productos vitales para el país.
España reaccionó con un drástico cambio de gobierno que trajo a una serie de ministros, procedentes del Opús Dei, de distintas sensibilidades políticas pero con un denominador común: todos ellos eran personas de sólida formación y expertos en cuestiones económicas, que contaban con un largo historial profesional que garantizaba su capacidad y solvencia para el cargo para el que fueron escogidos. Don Alberto Ullastres fue nombrado ministro de Comercio; don Mariano Navarro Rubio de Hacienda; a los que acompañaron Laureano López Rodó, López Bravo y una larga lista de expertos tecnócratas que ocuparon importantes cargos en la Administración. A todos ellos les unía el amor a España y el empeño de sacar al país de la mala situación por la que pasaba. Así, siguiendo las pautas del FMI y el Banco Mundial, pusieron en marcha el famoso desarrollismo, como se lo denominó, de la mano del Plan Nacional de Estabilidad Económica en el que participaron economistas de tanto fuste como los señores Fuentes Quintana y Joan Sardá. Los resultados positivos fueron casi inmediatos, de modo que, ya en los años 60, se incremento el crecimiento de la economía española aunque con algunas medidas proteccionistas, que tendieron a favorecer a la gran banca y las importantes corporaciones.
Me he permitido este largo preámbulo por considerar necesario establecer una comparación entre aquella situación y la que estamos pasando en estos momentos los españoles. Muchas veces nos hemos preguntado si, el señor Zapatero, en lugar de practicar un egocentrismo dictatorial con su ministros, se hubiera dejado aconsejar por el señor Solchaga, el señor Sevilla,.el señor Boyer o, incluso, el señor Solbes, para que, dejando a parte sus aspiraciones políticas, olvidándose de sus propuestas sociales llenas de la más rancia demagogia partidista, pero carentes del mínimo sentido de la oportunidad; se hubiera adaptado a las circunstancia y hubiera cedido el timón de la nave a aquellos que eran expertos en los temas financieros y económicos que, en realidad, han sido los que, en otros países, han llevado la vara alta en toda esta crisis que estamos padeciendo. A cambio, optó por seguir una política errática de subvenciones, concesiones a la galería y una subordinación absurda a las exigencia del feminismo más radical y reivindicativo, con la famosa Ley de Igualdad; causante, sin duda, de muchos de los graves errores que han cometido los distintos Ejecutivos, en sus dos legislaturas. Hemos tenido que soportar ministros de la categoría de una Magdalena Álvarez, una Leire Pajín, una Viviana Aído, una Beatriz Corredor, una Antonia Trujillo o una Carme Chacón, que han sido el ejemplo vivo de cómo no se debe ejercer un ministerio o, si lo prefieren, de cómo un puñado de mujeres han sido capaces de desacreditar al movimiento feminista en pleno. La mayoría de ellas sin una preparación suficiente para ocupar un cargo público y, cuanto más, una responsabilidad de un ministerio. Por lo visto, para el señor Rodríguez Zapatero, era más mérito el haber sido sindicalista o el haber pertenecido al PSOE, que el tener un buen expediente académico o disponer de un excelente currículo, lo suficientemente acreditativo de una larga experiencia en la Administración o de un limpio y excelente recorrido universitario.
En todo caso, la experiencia de dos legislaturas de gobierno socialista, en las que ha primado en la elección de los Ejecutivos, el asegurarse la lealtad de los ministros antes que tener en cuenta su preparación para cada uno de los cargos como, por ejemplo, el darle al señor Celestino Corbacho un ministerio tan difícil como es el de Trabajo, sin que tuviera la más mínima experiencia ni preparación para dirigirlo correctamente. En unos momentos en que las finanzas y la economía han asumido el rol principal en todo el mundo y han requerido de expertos para ir siguiendo las distintas fases del proceso; en España hemos estado en manos de amateurs, sin experiencia, sin independencia para tomar sus propias decisiones y sometidos a la batuta de un Presidente completamente lego en la materia. ¿Alguien se puede extrañar de que hayamos caído tan bajo?
Nos preguntamos si un país, en el que el número de empresas que han cerrado sus puertas se cuentan por cientos de miles y la destrucción de puestos de trabajo ha sido constante desde el inicio de la crisis. Cuando todo lo que ha sabido hacer el gobierno central a sido subvencionar a los sindicatos, abonar el subsidio de desempleo y endeudarse cada vez más para poder atender a un gasto público desmesurado, cada vez más alto y despilfarrador; sin que haya conseguido, a pesar de verter cientos de miles de millones en apoyarlos que, los bancos y cajas, concedan los créditos que demandan las empresas para disponer de circulante y tomar las medidas adecuadas para enfrentarse al resto de empresas de la competencia que nos aventajan en competitividad.
¿No cree ustedes que, el próximo gobierno, debiera plantearse un giro de 180º, y dejar al margen a los políticos para sustituirlos, al menos en los ministerios de tipo técnico, por personas expertas, de buena formación e impecable currículum, a poder ser apolíticas y de probada eficacia en la industria privada? Señores capaces de olvidarse de las urnas, de los sindicatos y de las presiones de los nacionalismos, para coger las tijeras de podar y cortar por lo sano donde fuere preciso, caiga quien caiga y duela a quien duela, sacando toda la maleza, troncos podridos y yerbas perniciosas de todo este fárrago administrativo que se ha creado en torno al Estado y las CC.AA. Devolver a la vida privada a tantos aprovechados, enchufados, advenedizos y paniaguados que los partidos políticos han enchufado, por serles fieles, en las administraciones públicas, donde vegetan sin dar golpe a costa de los impuestos de los ciudadanos.
Sólo volviendo a colocar a los tecnócratas al frente de la Administración; olvidándose de la demagogia y hablando claro al pueblo; haciéndole saber que sin industria productiva y sin crecimiento económico que ayude al crecimiento del PIB de la nación hasta alcanzar niveles superiores al 2%, es imposible que se puedan crear puestos de trabajo y, por consiguiente, combatir el paro de casi 5 millones de parados que hay hoy en España, Sólo incentivando la economía, apoyando a las empresas y mejorando nuestro crecimiento, podremos tener alguna esperanza de vencer la crisis. O esta es, señores, mi manera de pensar.
Miguel Massanet Bosch
Últimos comentarios