“Es un error común el suponer que quienes más vociferan a cuenta del público son los que más ansían su bienestar”
Este pensamiento lo expresó Edmund Burke, escritor y político irlandés, considerado el padre del liberal-conservadurismo británico. Hoy en día tenemos la oportunidad de recordar como algo actual y aplicable a nuestro país, la frase del señor Burke, si es que nos paramos a reflexionar sobre estos nuevos movimientos que van surgiendo de grupos minoritarios, defensores de políticas de carácter revolucionario y levantisco, que, evidentemente, no se conforman con el sistema democrático, con la voluntad del pueblo expresada en las urnas ni con las leyes aprobadas por los representantes del pueblo en las Cámaras de representación ciudadana.
Resulta patético observar como, aquellos partidos que no han conseguido arrastrar a votarles más que a minorías de ciudadanos, intentan aprovecharse del desconcierto creado por un gobierno socialista que, al final de su segundo mandato, está destapando sus vergüenzas y su palmaria incompetencia e incapacidad para gobernar la nación y se ve obligado a montar un espectáculo verdaderamente abracadabrante; en el que se entremezclan las improvisaciones más absurdas, los renuncios más sorprendentes, las deserciones más sonadas y las decisiones más incomprensibles fruto, sin duda, de lo que pudiéramos llamar el verdadero Armagedón del socialismo español; ahora pretenden tomar el mando de la situación, no, por supuesto, para ofrecer ideas positivas o aportar colaboraciones que pudieran redundar en bien de la ciudadanía, sino, al contrario, para sembrar cizaña en la sociedad, organizar revueltas callejeras y contribuir a que el desorden y el caos se adueñen del país.
Mención especial se merecen los dos principales Sindicatos, CC.OO y UGT, unas instituciones siempre dispuestas a tender la mano para que el Gobierno se las llene de subvenciones; unos organismos que, bajo la excusa de impartir cursos de formación profesional, de intervenir en los convenios colectivos y de asesorar a los trabajadores, han conseguido hacerse con importantes patrimonios que, sin embargo, vean ustedes la paradoja, no han servido ni se han utilizado para aligerar los problemas de los desempleados, para proporcionarles ayudas económicas a aquellos que ya no perciben el subsidio de desempleo o para procurarles trabajo. Estos sindicatos, apoltronados en sus estructuras anquilosadas, verdaderas colmenas de zánganos bien alimentados y la más evidente muestra de la incompetencia y desidia; nos están costando a los españoles miles de millones de euros cada año. ¿A qué se dedican entre tanto? Muy sencillo a cobrar. Cobran de los trabajadores para asesorarles en los convenios; cobran del Estado por aquello de que son organismos contemplados en la Constitución y, por si todo ello no fuera suficiente, cuando creen que el Gobierno tiene cualquier proyecto de modificar el mercado laboral; se levantan como demonios enfurecidos para amenazar, provocar y chantajear aunque, se apaciguan con facilidad cuando la Tesorería del Estado abre sus puertas a su insaciable voracidad.
No podemos más que ver, detrás de todos es movimientos previos, de esta toma de posiciones, de los guiños del candidato del PSOE, señor Rubalcaba, a los manifestantes del 15 M y de las instrucciones taxativas recibidas por la policía de no intervenir en las manifestaciones antipapistas y, por si fuera poco, se les impedía identificar a los cabecillas de tales algaradas; algo más que una simple negligencia, algo más que una simple incompetencia o temor a que, si se acosaba a los insurrectos, la revolución se extendiese más. No señores, aquí existe un plan preconcebido, al que no parece que sea ajeno el ministerio del Interior y su nuevo ministro, el señor Antonio Camacho – otro de estos fiscales progresistas que parece que se han convertido en epidemia – quien, con su actitud complaciente, permisiva y, evidentemente ilegal, permite que los alborotadores se hayan hecho dueños de las calles de Madrid y campen por sus respetos, amedrentando a todos aquellos que no se pliegan a sus consignas. No parece que se enterara de que hubo niños, en las jornadas de la visita de SS. Benedicto XVI, de 13 y 14 años fueron golpeados por el simple hecho de llevar un crucifijo.
El comportamiento del Ministerio con las fuerzas del orden ha sido canallesco. Se les ha prohibido, por escrito, intervenir y, a pesar de que han tenido que soportar insultos, botellazos y agresiones, no han podido actuar para defenderse. Es más, tres de ellos han sido expedientados por denuncias de algunos de los revoltosos que los acusaron de haberlos agredido. Un cuerpo que se ha caracterizado por su eficacia, su disciplina y su abnegación en el cumplimiento del deber, simplemente, porque al señor Rubalcaba no le interesa indisponerse con los Indignados o porque no les tiene simpatía a los católicos; se ve obligado, aparte de a ir mal pertrechado a enfrentarse con sujetos expertos en amotinamientos y en presentarse como víctimas, ha tenido que soportar que, todavía, se les de la razón a aquellos que los acusan por haber intentado mantener el orden ¡Indignante, señores, indignante e inadmisible! No acaban, no obstante, con ello los problemas para las fuerzas del orden debido a que, estos verdaderos profesionales de las algaradas y las revueltas callejeras, se han dedicado a grabar y fotografiar a los policías a los que les siguen el rastro; hasta el punto de averiguar sus domicilios particulares para luego, cuando ya los tienen localizados, lanzar mensajes por la red mofándose de ellos, insultándoles e, incluso, amenazándoles de muerte.
Peregrinos franceses denunciaron, ante la policía, a los “antipapa” por agredirles y recibir acoso, el 17 de agosto, en la Puerta del Sol. Unas jornadas que se caracterizaron por el buen comportamiento de los visitantes, por el compañerismo y hermandad entre los distintos grupos de peregrinos de las distintas naciones y porque fue un modelo de civismo, tanto por parte de los visitantes como por la misma población de Madrid. El hecho, injustificable, de que la señora Delegada del Gobierno, en Madrid, no quisiera que se pusiera orden y se detuviera a los culpables, un grupo de individuos intransigentes, intolerantes y agresivos, formado por progres e Indignados, han dejado una mancha de fango en lo que había sido un ejemplo de compañerismo y convivencia.
Los socialistas saben y, las encuestas, lo van confirmando, que sus posibilidades de ganar las próximas elecciones son muy remotas. El señor Rubalcaba trabaja intensamente no sólo para intentar evitar que, el PP, consiga la mayoría absoluta, sino que está preparando el terreno para dejarles a los populares una herencia envenenada. Le importa un rábano que a España le vaya mal, que el paro siga creciendo o que la deuda nos hipoteque por treinta años. Su obsesión se centra en poner a los Sindicatos en pie de guerra y que, a unos años de “pasotismo”, de permanecer inactivos y de callar cuando motivos tenían de sobra, para haber protestado y movilizado a los trabajadores; para que, cuando entren los nuevos inquilinos en la Moncloa, se encuentren con lo que ya ha venido sucediendo en los municipios o autonomías, que perdieron en las elecciones del 22 M; cuando los nuevos ediles se han encontrado las cajas vacías y a multitud de acreedores reclamando cobrar sus facturas. Los socialistas se ocuparon de despilfarrar los dineros que no tenían, confiando en que, el Gobierno, les taparía sus faltas. A esto se le llama traición a la Patria. O esta es, señores, mi sincera opinión.
Miguel Massanet Bosch
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