(Publicado en La Vanguardia-Reggio´s, aquí)
Zapatero se ha guardado una bala con muy mala prensa; un inquietante decreto veraniego, el del 19 de agosto
Aguantará la prima de riesgo española sin desbocarse definitivamente los 110 días de interregno hasta la elección del nuevo gobierno? Esta pregunta recorría los cenáculos económicos nada más conocerse el anuncio de José Luis Rodríguez Zapatero de que las elecciones generales se celebrarán el próximo 20 de noviembre.
Largo paréntesis el escogido por quien justificó en gran medida su decisión invocando el mimo a los mercados, que deberían tranquilizarse al saber con gran anticipación la fecha de los comicios, descartadas las especulaciones sobre una larga agonía hasta el año próximo.
Quizás para hacer frente a las eventualidades de tan incierta travesía, el todavía presidente del Gobierno se ha guardado en la recámara una bala con muy mala prensa. Un inquietante decreto veraniego, el del 19 de agosto, con regusto a tentación de gobiernos bajo sospecha de tomar decisiones trascendentes cuando más indefensos y desorganizados están los gobernados.
El decreto es también la confesión de que pese a los desvelos de Elena Salgado las cuentas públicas no acaban de encajar con los objetivos de reducción del déficit hasta el 6% comprometido. La tentación de aprobar medidas impopulares aprovechando el relax veraniego se dibuja peligrosamente.
Y es un artefacto peligroso en manos de un Ejecutivo que ya casi nada puede hacer, que agrega la interinidad preelectoral a su propio desánimo y al que el presidente despreció sin piedad en el trascendental episodio del viernes al no comentar en la reunión previa nada sobre el adelanto electoral que iba a anunciar tan sólo unos minutos después. No es una buena nueva para el candidato Pérez Rubalcaba que el Gobierno se reserve la posibilidad de aprobar medidas excepcionales. En el recuerdo el intempestivo debate en el Consejo de Ministros de junio en el que Zapatero intentó, sin éxito, endurecer la reforma de la negociación colectiva, frente a un Rubalcaba partidario de pasar la maroma sin estridencias. Desde ese momento el presidente se convirtió en un pato cojo sin autoridad sobre los suyos.
¿Qué sucederá en el caso de que se declare una situación económica de emergencia durante los 110 días de larga travesía hasta el 20 de noviembre? ¿Se instauraría un cogobierno de facto entre socialistas y populares para aplicar las medidas más urgentes?
El escenario económico inmediato invita a pensar en episodios turbulentos. El día escogido por Zapatero para anunciar la fecha de los comicios no escapa a los vaivenes de la coyuntura económica. Coincidía con la emisión de la Encuesta de Población Activa (EPA) que sin ser milagrosa dio la suficiente energía al Gobierno para echar mano de la partitura del ya estamos saliendo. Tímidamente mejor de lo temido, los primeros análisis extrapolan que el crecimiento económico del año, si el aumento en el coste de la deuda no lo trunca, se acercará más a las previsiones del Gobierno, 1,3%, que a las de los analistas más escépticos, el 0,8%. En cualquiera de los dos casos la realidad es que sus efectos sobre el empleo serán mínimos y para los inversores no representarán ningún cambio sustancial del escenario de estancamiento. Y ese es ahora el criterio con el cual se juzga el crédito español, y el de toda la eurozona, en los mercados de capitales. Pero más allá de los datos de coyuntura, la economía española no se juega estos días su futuro sólo, ni principalmente, en el frente doméstico. El vector dominante es el internacional.
El acuerdo de la UE para el segundo rescate griego está seriamente cuestionado por los mercados. Por eso las primas de riesgo de las deudas de España e Italia se pasean peligrosamente por las alturas. Un rescate adicional de Atenas o una quita de la deuda sustancial se consideran, según el caso, las salidas más plausibles. La escasa credibilidad de los líderes de la eurozona, con la canciller Merkel a la cabeza, queda patente con el escaso eco que suscitan las garantías de futuro que predican. Sobre todo, la eurozona no ha puesto en marcha políticas de crecimiento que permitan a los deudores hacer frente a sus deudas y los saquen del pozo de la recesión. El dominó del estancamiento se ha puesto en marcha y las grandes compañías, desde Alemania a Francia, anuncian peores previsiones para el futuro.
En el otro lado del Atlántico, la economía estadounidense, con problemas políticos sobre el techo de la deuda y sus efectos sísmicos aparte, ha vuelto a perder velocidad y su crecimiento va a la baja, apunta índices raquíticos. Las economías más cuestionadas, la española entre ellas, pueden llegar a padecer un pánico vendedor.
Agosto, mes de placer y vacaciones en Europa; tanto como de caos y desgobierno. No se podría pensar en un peor momento para que los mercados mantengan la presión. Si tal cosa ocurre, no escucharán la música que les gusta de una clase política española que ya estará instalada en la lógica de la campaña electoral. Un verano atípico, de alto riesgo. Tan loco como el clima.
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