(Publicado en La Vanguardia-Reggio´s, aquí)
SONDEO DEL INSTITUTO NOXA PARA LA VANGUARDIA
Hace casi un año que no publicamos en estas páginas una encuesta sobre España. En ese tiempo han ocurrido muchas cosas. Lo más importante, ha sido la persistencia de la crisis económica pese a los esfuerzos previos por rescatar de la quiebra al sistema financiero y las medidas de estímulo fiscal para dinamizar la economía. Ambos pasos, en los que coincidieron casi todos los países, parecían imprescindibles. Con un sistema financiero en quiebra no hay crédito. Sin crédito ni estímulos, no hay actividad. Y es obvio que, para generarla, se precisaban reformas en el sistema financiero y en el mercado laboral que se habían ido posponiendo, en parte, porque implicaban duros sacrificios.
Si ya existió un fuerte debate acerca del diagnóstico de la crisis a nivel mundial, el debate se ha reavivado en Europa y, en especial en España, tras las reformas adoptadas. Para muchos eran necesarias, pero para unos suficientes y para otros no. En todo caso los ciudadanos españoles, europeos y americanos han asistido atónitos a un doble espectáculo: de un lado, el predominio de los mercados sobre los estados y, de otro, la incapacidad de los gobiernos, los partidos, los sindicatos y los empresarios para acordar, ante una situación de emergencia, si importa más impulsar el crecimiento, reducir el déficit o encontrar la forma de hacer de algún modo compatibles ambos objetivos.
Claro que son lícitas las divergencias sobre las prioridades, la forma de abordarlas y la necesidad de aplicar una cirugía más o menos agresiva como exijan las peculiaridades de cada caso. Lo que no resulta comprensible para la ciudadanía es la escasa disposición de los actores políticos a encontrar algunas coincidencias que les permitiera sumar esfuerzos para superar la crisis que ha dejado así de ser sólo una crisis económica para convertirse también en una gravísima crisis política, acentuada en España por las tensiones institucionales que han tenido lugar a lo largo del año.
Por eso no puede sorprender el paralelismo que muestran los datos entre las negativas percepciones de la situación política y económica. Lo que se traduce en una valoración muy negativa del Gobierno y de la oposición y en una profunda crisis de liderazgo como pone de relieve la escasa confianza que generan los principales líderes políticos, incluso en sectores muy amplios de sus respectivos electorados. Nunca los electores de los principales partidos habían mostrado tanto descontento con su gestión ni tan poca confianza en sus líderes. Con todo, el sondeo muestra que el deterioro ha sido mucho mayor para el PSOE, de modo que en menos de un año la distancia que lo separaba del PP ha pasado de cuatro a diez puntos.
Con esa ventaja el PP ganaría las elecciones y quedaría al borde de la mayoría absoluta, podría aproximarse a sus mejores resultados históricos y el PSOE hacer buenos los peores suyos. Otros estudios evidencian que ese desplome del PSOE está claramente relacionado con el cambio de rumbo que supusieron las medidas de ajuste. ¿Pesa tanto la marcha de la economía sobre las preferencias políticas de los ciudadanos? Ese es un viejo debate entre economistas y politólogos, que, sin embargo, suelen coincidir en que un segmento muy amplio de la población vota en función del juicio que le merece la gestión del gobierno sobre los temas a los que los ciudadanos otorgan mayor importancia. En nuestro caso, a día de hoy, la economía y el empleo.
Es poco probable que ningún otro tema los desplace. Rajoy y Zapatero lo saben bien. El primero confía en que la crisis siga haciendo estragos en el Gobierno y no considera necesario formular propuesta alguna, aunque entre sus propios votantes siete de cada diez piensan que el PP debería cambiar de estrategia. El segundo es consciente de que su prioridad es la recuperación económica y del empleo, cualquiera que sea el rendimiento electoral de su esfuerzo, tomando las medidas necesarias y haciéndolas comprensibles a la ciudadanía y ese parece ser el sentido de la remodelación del Gobierno al que ha marcado ese doble objetivo. En democracia no basta con hacer cosas si no se entiende por qué y para qué.
En este sentido, la remodelación gubernamental ha sido bien acogida. La mayoría de los votantes de todos los partidos, salvo el PP, consideran que el nuevo Ejecutivo es mejor que el anterior y con alguna salvedad, todos los ministros que han entrado o han cambiado de cartera, además de ser mucho más conocidos que los que han salido, obtienen calificaciones más altas. Rubalcaba y Rosa Aguilar alcanzan seis puntos. Otros cinco ministros superan el aprobado y otros varios no llegan por muy poco. ¿Es eso suficiente para que el PSOE pueda remontar esa diferencia en los próximos meses? Es más improbable que imposible y, en todo caso difícil.
Algunos piensan que si el desplome del voto al PSOE se ha producido en un tiempo tan reducido también podría recuperarlo en unos meses si pone en pie una nueva agenda social, como ha anunciado Zapatero, que compense a los más perjudicados por la crisis. Otros piensan que un acontecimiento extraordinario, como la desaparición de ETA, podría contribuir poderosamente a mejorar sus expectativas. Otros dudamos tanto de que esto último vaya a acontecer como de que, en su caso, fuera suficiente. Si el Gobierno y el PSOE quieren remontar han de tener en cuenta que no sólo necesitan movilizar a los desanimados, sino que, además, han de recuperar muchos de los votos que han transferido estos meses al PP y a los demás.
El crecimiento del PP sería difícil de explicar sin la transfusión de energía procedente del PSOE, como tampoco cabría entender los incrementos que hoy experimentan el resto de los partidos, muy en especial IU y UpyD, pero también PNV y CiU que mejoran sus posiciones en términos de votos y escaños. A un año y medio de las elecciones es prematuro cualquier pronóstico. Hoy por hoy, el PP tal vez pudiera gobernar sin apoyos externos. ¿Cómo incidirán sobre esas expectativas los resultados de las elecciones intermedias? ¿Cómo afectarán a PSOE y PP su activismo y pasividad respectivos ante la crisis? ¿Qué efectos tendría el hecho de que uno o los dos partidos concurrieran con otro candidato?
JULIÁN SANTAMARÍA OSSORIO, catedrático de Ciencia Política en la UCM y presidente del Instituto Noxa Consulting.
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