Les puedo asegurar que, en la España de hoy, existen temas más inmediatos, que más precisan la atención de los españoles y de los que será forzoso hablar en futuros comentarios pero, todo este floreo de interpretaciones, este triunfalismo de algunos y el alarmismo de otros; sazonado con la salsa de un nacionalismo atrabiliario que ha decidido ( no olvidemos que estamos a las puertas de las elecciones autonómicas catalanas) echarse al monte en reivindicación de, no se sabe, que especiales derechos; devenidos de, no se sabe, que imaginarios antecedentes históricos y fundamentados, esos sí es un hecho incuestionable, en la derrota de las huestes catalanas que simpatizaban con el aspirante austriaco, ante el Borbón, Felipe V; nos obligan a entrar al trapo y hacer una superficial consideración sobre la famosa sentencia del Estatut catalán. Verán ustedes, la sentencia del TC (que no satisface ni a tirios ni a troyanos); como era de prever y dados los antecedentes de los recursos del PP y del Defensor del Pueblo, contra una parte importante de su articulado, por considerarlo inconstitucional; ha resultado, en definitiva, algo parecido al famoso “parto de los montes”, del que se dice según consta en la fábula de Ensopo – que, después de grandes movimiento telúricos y amenazadores crujidos de rocas, acabaron pariendo… ¡un simple ratoncillo!.
Consideremos, si les parece, el momento en el que se ha dictado, a la carrera, esta esperada sentencia; después de años de complicadas negociaciones, renuncias y recusaciones, innumerables ponencias fracasadas y presiones llegadas desde todas las instancias políticas, que intentaban arrimar el ascua a su particular beneficio. Tomemos en cuenta, más que el contenido de la misma, más que lo que se ha retirado de la Ley Orgánica (lo menos) y lo que se ha modificado de lo restante (tampoco demasiado, al criterio de los que esperábamos, con más esperanza que convicción, que todo el texto fuera enviado al estercolero jurídico) y sopesemos, sin embargo, la oportunidad del darla a conocer, precisamente, antes de la convocatoria de las elecciones autonómicas catalanas. Ha sido un regalo, un apoyo valioso, no me atrevo a decir inesperado –si es que admitimos la habilidad de los socialistas para manejar sus peones en los tribunales –; pero puedo asegurarles que, recibido como agua de Mayo, por un señor Montilla al que, la encuestas adversas, a favor de una amplia victoria de CDC, le tenía sobre ascuas. No se dejen impresionar por las apelaciones a “la soberanía catalana”, al “Estat catalá” o a la “facultad inalienable de Catalunya para decidir su destino”; tampoco les hagan demasiado caso cuando nos amenacen por “haber incumplido la voluntad del pueblo catalán expresada a través de los miembros del Parlament”. Fuegos artificiales, brindis de los políticos al sol, discursos vacuos de agitadores incapaces de hacer otra cosa que intentar soliviantar a aquellos que, de una u otra forma, desean ir en contra de corriente, para conseguir, a través del desorden, las algaradas, las quemas de objetos y, si se tercia, de alguna iglesia; ayudar a aquellos que saben que, sólo con actitudes revolucionarias, pueden llegar a conseguir alterar la normalidad de un país al que, en su mayor parte, le importa un bledo el Estatut y que sólo está preocupado por el trabajo; por que siga habiendo paz y orden y por que salgamos, cuanto antes, de esta crisis que nos acosa y nos amenaza con conducirnos a una situación mayor de penuria.
Si me permiten una observación, hagan como yo y no se dejen impresionar por este cúmulo de declaraciones, opiniones, críticas, alabanzas, descalificaciones y manifestaciones por todo este conjunto de politicastros que nos tienen acostumbrados a que, siempre que se encuentran involucrados en una lucha política pendiente de alguna resolución judicial, que los pueda afectar directa o indirectamente, cualquiera que sea la resolución o sentencia, saben encontrarle aquel punto que les permite decir que han salido vencedores de aquella experiencia. Ya me dirán ustedes lo que entiende de leyes el orondo señor Montilla, un trepa redomado de la política (millonario, eso sí) o el engolado señor Mas, siempre de play boy, hablándonos de “sentido de Estado”, pero ¿de qué Estado me habla usted, señor mío? Mire, no nos haga reír, todos sabemos que cuando el referendo sobre el Estatut, la indiferencia de los catalanes fue tan manifiesta que apenas votaron un tercio de los electores ¿a esto le llaman ustedes la voluntad de los catalanes? Si no hubiera sido por el señor Rodríguez Zapatero, el único culpable de que España se vea abocada al federalismo, quien, con su propio y particular “sentido de Estado”, tuvo la imprudencia, la desfachatez y la falta de tino político de prometer a los catalanes que él “apoyaría cualquier Estatut que saliera del Parlament catalá”; quedándose atrapado en su propia trampa, viéndose obligado a aceptar este engendro separatista que, aprovechando su promesa, le hicieron engullir los partidos catalanes.; a pesar de que, todos los que votaron a favor, sabían que el texto estaba cuajado de artículos de más que dudosa constitucionalidad.
Yo les recomendaría que, a la hora de analizar el nuevo texto después de que haya pasado por el cedazo del TC, escucharan las opiniones de acreditados especialistas en derecho Constitucional, como pudieran ser las de F. de Carreras, catedrático de la asignatura en la Universidad catalana o del mismo señor José Luís Requero, juez de la Audiencia Nacional y verán, con satisfacción, como lejos del triunfalismo interesado y arribista de la inefable señora De la Vega, que antes, incluso, de que le diera tiempo a leerse el texto de la sentencia ya salió a la palestra para decir, a quien le interesara escucharla, que el PP había fracasado con su recurso contra el Estatut. También, como no podía fallar el factotum de las negociaciones con ETA, el señor Rubalcaba, sostiene la misma tesis. La verdad es que nos toman por tontos, porque no entendemos que, el texto aprobado por la sentencia tenga 14 artículos que eran, en su antigua redacción, inconstitucionales; 23 que, por el peligro que entrañaba una interpretación sesgada, serán merecedores de aclaraciones por el TC y cuatro disposiciones transitorias que también precisaban ser interpretadas. ¿Entienden, De la Vega y Rubalcaba, que no han surgido efecto los recursos? O ¿piensan, por ventura, que, sin recursos, se hubieran producido estas importantes enmiendas? Es de cajón, y cualquier abogado lo sabe, que cuando se presenta un recurso sobre cualquier tema legal, puede suceder que sólo se admitan, en parte, las peticiones del impugnante o que no se admitan y se rechace el recurso (en cuyo caso sí se podría considerar un fracaso del recurrente) o que se admita en su totalidad, algo muy difícil que se produjera en un texto tan prolijo.
En todo caso, cuesta entender como, en Catalunya , el señor Montilla y todos los integrantes del Tripartit, a los que parece que se les va unir CDC, para no quedarse descolgada de semejante gansada jurídica ( da pena ver como, el señor Durán y Lleida, un buen jurista, como está dando palos de ciego para intentar revestir de juridicidad una protesta que sabe, perfectamente, que no tiene la menor posibilidad de prosperar),estén entrando en una dinámica tan peligrosa, irrumpir en un polvorín con el mechero encendido, exponiéndose a que, una vez encendida la mecha de la discordia, ya no sea capaz de controlarla, máxime cuando sabe, por experiencia, como se las gastan los de ERC, cuando se trata de aprovechar las ocasiones desestabilizadoras que se les presentan. Lo he repetido en varias ocasiones y, aunque se me tilde de visionario y tozudo, voy a volver a insistir en que, estos desplantes de las izquierdas ya trajeron efectos nefastos para España en los años treinta. No caigamos en lo mismo.
Miguel Massanet Bosch
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