Autor: Lluís Foix (Publicado en La Vanguardia-Reggio´s, aquí)
Es interesante releer el discurso que Manuel Azaña pronunció en las Cortes el 25 de junio de 1934 a propósito de la ley de Contractes de Conreu que sería uno de los motivos por los que Lluís Companys protagonizaría el golpe contra la República el siguiente 6 de octubre con los perturbadores resultados de todos conocidos. Días antes de aquella insurrección, Azaña se encontraba en Barcelona para asistir al entierro de Jaume Carner, que fue su ministro de Hacienda durante el primer gobierno republicano.
Fue detenido con la acusación de haber instigado la insurrección, se le confinó durante un mes en el buque de la Armada Alcalá Galiano y la falta de pruebas hizo posible su libertad. Esas experiencias las plasmó en su libro Mi rebelión en Barcelona, publicado en 1935, en el que incluyó los discursos que sobre Catalunya había pronunciado en las Cortes.
Las palabras de Miquel Roca en estas páginas hace una semana diciendo que la defensa del Estatut es también la defensa de la estabilidad de España me han llevado a consultar el discurso de Azaña citado y del que me parece oportuno transcribir algunos pasajes: “Jamás hemos visto nosotros en la autonomía de Catalunya un problema catalán; yo he sostenido siempre que el problema de Catalunya, tal como históricamente lo habéis conocido vosotros, era el primer problema español, en el orden político el más importante, el más urgente y el que, de ser resuelto, podía traer al país fecundos resultados”.
Refiriéndose al gobierno conservador en el que Alejandro Lerroux era la pieza principal, añadía que se comete una equivocación “cuando esta máquina delicada de la autonomía y este tacto y manejo de sentimientos populares como son los catalanes, caen en manos torpes que los maltratan, que los hieren, que los disgustan, que los repelen”.
El problema persiste más de setenta años después. Entonces lo que estaba en juego era la idea de España y ahora también. El Tribunal Constitucional puede fallar sobre el recurso cuando lo crea oportuno a pesar de las muchas inaceptables anomalías formales en su composición. No es una cuestión de leyes, sino de la visión política de una España en la que todos nos podamos sentir cómodos sabiendo que el catalanismo no ha sido históricamente independentista a no ser que Rajoy y Zapatero -las dos Españas- se empeñen en ello.
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