No se puede decir que nos haya sorprendido, ni tan siquiera nos ha hecho mover un solo músculo de la faz, simplemente se ha constatado, una vez más, la forma descarada que tiene de faltar a la verdad, para decirlo sin ofender, de nuestro presidente del gobierno, señor Rodríguez Zapatero. En efecto, nuestro señor Presidente no hace muchos meses aseguró que no se contemplaba la idea de subir impuestos lo que para algunos, gatos viejos y escaldados diría yo, nos puso en alerta máxima seguros de que, las declaraciones de ZP, eran el augurio más creíble de que los impuestos iban a subir. Otra cosa es que nos conformemos con volver a ser, los de la sufrida clase media, los que tengamos que soportar, además de convertirnos en paganos por culpa de la ineficacia, despilfarro, falta de previsión e ineptitud del Gobierno, el que se nos tache de “ricos” de “pudientes” y los de “las grandes fortunas”, porque, si para la señora vicepresidenta, señora Salgado, los que ganan el doble de un mileurista ( 24.000 euros al año) ya se considera una gran fortuna, díganos entonces lo que son todos los de la casta política que viven a costa nuestra, para quienes esta cantidad y mucho más, la perciben solamente por un mes de su “abrumador” y “eficaz” trabajo y, todo ello, sin contar con dietas, gastos de representación y otras muchas bicocas que los cargos que ostentan llevan anejas. Digan ustedes, sin ambages, que necesitan sacar dinero de debajo de las rocas si es que lo hubiera; reconozcan que el desempleo se les ha ido de las manos; admitan que no han acertado en ninguna de las medidas que han aplicado para relanzar la economía y discúlpense por no haber querido escuchar, en ninguna de las ocasiones en que les han sido propuestas, las soluciones y alternativas que les han sido ofrecidas desde los bancos de la Oposición.
Después de que hubieran sido advertidos desde el FMI, Bruselas, el BCE y, prácticamente, desde todas las instancias económicas de Europa y los EE.UU sin que, en su soberbia y fatuidad, hayan querido aceptar humildemente las recomendaciones que se les daban; cuando por simples intereses electoralistas se han negado temerariamente a reconocer, ante un perplejo pueblo español, lo que era evidente, lo que saltaba a la vista y era vox pópuli, respecto a que avecinaba a pasos agigantados una crisis económica agravada, en nuestro caso, por el derrumbe de la burbuja inmobiliaria, que los socialistas no sólo no supieron prever, sino que muchos contribuyeron a ella en su afán de un enriquecimiento rápido; se han encontrado ante la triste realidad de una España sumida en el caos más espantoso, con más de cuatro millones de parados y camino de los cinco, si es que no se produce un milagro en este próximo otoño. Se quiere elevar la moral de la población mostrándonos como señuelo los primeros indicios de recuperación que se están dando en Alemania, Francia y el Japón, olvidándose de que, en estos países, los gobiernos se han esmerado en aplicar mediadas que han ayudado a recuperarse a las empresas por medio de ayudas crediticias, moderación de las cargas impositivas y contención y austeridad en el gasto público; atacando el problema desde la raíz para ayudar a fomentar la recuperación industrial con el fin de que la competitividad y la productividad ayudasen a tirar del empleo. En ninguno de los países mencionados, a pesar de tener una población muy superior a la nuestra, se han registrado cifras tan alarmantes de destrucción de empleos como la nuestra, sin que nunca haya llegado ni a la mitad de los desempleados que, por desgracia e incuria gubernamental, tenemos en España.
La política llevada a cabo por el gobierno de Rodríguez Zapatero, por el contrario, ha adolecido de la falta de la más mínima planificación y, en todo momento, ha estado condicionada por la improvisación, por su propio sectarismo y por el miedo a la acción de los sindicatos, ante los que se han plegado incondicionalmente negándose a escuchar el clamor popular que pedía un cambio, en profundidad, del marco laboral en nuestro país, tal y como se ha producido en otros países mucho más avanzados que el nuestro sin que, por ello, se haya producido ninguna revolución proletaria. El resultado de tal insensatez ha sido que, en lugar de dar ayuda al motor económico de la nación, el sector industrial, los servicios y el tejido comercial, de manera que, apoyando a los que tuvieran capacidad para ser viables por medio de créditos blandos, de mejoras en la adaptación de plantilla y aliviando sus cargas fiscales, se pudieran poner en línea con el resto de sociedades de la competencia europea y americana; lo que se ha llevado a cabo es poner toda la carne en el asador (invertir miles y miles de millones) en atender a los desempleados que, a medida que las empresas se han ido hundiendo, han ido creciendo en proporción exponencial; convirtiéndose todo el proceso en una especie de bola de nieve que no ha parado de crecer hasta llegar a la preocupante situación en la que nos encontramos ahora.
Y así hemos llegado al momento en que, el Estado, endeudado y con pocas posibilidades de endosar más deuda pública, aunque sea primada, debido a la baja aceptación que ya tiene entre los inversores extranjeros, que desconfían de ZP, han tenido que acudir al Fondo de Garantía de las Pensiones al que han obligado a comprar Deuda Pública española para poder sacar la cabeza del piélago en el que se encuentran naufragados. Entonces empieza el juego del ratón y el gato. No quieren espantar a la población, pero necesitan dinero, para lo cual empiezan los habituales globos sonda, hablándonos de gravar las grandes fortunas; sin embargo, como a todas luces esto es insuficiente y todos sabemos que los poderosos están blindados contra Hacienda, se baja el listón y ahora, como quien se cae del guindo, aparece la “celestial” señora Salgado y, con su voz apenas audible, nos anuncia que se van a revisar todos los impuestos (que es lo mismo que afirmar que se van a aumentar todos) y que estos van a afectar a todos aquellos que cobren más de 24.000 euros anuales ( el doble de un mileurista) a quienes, por lo visto, la señora ministra considera ya grandes potentados, si es que debemos atenernos a lo que se anunció sólo hace unos pocos días. Pero esta medida, que parece inevitable, va a comportar un empobrecimiento generalizado de toda la población y, como siempre, un ensañamiento con la clase media verdadera impulsora de la economía de toda nación. Los resultados, en tiempo de recesión, de un recorte de ingresos que es lo que supone un aumento de la fiscalidad, va a ser una recesión mayor de la demanda y un empeoramiento generalizado de la economía, con lo que el desempleo puede superar con creces los malos augurios que ya se nos hacen para el otoño. La pescadilla que se muerde la cola, pero el gobierno de ZP ya va a tumba abierta y no le cabe otra salida que acabar de descender la cuesta de la deflación confiando en que Santa Rita acuda en su ayuda y salga un buen samaritano que nos saque del hoyo. Pero como estos señores que nos gobiernan son poco religiosos, practican el ateismo o el laicismo, difícilmente van a conseguir otra cosa que conducirnos a los españoles a una crisis mucho más larga que la de los otros países, que ya nos están empezando a mirar como si fuéramos bichos raros que no tienen idea de a dónde van ni qué es lo que, en definitiva, esperamos conseguir con este suicidio colectivo.
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