Lluis Foix (Publicado en La Vanguardia, aquí)
Kogelo (Kenia)
La vida en este villorrio perdido en el corazón de África, tierra de la tribu de los luos, ha mejorado sustancialmente desde que Barack Obama fuera elegido presidente de Estados Unidos.
Un nuevo tendido de electricidad llega a la vieja finca de los Obama donde está enterrado el padre del presidente de Estados Unidos. El camino que conducía a la casa de los Obama se ha arreglado aunque todavía no está asfaltado.
El agua corriente llega al poblado de Kogelo, unos cuatro mil habitantes como máximo, viviendo en casas de adobe en medio de maizales minifundistas. La casa de los Obama está a dos kilómetros por encima del ecuador. Clima tropical, húmedo por las brisas que llegan del lago Victoria.
El agua y la electricidad llegan a la casa de Mama Sarah, la abuela del presidente Obama o, dicho más concretamente, una de las varias esposas que el abuelo paterno del presidente americano tuvo en su larga existencia.
El más viejo de los Obama nació en 1870 y murió en 1975. Su existencia se prolongó 105 años. Mamma Sarah ha llegado a los 86 años y dice que fue la mujer del abuelo siendo todavía muy joven sin llegar a precisar la edad.
El hecho es que Mama Sarah se hizo cargo de la prolífica descendencia del más viejo de los Obamas que la llaman Granny. Hay casas-choza de la primera mujer que tuvo aquel keniano que luchó contra los alemanes en la Gran Guerra en el frente de Tanzania. Luego hay más casas-choza de otras mujeres que formaron parte del clan de los Obama.
En fincas adyacentes se instalaron hermanos del padre del presidente Obama con distintas chozas destinadas a las varias mujeres que compartieron lecho con los Obama de tres generaciones que se extienden por el territorio surcado de senderos y que hoy están un poco adecentados pero del todo silvestres.
El gobierno de Nairobi ha destinado veinte policías para garantizar la seguridad de los diversos recintos, pero muy especialmente el de Mama Sarah. Es una señora encantadora, sonriente, amable, que recibe una media de cuatro mil visitantes cada mes.
Es una peregrinación que no cesa. Ella se levanta temprano, se sienta en el primer círculo de sillas enfrente de su casa y va recibiendo a grupos de americanos, japoneses, europeos, árabes, musulmanes acaudalados de Oriente Medio y gentes de los más insospechados rincones del mundo.
Un policía sentado bajo una sombrilla metálica va tomando la filiación de los que llegan. Nombre, país de procedencia, objeto de la visita y comentarios.
Las buganvillas de color rojo, amarillo y rosa se exhiben en permanente floración en una tierra ocre y fértil en la que se cultiva principalmente maíz.
El hecho que la electricidad y el agua hayan llegado a la hacienda de los Obama no significa que la luz y el agua estén en todas las chozas de la zona. Hay que pagar mucho y no hay dinero. Pero Mama Sarah está la mar de satisfecha.
Paso primero por la escuela secundaria denominada Senador Obama en 2005. La directoria, se la conoce como la Principal, como todas las directoras o directores de las escuelas, me recibe en su despacho. Se llama Juanita Oviero y fue una de las veinte personas invitadas por los Obama a la ceremonia de Inauguración del presidente en Washington el día 20 de enero pasado.
No había salido nunca del país. Cuenta las experiencias de quince días en Washington, en un hotel de muchas estrellas, protegida por la seguridad de los agentes federales en la capital.
Se brinda a acompañarme a ver a Mama Sarah. Al llegar al policía de la entrada del recinto, varios grupos de veinte o treinta personas de no se sabe dónde, están esperando su turno.
Mama Sarah distingue a Juanita Oviero desde su silla rodeada de visitantes y pide que los de la escuela vecina pasen primero. Nos saltamos la cola, un gesto muy despreciado por un grupo de británicos que suelen guardar la cola hasta por andar por la calle. Nos sentamos bajo un inmenso árbol, a pocos metros de la tumba de su ex marido y de la del padre de Obama, que yacen en medio del gran jardín.
Le digo que soy de Barcelona y que vengo a conocerla. Ah, Barcelona, ustedes tienen un equipo de fútbol muy bueno. Barack Obama paseó por su ciudad en su breve visita a Barcelona.
Una dama anciana que sonríe constantemente y parece sorprendida de ser objeto de la visita de tantas gentes venidas de todo el mundo. Varias fotografías, saludos, preguntas sobre la visita que el presidente Obama realizó aquí en 2006, qué siente al ver que un africano haya llegado a presidente de los Estados Unidos.
Los tres grupos que esperaban cuando llegamos hablan entre ellos, incluso lanzan algún grito, hasta que un cuarto de hora de una conversación rutinaria se nos invita a dejar paso a los que me precedieron.
La rueda de visitas no para. Es la hora de comer y parece que Mama Sarah va a tomar sólo agua hasta que caiga el día que suele ser a partir de las seis de la tarde.
En otra Libreta les voy a contar otros detalles de esta extravagante visita. Por hoy, no les quiero cansar más. El tiempo tiene un gran valor para los africanos. Para usarlo como mejor consideren. Un viajero que me acompaña en el autobús de vuelta me dice algo que anoto: “ustedes los europeos tienen los relojes, nosotros nos contentamos con gozar de las veinticuatro horas del reloj”.
No acabo de hacerme a la idea de cómo un luo cuyo padre nació y está sepultado en esta parte de África sea hoy el presidente de Estados Unidos.
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