Quizá para desempalagarnos algo del tema electoral, que estos días acapara la portada de todos los periódicos de la nación y deshacernos del mal sabor que nos provoca ver a los líderes de los dos principales partidos del panorama político español, tirarse dentelladas con una fiereza y pasión dignas de mejor causa; hoy, si me lo permiten, centraré mi comentario en otro tema que, no por su trasfondo político,deja de ser chocante e ilustrativo de cómo los procedimientos de lavado de cerebros de los nacionalistas, sus inmersiones de todos aquellos que quieran vivir en tierras catalanas en las doctrinas y falacias del más rancio separatismo, inventado y floreado por una rama de políticos que han querido sacar jugo de
la Historia
, desconocida para la mayoría y tergiversada por las minorías intelectuales. Unos sujetos que han buscado ladinamente sacar materia de enfrentamiento, con el resto de España, de unos acontecimientos que se produjeron hace casi trescientos años, precisamente en aquellos tiempos en que el Borbón Felipe V pleiteaba con el Archiduque Carlos de Habsburgo sobre a quien le correspondía la corona del reino de España. Una lucha, materializada en
la Guerra
de Secesión, que tan cara nos salió a los españoles en vidas y en tierras. Consecuencia de ella y a causa del tratado de Utrecht, perdimos los Países Bajos, los territorios italianos (Nápoles, Cerdeña y Saboya); permitiendo que saliera beneficiada de todo este enredo la siempre rapaz Inglaterra, que consiguió para ella Gibraltar y Menorca, aparte del derecho a comerciar con las Indias españolas y el “asiento de negros” (permiso para comerciar con esclavos en las Indias).
Lo curioso y verdaderamente impactante de todo este maremagnum que se han traído los catalanes con la ayuda que le prestaron a los Habsburgo –en aquel conflicto, que tan mal acabó para ellos, donde fueron derrotados por Felipe V –; es que compartieron con Madrid el apoyo a la misma causa, lo que todavía hace menos comprensible esta animadversión hacia todo lo que proceda de la capital de España. A no ser que, lo que de verdad hubieran querido, es que la capitalidad de la nación recayera en Barcelona lo que, sin duda, hubiera acabado con sus aspiraciones independentistas. Aunque, en verdad, tampoco parece que la mayoría de los catalanes estén por esta labor, si es que debemos hacer caso de una encuesta que,
la Generalitat
, repite cada tres meses y que, con la misma terquedad, va proporcionando parecidos resultados; y es que, cuando se les pregunta a los catalanes si quieren independizarse de España la respuesta no puede ser más categórica porque, ¡sólo un 17% de los encuestados dicen que sí! , lo que, sin duda, da al traste con esta contundencia mostrada por los políticos separatistas que siempre han querido dar a entender que el sentimiento separatista es mayoritario en Catalunya.
De ahí que podemos deducir, fácilmente, que toda esta pretendida “injusticia” que se viene cometiendo, a juicio de algunos, con los catalanes; no tiene otro origen ni apoyo que la ofensiva emprendida por los partidos minoritarios ( ERC y CIU),que nunca hubiera pasado de una reivindicación localizada en unos cuantos cientos de miles de ciudadanos, si no hubiera terciado en su apoyo el PSC, con el nefasto señor Montilla a la cabeza que, para ayudar a apalancar el gobierno de Madrid, no dudó en obligar a ZP a traicionar a España, vendiéndose al nacionalismo excluyente lo que, evidentemente, estamos pagando en la actualidad cuando, las continuas e insistentes, reclamaciones de
la Generalitat
al Gobierno de ZP, en demanda de más autonomía y más dinero, no cesan; dando lugar a que, como no podía ser de otra forma, la región catalana sea la que se lleva la parte del león del presupuesto de la nación, en el perjuicio del resto de autonomías españolas.
Lo que sucede es que, las instituciones catalanas, el clero catalán y los deportes catalanes están copados por esta mafia, al estilo de la siciliano, que se ha hecho con el control de los puntos neurálgicos de influencia, de poder y de información, que les permite tener a su disposición todos los medios de adoctrinamiento para mantener a los catalanes perfectamente controlados y dirigidos. Así suceden cosas que, en cualquier otro país, resultarían inconcebibles; como el triste hecho de que la bandera española no pueda ondear en un estadio de fútbol o, que el himno español sólo sea un recuerdo lejano en estas tierras o que el declarase español sea tenido poco menos que como un acto de heroicidad. Por todo ello, sólo los que vivimos en Catalunya podemos entender que, un señor francés, por añadidura futbolista y para más información del Fútbol Club Barcelona, –dirigido por un independentista de conveniencia, el señor Laporta, un señor que, según dicen las malas lenguas, aspira a la presidencia de
la Generalitat
y ya ha hecho sus escarceos en la política, impidiendo que el equipo juvenil catalán, en una confrontación con un equipo o selección extranjera, no saliera al campo hasta que hubo concluido el himno nacional español – haya metido la pata hasta el corvejón olvidándose ( vayan ustedes a saber si por hacerse el simpático o por opinar sinceramente lo que ha manifestado) de que está militando en un equipo español, que está residiendo en España y que, si no por educación, al menos por cortesía a la nación que lo está cobijando y que le permite jugar la liga española ( no olvidemos que el “Barsa” depende de
la Federación
Nacional
de Fútbol y si quiere jugar con los equipos del resto de España tiene que atenerse a sus normas y preceptos), debiera mantener la boca cerrada en temas que, por supuesto, no le atañen y que inciden en la sensibilidad de muchos españoles que no nos conformamos con el hecho de que, alguien que viene de fuera de nuestro país, venga a enmendarnos la plana ni mucho menos que pretenda fomentar el separatismo como si fuera uno más de los extremistas de ERC.
El señor Thierry Henry, con perdón, no tiene ni idea de lo que es nuestra historia, ni de los avatares de
la Guerra
Civil
ni de sus consecuencias y, por supuesto, lo considero incapaz de emitir un juicio por el que pueda afirmar, con solvencia, que “Catalauña no es España. Es otra cosa” ¿Qué cosa señor Henry?, ¿acaso una comuna anarquista? o ¿una cábila de moros defensores del Islam? o, ¿puede que una colonia francesa? Es posible, y quiero creerlo así, que el sentimiento catalanista existente entre los catalanes que integran el equipo, haya podido influir en este señor; que la empanada mental que le puedan haber creado algunos, como Laporta u Oleguer, conocidos por su evidente desprecio hacia España, le haya predispuesto a manifestarse en la forma en la que lo ha hecho; pero le voy a decir una cosa, yo que usted no tardaría en pedir perdón a los españoles porque, la verdad, no nos gusta que de fuera vengan los extranjeros a enseñarnos como tenemos que hacer política. Le recuerdo que, una vez, un francés, Napoleón, pretendió enseñarnos a ser franceses y vea usted como le tratamos. Aquí, en España, empezó su Waterloo.
Miguel Massanet Bosch
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