Mario Molina fue premio Nobel de Química 1995. Descubrió el impacto destructor de los aerosoles en la capa de ozono.
Mario Molina despertó las conciencias de todo el planeta mucho antes de que Al Gore se planteara siquiera que el cuidado del medio ambiente era una prioridad. Los trabajos de este ingeniero químico (Ciudad de México, 1943) en la década de 1970 fueron los primeros en alertar sobre el impacto de los aerosoles que contenían CFC en la descomposición de la capa de ozono. Sus investigaciones consiguieron, de hecho, que se prohibiera su fabricación y su uso, mediante un acuerdo mundial sin precedentes hasta entonces, el Pacto de Montreal. Muchos recuerdan ahora aquel compromiso, al comprobar la escasa eficacia del otro gran pacto internacional -el Protocolo de Kioto- que se ha firmado para acabar con el exceso de emisiones que provocan el calentamiento global. Molina es aún optimista. No para de repetir que es posible "trabajar de forma colectiva para llegar a un nuevo acuerdo global".
Usted comenzó a investigar en la década de 1970. ¿Era más dificil entonces concienciar a la sociedad de la relevancia de los problemas medioambientales?
Efectivamente, entonces había mucho menos conciencia ambiental. Era un problema un poco esotérico: hablábamos de unos gases invisibles que nos protegían de unos rayos invisibles. Tuvimos que hacer un gran esfuerzo para poder comunicarlo a los responsables de tomar decisiones en los Gobiernos. Pasó toda una década, de hecho, antes de que se formulara un acuerdo internacional y otras dos para que se reconociera con el Premio Nobel. Pero la comunidad científica logró demostrar que no afrontar este problema era un peligro y al final tuvimos el apoyo de los Gobiernos y de la industria. El Protocolo de Montreal es un importante precedente de que este tipo de acuerdos se puede lograr.
¿Y está funcionando? ¿Se ha recuperado la capa de ozono?
Sí, está ya muy claro que, desde 1996, en que se firmó el compromiso de detener la producción, la situación ha mejorado mucho.
¿Cuál es hoy día el mayor problema medioambiental?
El calentamiento global. Tiene, por cierto, muchas similitudes con la desaparición de la capa de ozono. Ambos son cuestiones globales y muy graves. Pero los problemas ambientales hay que solucionarlos de manera integral.
¿Es el protocolo de Kioto una herramienta aún útil para solucionar este problema?
Yo creo que sí, pero ahora, en la segunda fase, ya es necesario que los países en desarrollo también tengan restricciones a las emisiones de gases. No se puede resolver este asunto a menos que todos los países importantes participen en su solución.
¿Cuál es la mejor vía para frenar las emisiones?
No hay una receta mágica ni única, hay que tomar muchas medidas. Entre otras cosas, es necesario fomentar el ahorro de energía y el uso de renovables, como la eólica o la solar, y es importante conseguir que los costes bajen lo más posible, para poder competir con el de los combustibles procedentes del petróleo. Y, además, está la nuclear. Se ha discutido mucho sobre esto, pero ya hay tecnologías nuevas que son más seguras que las actuales.
Así que es usted favorable a un replanteamiento del uso de la energía nuclear...
Sí, sí, porque los problemas que tiene se pueden solucionar. No es perfecta, pero, desde el punto de vista del cambio climático, es una buena respuesta.
Pero hay muchas dudas sobre su seguridad y el problema de los residuos está sin resolver...
Sí, pero se puede solucionar. Con diseños avanzados y plantas más pequeñas se puede mejorar muy visiblemente el tema de la seguridad. Aunque es cierto que requiere
inversiones grandes. La nuclear no puede ser la única respuesta.
Usted ha hablado en alguna ocasión de que las concentraciones urbanas son una vía para mejorar la eficiencia energética y el problema del agua...
Sí, en principio, los centros urbanos bien diseñados pueden ser muy eficientes. Tienen la ventaja de que los recursos están centralizados, pero no, esa ventaja no es automática. Muchas veces las ciudades crecen descontroladas, sin tener en cuenta todos estos factores.
Parece curioso que una ciudad muy poblada y llena de rascacielos pueda ser el paradigma de la sostenibilidad...
Sí, pero es así. Es en estas ciudades donde se ve más clara la ventaja del urbanismo. Desde el punto de vista del transporte, por ejemplo, CuritiBa, en Brasil, está bien diseñada y es muy eficiente.
Hablaba antes de la percepción social del medio ambiente. ¿Cree que la concesión del Premio Nobel de la Paz al IPCC y a Al Gore ha mejorado esa percepción?
Yo creo que sí. Los datos que muestran el último informe del IPPC han sido fundamentales para tomar conciencia de la magnitud del problema y la película de Al Gore [Una verdad incómoda] tuvo también mucho impacto en la sociedad. Además, se han hecho públicos estudios económicos que establecen que es posible resolver el problema a un coste moderado, del orden del 1% ó 2% del PIB de todo el planeta. Y ésta es una cifra, claramente, muy inferior a los daños que provocará el cambio climático si no se toman medidas.
¿Qué piensa entonces de los escépticos con el calentamiento?
Han perdido mucha fuerza. Eran mucho más activos hace unos años, pero el IPCC ha hecho muy bien su trabajo. Sus informes han sido muy abiertos y en ellos se han contestado todas las preguntas de los escépticos, como esa tan típica de "porqué preocuparse ahora si el tiempo siempre cambia". Bueno, claro que lo hace, pero los estudios climatológicos nos indican el origen de esos cambios y con qué frecuencia se producen; y ninguno de esos factores naturales explica este cambio repentino. Está claro que, sin tener en cuenta la influencia humana, no puede explicarse por qué cambia el clima como lo está haciendo. El consenso científico es total, no hay estudios o documentos que cuestionen con seriedad este tema. Siempre habrá personas que lo duden. Pero eso es más política que ciencia.
PATRICIA FERNÁNDEZ DE LIS - Valencia - (Publicado en Público.es, aquí)
Mario Molina despertó las conciencias de todo el planeta mucho antes de que Al Gore se planteara siquiera que el cuidado del medio ambiente era una prioridad. Los trabajos de este ingeniero químico (Ciudad de México, 1943) en la década de 1970 fueron los primeros en alertar sobre el impacto de los aerosoles que contenían CFC en la descomposición de la capa de ozono. Sus investigaciones consiguieron, de hecho, que se prohibiera su fabricación y su uso, mediante un acuerdo mundial sin precedentes hasta entonces, el Pacto de Montreal. Muchos recuerdan ahora aquel compromiso, al comprobar la escasa eficacia del otro gran pacto internacional -el Protocolo de Kioto- que se ha firmado para acabar con el exceso de emisiones que provocan el calentamiento global. Molina es aún optimista. No para de repetir que es posible "trabajar de forma colectiva para llegar a un nuevo acuerdo global".
Usted comenzó a investigar en la década de 1970. ¿Era más dificil entonces concienciar a la sociedad de la relevancia de los problemas medioambientales?
Efectivamente, entonces había mucho menos conciencia ambiental. Era un problema un poco esotérico: hablábamos de unos gases invisibles que nos protegían de unos rayos invisibles. Tuvimos que hacer un gran esfuerzo para poder comunicarlo a los responsables de tomar decisiones en los Gobiernos. Pasó toda una década, de hecho, antes de que se formulara un acuerdo internacional y otras dos para que se reconociera con el Premio Nobel. Pero la comunidad científica logró demostrar que no afrontar este problema era un peligro y al final tuvimos el apoyo de los Gobiernos y de la industria. El Protocolo de Montreal es un importante precedente de que este tipo de acuerdos se puede lograr.
¿Y está funcionando? ¿Se ha recuperado la capa de ozono?
Sí, está ya muy claro que, desde 1996, en que se firmó el compromiso de detener la producción, la situación ha mejorado mucho.
¿Cuál es hoy día el mayor problema medioambiental?
El calentamiento global. Tiene, por cierto, muchas similitudes con la desaparición de la capa de ozono. Ambos son cuestiones globales y muy graves. Pero los problemas ambientales hay que solucionarlos de manera integral.
¿Es el protocolo de Kioto una herramienta aún útil para solucionar este problema?
Yo creo que sí, pero ahora, en la segunda fase, ya es necesario que los países en desarrollo también tengan restricciones a las emisiones de gases. No se puede resolver este asunto a menos que todos los países importantes participen en su solución.
¿Cuál es la mejor vía para frenar las emisiones?
No hay una receta mágica ni única, hay que tomar muchas medidas. Entre otras cosas, es necesario fomentar el ahorro de energía y el uso de renovables, como la eólica o la solar, y es importante conseguir que los costes bajen lo más posible, para poder competir con el de los combustibles procedentes del petróleo. Y, además, está la nuclear. Se ha discutido mucho sobre esto, pero ya hay tecnologías nuevas que son más seguras que las actuales.
Así que es usted favorable a un replanteamiento del uso de la energía nuclear...
Sí, sí, porque los problemas que tiene se pueden solucionar. No es perfecta, pero, desde el punto de vista del cambio climático, es una buena respuesta.
Pero hay muchas dudas sobre su seguridad y el problema de los residuos está sin resolver...
Sí, pero se puede solucionar. Con diseños avanzados y plantas más pequeñas se puede mejorar muy visiblemente el tema de la seguridad. Aunque es cierto que requiere
inversiones grandes. La nuclear no puede ser la única respuesta.
Usted ha hablado en alguna ocasión de que las concentraciones urbanas son una vía para mejorar la eficiencia energética y el problema del agua...
Sí, en principio, los centros urbanos bien diseñados pueden ser muy eficientes. Tienen la ventaja de que los recursos están centralizados, pero no, esa ventaja no es automática. Muchas veces las ciudades crecen descontroladas, sin tener en cuenta todos estos factores.
Parece curioso que una ciudad muy poblada y llena de rascacielos pueda ser el paradigma de la sostenibilidad...
Sí, pero es así. Es en estas ciudades donde se ve más clara la ventaja del urbanismo. Desde el punto de vista del transporte, por ejemplo, CuritiBa, en Brasil, está bien diseñada y es muy eficiente.
Hablaba antes de la percepción social del medio ambiente. ¿Cree que la concesión del Premio Nobel de la Paz al IPCC y a Al Gore ha mejorado esa percepción?
Yo creo que sí. Los datos que muestran el último informe del IPPC han sido fundamentales para tomar conciencia de la magnitud del problema y la película de Al Gore [Una verdad incómoda] tuvo también mucho impacto en la sociedad. Además, se han hecho públicos estudios económicos que establecen que es posible resolver el problema a un coste moderado, del orden del 1% ó 2% del PIB de todo el planeta. Y ésta es una cifra, claramente, muy inferior a los daños que provocará el cambio climático si no se toman medidas.
¿Qué piensa entonces de los escépticos con el calentamiento?
Han perdido mucha fuerza. Eran mucho más activos hace unos años, pero el IPCC ha hecho muy bien su trabajo. Sus informes han sido muy abiertos y en ellos se han contestado todas las preguntas de los escépticos, como esa tan típica de "porqué preocuparse ahora si el tiempo siempre cambia". Bueno, claro que lo hace, pero los estudios climatológicos nos indican el origen de esos cambios y con qué frecuencia se producen; y ninguno de esos factores naturales explica este cambio repentino. Está claro que, sin tener en cuenta la influencia humana, no puede explicarse por qué cambia el clima como lo está haciendo. El consenso científico es total, no hay estudios o documentos que cuestionen con seriedad este tema. Siempre habrá personas que lo duden. Pero eso es más política que ciencia.
PATRICIA FERNÁNDEZ DE LIS - Valencia - (Publicado en Público.es, aquí)
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