Señores, en este país hemos llegado al extremo de que, si queremos ver la bandera española ondeando al viento, tenemos que recurrir al deporte nacional, el fútbol. Es deprimente que nuestro amor patrio, nuestro nacionalismo español quede reducido a los estadios donde se practica el deporte llamado “rey”, como si todo el patriotismo que cabe en nuestras almas, el que somos capaces de sentir y aquel que no nos avergüenza demostrar, se centrase en el orgullo que depositamos en nuestros representantes deportistas del fútbol pie. Dicho de otra manera, para centrar mejor la cuestión, que todas nuestras máximas aspiraciones se centran en los pies de once jóvenes y en que, estos pies, hábilmente manejados, consigan perforar la portería del equipo contrario, con la ayuda de un balón, más veces que los del equipo contrario. Y con ello no quiero decir que no me alegre de nuestras victorias deportivas, simplemente, he querido exponer un hecho constatable. Hasta el señor Gaspar, antiguo y belicoso presidente del Barça, tuvo que formular (con la boca pequeña, por supuesto) una tímida alabanza del equipo español, si bien, por la cara que puso al decirlo, daba la sensación de que le estuvieran arrancando la muela del juicio. Pero así es En nuestra realidad cotidiana hay sin duda valores que han dejado de ser prioritarios e incluso que se consideran pasados de moda y frutos de posiciones anticuadas, obsoletas y, por supuesto, ajenas a las nuevas tendencias relativistas y materialistas que se han hecho dueñas de una gran parte de nuestros conciudadanos. El respeto y consideración hacia las personas mayores, que antaño se manifestaba como un reconocimiento a la experiencia, si no, a la sabiduría, ha sido suplantado por burlas, mofas, epítetos, descalificaciones y, prepotentes e inconscientes, alardes de superioridad de una juventud que todo lo ha tenido fácil y que, en su temeridad, se cree que todo lo sabe. Pero la culpa de que esto suceda no se la podemos dar a ellos, sino a quienes han querido eliminar de España todos aquellos sentimientos, virtudes, valores e ideales que ahora les estorban para poder conducir a la sociedad hacia sus fines partidistas que esperan conseguir con la supresión de la moral y la ética el caldo de cultivo para hacerse con el control de la nación. Así nadie se podrá extrañar de que muchos de los que militaban en el PP y que los han votado, estén asombrados de que, en un partido señero en la defensa de los valores cristianos, de la Capilla Sixtina en una discoteca de barrio. No debemos extrañarnos que de, en esta nueva directiva del remozado PP, se puedan escuchar frases como la pronunciada por el camaleónico señor Arenas sobre el 11-M: “ el 11-M no está entre las preocupaciones de los españoles” ¡Pues, mire usted, no estará entre las suyas, pero sí entre las de los parientes de las víctimas y entre las de quienes no nos hemos creído nunca la amañada versión oficial! U otras perlas, esta vez procedentes de la “joya” de la nueva directiva, la señora Cospedal cuando, con referencia a los excluidos por Rajoy ( María San Gil, Zaplana, Pizarro, Mayor Oreja etc.) afirma: “ ya no era necesario que estuvieran” ¡Claro, han llegado los del 7º de Caballería para masacrar a los indios y luego robarles las tierras; esto ya lo sabíamos los que peinamos canas, señora mía! Y, por cierto, ha vuelto a repetir la misma cantinela con la que Rajoy ha pretendido cubrir, con una capa de espuma,el incendió de los ideales y valores que siempre habían caracterizado al PP; cuando ha sentenciado: “Los tiempos y las circunstancias cambian”; y es evidente que esto es lo que se propone el señor Rajoy y todos los que le están apoyando, especialmente aquellos que tienen un gran vestuario de chaquetas de colores distintos, que les permite cambiárselas cuando sea conveniente hacerlo. Según este criterio los principios de la física, inmutables, también deberían amoldarse a las conveniencias de los físicos o, los hechos, circunstancias y situaciones históricas, como pretenden los socialistas con su revisión de Una situación cómoda, fácil de controlar y libre de problemas. Sólo un inconveniente, señora Cospedal, y es que han dejado ustedes de lado a una gran parte de los diez millones trescientos mil votantes que les apoyaron y que, contrariamente a lo que usted opina, no están de acuerdo con esto de que, porque los tiempos sean otros, se deba dejar de defender lo que se considera justo, moral y éticamente correcto y, legalmente, exigible. Pero, sobre cualquier otra consideración, son los que desprecian, abominan y rechazan la gran deslealtad de aquellos que aprovechando los votos que se les dieron para desmantelar la tradición, la solera ideológica y los principios de un partido histórico, los utilizan para adaptarse a los modos, los trucos y las martingalas de sus adversarios políticos, ahora en el Gobierno; quienes, por cierto, no se cansan de alabarlos y victorearlos como si, en vez de ser los que quieren llevarlos a la inanidad y a la tumba política, fueran sus hermanos de filas. Sólo ello ya bastaría para tener la certeza de que ustedes se han equivocado en el camino elegido. Han traicionado a su electorado, han cometido falacia con él, y, por supuesto, se han puesto voluntariamente en la senda del fracaso electoral. Quien avisa no es traidor, pero me temo que se acabó lo que se daba para el PP.
Miguel Massanet Bosch
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