Como soy un pecador, un empedernido y reincidente vicioso por mi relación de amor-odio con los temas de política, me quise imponer una penitencia que estuviera en proporción con la gravedad de mis faltas y no encontré castigo mejor que obligarme a ver, de cabo a rabo, el festival de la Eurovisión. Puedo asegurarles que he salido purificado de tan terrible averno y pienso que, con tal prueba, ya he purgado por adelantado todos mis pecados políticos.
Debo admitir que siento una especie de ternura por el personaje. Este tal Rodolfo Chiquilicuatre no es más que un infeliz, una pobre persona que, por los gajes del destino, se ha visto envuelta en un episodio en el que nunca soñó encontrarse y que, por mor de la maquinaria mediática que tantos atropellos comete, por el afán de enriquecimiento de sus promotores de la farándula que, sin esperarlo, se encontraron en sus manos con el vellocino de oro que les ha permitido embolsarse sustanciosas ganancias gracias, todo hay que decirlo, a la supina e inconmensurable estupidez de una masa inconformista –que, inevitablemente, se siente atraída por todo aquello que tenga el marchamo de populachero, de banal y bullanguero, siempre que ello pueda entrañar una protesta contra todo lo que signifique ortodoxia y mérito artístico que, no se sabe por qué razón, lo consideran patrimonio de las gentes cultas y de las derechas caducas – que, por empatía con el personaje, tuvieron la idea “genial” de votarlo para que representara a España en el certamen de Eurovisión. Bueno, esto siendo generoso y suponiendo que en todo este tinglado no hubiera la consabida mano negra que manejara los resortes de la elección para que dieran el resultado apetecido.
El hecho de que, desde TVE, se haya llevado a cabo una campaña exhaustiva y apabullante para promocionar este bodrio insoportable del famoso Chiqui-chiqui, ya nos de la medida de la clase de gente que tenemos al frente del ente que, por otra parte, no se cansa de acumular déficit ( se habla de 8.000 millones de euros) que cada día va engordando más sin que se alcance a vislumbrar el fin de tamaño despilfarro El solo hecho de que una cadena pública entre en competencia con las privadas en el tema publicitario bastaría para que las autoridades correspondientes tomaran cartas en el asunto para evitar que se produzca esta doble financiación que atenta contra lo que debe ser la libre competencia entre medios similares; pero el gran pecado está en que se supone que la TVE es el canal de televisión que representa a España y, por ello, no puede permitirse frivolidades ni bromas de mal gusto acudiendo a un festival de la canción con una horterada de canción, con un intérprete que ni tiene voz ni presencia ni tan siquiera vis cómica, acompañado por cuatro “bailarinas” zafias y rollizas, para mayor vergüenza de los españoles.
No debe extrañarnos que el señor Director del departamento de televisión de la Unión Europea de Radiodifusión pidiera, a los cuatro países del certamen clasificados directamente ( España, Alemania, Francia y Reino Unido), “mejores canciones para futuras ediciones”. Si no fuera porque me temo que, en todo este tinglado organizado por el señor Buenafuente, se deben manejar muchos millones ( publicidad, comisiones, discos, etc) y que es de todos conocida la afición de estos sujetos que manejan mal, pero arrimando el ascua a sus sardina, la televisión de todos los españoles, de favorecer a todos estos sujetos de la farándula que tanto apoyan a los socialistas y que tan fieles se muestran cuando llega la hora de pasar la bandeja petitoria para recibir subvenciones a costa de las arcas del Estado. Hubiera sido lógico un control por parte del ministerio de Cultura que hubiera puesto orden y sensatez en un tema que nos pueda afectar a todos, aunque se trate de la participación en un evento la Eurovisión, tan desvalorizado y amañado que se reduce a un reparto de favores y contra favores entre los distintos países. Gracias a ellos y al sentido del humor de algunas naciones amigas, se pudo conseguir que la penosa representación de Chiquilicuatre no se hundiera en el fango de los últimos lugares.
Las excusas que siempre acompañan a todo fracaso, los “podía haber sido peor” o las acusaciones de “incomprensión” para los que no supieron valorar “la valía de la canción y de la interpretación del personaje”, no nos valen. Escudarse en que el puesto décimo sexto conseguido fuera el mejor desde el año 2004, resulta algo deprimente y absurdo por lo que entraña de incompetencia de los que escogieron las canciones con las que hemos concurrido los últimos años. En fin, un fracaso cantado que se pudo haber evitado si en lugar de apelar al “gran público” se hubiera buscado un jurado de expertos y entendidos para seleccionar el material. Lo mejor no acudir a semejantes concursos donde todo se traduce en intereses comerciales, pero, si se decide acudir, al menos hacerlo dignamente.
En cuanto a Adolfo Chiquilicuatre lo mejor que le puedo desear es que pase página rápido. Como todas estas “celebridades” fabricadas a base de dinero y propaganda, su “estrella” será efímera y de aquí a unos meses, cuando pase esta falsa estela de popularidad que le acompaña, le ocurrirá como a tantos otros que, este gran antropófago de nulidades como es el olvido, se lo habrá tragado como lo ha hecho con tantos otros que han acabado muriendo en la más completa miseria. No quisiera que a este personaje le ocurriera lo mismo. Claro que este sujeto quizá nos pudiera justificar el haberse dejado manejar, argumentando con aquella frase romana: “Cibi condimentum fames est” que traducida al román paladino quiere decir: “ A buen hambre no hay pan duro”
Miguel Massanet Bosch
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