Al fin, esto es un régimen
El PP ha aceptado la derrota electoral con un buen conformar. Es comprensible. No tenía un proyecto propio y, sin embargo, mantiene el poder (ejecutivo) en media docena de Comunidades. Algunas tan importantes como Madrid o la región valenciana. Es la ventaja de un sistema autonómico como el nuestro. Tienes tu pequeña Moncloa. Eres un taifa. Mucho más que Romanones. ¿Cuánto podrá llegar a durar Chaves al frente del gobierno de esta «realidad nacional» que es Andalucía y que tiene nueve millones de habitantes? A Bono le pareció poco Castilla-La Mancha. Tenía clavada la espina de Zapatero. Camps tiene una enorme fuerza: es el dique de Rajoy frente a Esperanza Aguirre. ¿Quién será capaz de desafiar a Rajoy en estas condiciones? El que fue puesto a dedo se toma la ventaja de amenazar con un equipo personal desde el poder institucional. Después de la segunda derrota. Pero aquí todo es posible. Se puede cambiar el modelo de Estado sin los requisitos que exige la Constitución y sin que se escandalicen por ello los constitucionalistas de profesión. El Tribunal «ad hoc» se designa.
Esto es un régimen. No, un sistema de partidos. Aquí las autonomías permiten arreglos intrapartidarios que ni siquiera serían posibles con los modos oligárquicos de los partidos clásicos. Aquí no cuenta la alternancia.
¿Hacia dónde vamos? Evidentemente hacia el cumplimiento del proyecto de Zapatero. Con la ayuda de los nacionalistas y la ineficiencia del PP. Aquellos pondrán las condiciones que puedan, y el PP será informado del proceso. De paz. Siempre de paz. El objetivo es reducir el Estado a una carcasa, sustituible y sustituida por el Gran Partido, y anular los últimos vestigios de la nación en aras de las naciones históricamente postergadas, incluso nunca ensayadas.
A los treinta años de la proclamación de la Constitución vamos a lo que es verdaderamente un régimen. ¿Recuerdan que durante González hablábamos del PRI como modelo? Con Zapatero será algo parecido pero sin México y la Virgen de Guadalupe.
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