Carlos Martínez Gorriarán, candidato nº 1 al Congreso por Valencia
Publicado en UPyD, aquí)
El bipartidismo PP-PSOE, ¿es la expresión natural de una preferencia muy mayoritaria de la sociedad española, o el resultado lógico de un sistema concebido para favorecerlo? Depende, naturalmente, de con quién hables. He encontrado estos días, en Valencia, algunos partidarios muy fogosos de la primera suposición: la gente quiere bipartidismo, aunque algunos descontentos pretendamos ignorar esta realidad sencilla y contundente, aunque efectivamente aburrida. La argumentación probatoria es sencilla: ¿no ve usted que a la hora de la verdad la gente prefiere votar PP o PSOE? ¿Por qué tan pocos votan, en cambio, a IU, o todavía menos al Partido Humanista, el del Cannabis o el del Karma Democrático? Porque no quieren, y ya está. Pero esta perspectiva ignora que estos últimos son, con mayor o menor evidencia, partidos marginales, en el sentido de que representan opciones políticas muy poco arraigadas entre la ciudadanía, así se trate de las variedades más o menos blandas del anticapitalismo a lo Llamazares, o de propuestas simplemente gansas o iluminadas. Es como si, para justificar que en un restaurante donde hubiera docenas de platos en la carta pero la mayoría de los clientes eligieran siempre entre pollo industrial y pescadilla congelada, se alegara que muy pocos pedían exquisiteces como sapo partero, lombrices crudas o bigotes de foca. No, claro, ¿pero por qué no incluir en esa carta chuletas de buey, rodaballo o alcachofas?: porque entonces bajaría mucho la demanda mayoritaria de pollo o pescadilla, naturalmente.
La verdad es que los electores eligen librarse del corsé bipartidista cuando se les permite hacerlo. Pondré dos ejemplos quizás poco invocados para dirimir este asunto: el vasco y el catalán. En el vasco, los electores siguen tozudamente aferrados a un curioso anti-bipartidismo que llega a concentrar en el parlamento autonómico a cuatro partidos nacionalistas, uno oportunista (el de Madrazo, IU) y dos constitucionalistas (aunque es cierto que uno de ellos, el PSE, con crisis severa de identidad; esperemos que se le pase un día). En total, siete partidos para representar a cosa de millón y medio largo de electores: ¿dónde queda la natural preferencia bipartidista? ¿O es que los vascos también somos raros en esto? Pero veamos la situación catalana: allí son seis los partidos en el Parlament, si no se me escapa ninguno. ¿Son los vascos como los catalanes, y viceversa? No lo creo, y en cualquier caso la explicación no es psicológica ni asunto de idiosincrasia. No, es sencillamente política: las sociedades vasca y catalana son las más divididas de España por el nacionalismo, y la variedad de partidos que sus ciudadanos votan expresan esa complejidad social. La complejidad que el bipartidismo intenta asesinar, precisamente.
Se alegrará que en el resto de España la gente también podría votar a seis o siete partidos, y que si no lo hace es porque no le da la gana. ¿Seguro que es así? ¿O no será más bien que, en ausencia de fracturas como las de Cataluña y Euskadi, el sistema se ha desarrollado de tal modo que trabaja para expulsar a los partidos que no consiguen los puestos de primero o segundo? Es un hecho contrastado que PSOE y PP son incapaces de ponerse de acuerdo en nada, excepto en una cosa: expulsar del sistema de partidos que compiten por el gobierno nacional a cualquier tercero en disputa. Por eso presionan al unísono a los medios para, por ejemplo, minimizar en la medida de lo posible la información sobre UPyD.
Y esto no es suficiente: la constitución de un nuevo partido nacional y su presentación a las elecciones está sometida a una verdadera carrera de obstáculos prepotentes, arbitrarios, caprichosos y a veces delirantes, como el caso del monopolio virtual de sobres y papeletas de voto ejercido por una o dos empresas. O el truco del mailing, que sólo en una ciudad como Madrid asciende a un millón de euros, que el partido adelanta y que luego le abona el Estado… de nuestro dinero, ese mismo que niega para apoyar a posibles competidores de PSOE y PP. Naturalmente, un partido nuevo que no consiga cuantiosos créditos bancarios no podrá hacer mailing, es decir, enviar a los domicilios particulares los sobres con sus papeletas de voto, procedimiento usado, según algunos, para retener a ese 70% de votantes que acude a votar con el voto en su sobre reglamentario que ha recibido en su casa. El partido nuevo no obtiene créditos porque los bancos se niegan a financiarlo con la excusa de que no tiene futuro, precisamente debido a que no tiene el dinero indispensable para el mailing… Finalmente, los grandes grupos de comunicación consideran que el partido nuevo que quiere romper el bipartidismo no lo conseguirá porque carece de futuro al carecer de dinero y no conocer los electores su existencia, de lo que también se encargan esos mismos medios de comunicación al minimizar su actividad… ¡Un círculo vicioso perfecto!: no money, no mailing, no future. O sea, la profecía autocumpliente. Entendida la lógica del mecanismo de monopolio y exclusión, lo penoso es que nos tomen por imbéciles al justificarlo como el resultado de una preferencia social, en vez de como la consecuencia de las decisiones de ciertos agentes privilegiados dedicados a desvirtuar el sistema para, precisamente, mantener esos privilegios. Es una imposición, no una preferencia.
Últimos comentarios