Agitación y paso al frente independentista
El aquelarre soberanista de San Mamés ha puesto la guinda a la legislatura de Zapatero. Cuatro años pactando de todo con los nacionalistas y, al final, a poco más de dos meses para las elecciones, sus socios agradecen al Gobierno socialista los servicios prestados con una exhibición de fuerza y de radicalismo, con el fútbol siempre como excusa. Lo más elocuente, por su silencio clamoroso, ha sido la respuesta del Ejecutivo y del PSOE. Ni una palabra sobre el partido entre las selecciones de «Euskal Herria» y Cataluña y toda la parafernalia independentista y radical que rodeó el encuentro, incluida la quema de la bandera de España. Ni el presidente del Gobierno, ni un solo ministro, ni un portavoz del PSOE han salido a la palestra a decir algo, a favor o en contra, del acto político que se desarrolló el sábado en el estadio de San Mamés. Ayer sí hubo declaraciones públicas de dirigentes socialistas, pero sólo para criticar al PP y a Rajoy por las razones más variopintas.
La indiferencia del Gobierno de Zapatero hacia el último ejemplo de desafío independentista contrasta con la movilización de los dirigentes nacionalistas. En San Mamés hubo pleno. Allí estaba el lendakari, Juan José Ibarretxe, además del presidente del Parlamento autonómico catalán, Ernest Benach; el vicepresidente de la Generalitat de Cataluña, Josep Lluís Carod-Rovira, y el presidente de CiU, Artur Mas, entre otros representantes de los partidos nacionalistas catalanes, vascos y gallegos. Todos en primera línea, dando otro paso al frente en sus insaciables reivindicaciones políticas, y sin encontrar el más mínimo contrapeso político razonable por parte del Gobierno de la Nación, que da la callada por respuesta. «Todo se puede decir con una sonrisa», afirma Zapatero en el vídeo de la «Z» de su campaña electoral. Quizás ésa sea la respuesta.
En el País Vasco, la única crítica llegó desde el PP. Aquello del frente constitucionalista, formado por populares y socialistas vascos hace unos años, pasó a mejor vida. El sábado, el PSE dio un salto sobre el partido-desafío y a otra cosa, que aquí no ha pasado nada. El presidente del PP de Vizcaya, Antonio Basagoiti, fue contundente. Aseguró que los representantes de los gobiernos autonómicos vasco, catalán y gallego le parecen «tan franquistas como el dictador» por la utilización que hicieron del fútbol para hacer un «acto de carácter ideológico y sectario».
«Se violó San Mamés»
En declaraciones a Ep, Basagoiti comentó que el sábado «se violó San Mamés», porque el estadio, considerado como la catedral del fútbol español, siempre «se había mantenido al margen de las opciones políticas y de las ideologías». «Han actuado de verdaderos ocupas la consejera vasca, el consejero catalán y la consejera gallega, porque han utilizado un campo de fútbol que es de los socios, que es privado y que es de una institución para hacer un acto de carácter ideológico y sectario». «Convirtieron San Mamés en la catedral del sectarismo político tres personajes que ocuparon el campo de fútbol para hacer sus particulares reivindicaciones», añadió el dirigente del PP.
También el PP catalán emitió un comunicado en el que acusa al PSC de «fomentar la animadversión de los catalanes hacia el resto de España» al permitir que Cataluña firmara una declaración que exige la oficialidad de su selección deportiva.
ERC: «Un gran acto»
El portavoz de ERC en el Parlamento catalán, Joan Ridao, estaba, en cambio, plenamente satisfecho. A su juicio, el partido entre «Euskal Herria» -así quieren llamar los nacionalistas vascos a su selección- y Cataluña es «un gran acto de afirmación de la voluntad de ser un país normal».
El fervor de los nacionalistas, que compartieron gradas en San Mamés con los proetarras y los carteles de los presos terroristas, contrasta con la indiferencia ciudadana que en los últimos años se ha instalado en una parte muy destacada de sus Comunidades. En Cataluña, la desafección hacia los políticos se hizo visible en el referéndum sobre el nuevo Estatuto de Autonomía: una abstención del 50,58 por ciento. En Galicia, el partido ganador de las últimas elecciones autonómicas fue el PP; el BNG quedó tercero, pero se hicieron fuertes gracias a que el PSOE les abrió las puertas de la Xunta y le dio una Vicepresidencia. Y en el País Vasco, la desintegración del frente constitucionalista ha reducido la respuesta de esa parte de la ciudadanía a los excesos del nacionalismo. De aquel frente constitucionalista que a punto estuvo de desalojar al PNV de unas instituciones dominadas por la endogamia sólo queda ya resignación. Y mientras, muchos vascos abandonan su tierra.
Entre tanto, las elecciones generales están a la vuelta de la esquina. Mientras Zapatero y su hueste tratan de parecer más centristas con continuos guiños a esa parte del electorado, sus aliados parlamentarios muestran una vez más su verdadera cara. Según se acerca el 9 de marzo, los partidos nacionalistas exhiben más y más sus radicalismos y ponen punto final a la expresión «nacionalismo moderado». En la legislatura en la que Zapatero iba a calmar supuestamente las ansias de esas formaciones, resulta que todas se han pronunciado como soberanistas, sin medias tintas. En el País Vasco, Ibarretxe quiere convocar una consulta ilegal en octubre. En Cataluña, Carod anuncia un referéndum para 2014.
¿Y después de las elecciones, qué? Zapatero ya ha anunciado que no pactará bajo ningún concepto con el PP. Sus socios preferidos para los próximos cuatro años, si consigue ganar, son el PNV y CiU. Queda por saber cómo será la respuesta del Gobierno ante un eventual referéndum ilegal. Quizás aplique eso de «todo puede decirse con una sonrisa».
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