Sectores de la izquierda y la derecha emprenden una campaña de acoso al Rey
La ofensiva antimonárquica, ahora en plena efervescencia, no surge por casualidad. Desde hace unos tres años se vienen produciendo una serie de ataques a la Corona por sectores de la izquierda, pero también de la derecha republicana, alimentados por algunos medios de comunicación. Tan es así, que desde la cadena de radio de la Conferencia Episcopal, la Cope, el locutor Federico Jiménez ha llegado a pedir la abdicación de Don Juan Carlos. Este es quizás el ejemplo más aparatoso, pero no es ni mucho menos el único, pues la ofensiva tiene sus motores y auspiciadores en diversos sectores. Lo que empezó de forma esporádica y desordenada, poco a poco se ha ido desvelando como una campaña organizada y que, probablemente, no cesará hasta las próximas elecciones, cuyo objetivo es desacreditar a la institución monárquica.
Desde la publicación el pasado julio en la revista «El Jueves» de una viñeta injuriosa de los Príncipes, casi cada día aparece un nuevo frente. El último, la petición presentada inicialmente por la Entesa catalana (ERC, IU y PSC) en el Senado, aunque después se descolgaron IU y PSC, de que el Rey deje de ser el Jefe de las Fuerzas Armadas, como establece la Constitución.
La mayoría de los españoles contemplan perplejos esta operación contra la forma de Estado que ha propiciado el más largo periodo de paz, progreso, estabilidad y libertad de nuestra historia. Normalmente, estos ataques nada tienen que ver con el ejercicio de la crítica ni con el derecho legítimo a defender otras opciones de forma de Estado. Son ataques basados normalmente en el insulto, la descalificación, la manipulación y rayanos muchas veces en la calumnia.
«La campaña contra la institución monárquica está directamente conectada con la operación puesta en marcha para desacreditar la Transición», advierte un político de aquella época, puesto que, como recuerda, el Rey fue el máximo impulsor de la reconciliación entre los españoles, del pacto entre la izquierda, la derecha y los nacionalistas, y de la «no vuelta» a los enfrentamientos del pasado, acordada en aquellos años.
Esta estrategia de presentar a la izquierda como el único bando que tuvo que ceder en los años setenta también ha sorprendido a la comunidad internacional, que siempre ha considerado ejemplar la Transición española, en la que todos cedieron.
Incluso, historiadores extranjeros como el hispanista norteamericano Stanley Paine han detectado la campaña puesta en marcha en nuestro país. El propio Payne advirtió hace un año desde la Universidad de Georgetown sobre los riesgos del «nuevo movimiento republicano» español, encabezado en su opinión por la extrema izquierda y algún sector del PSOE. No obstante, la derecha republicana ha querido aprovechar esta ofensiva antimonárquica para lograr sus objetivos, pues no perdona a la Corona el desmantelamiento del franquismo con el que esa derecha mantenía una situación privilegiada.
La tibieza del presidente
El ambiguo discurso del propio presidente del Gobierno, con constantes alusiones idealizadas a la República -se define como «monárquico», pero dice que «tenemos un Rey bastante republicano»- y su empeño por recordar los horrores del pasado, han contribuido a envalentonar a los autores de estos ataques a la Corona. Esta misma semana, en plena ofensiva antimonárquica, cuando se esperaba un gesto contundente del Gobierno hacia los radicales, Rodríguez Zapatero les pidió que no traspasaran «el límite de lo ofensivo, porque así se pierde mucha razón».
Los ataques más llamativos son los protagonizados por un grupo de separatistas catalanes que queman las fotos de los Reyes, que son, según la Constitución, el símbolo de la unidad de España con la que ellos quieren acabar. Sus protestas, que empezaron días después de la celebración de la Diada y que, como ayer, se repiten casi a diario e incluyen la quema de imágenes de Don Juan Carlos, han tenido como guarnición las palabras de ex presidentes de la Generalitat como Pasqual Maragall, que ahora defiende un «Estado catalán», o Jordi Pujol, que ha dicho que «es la Constitución la que debe adaptarse a Cataluña y no Cataluña a la Constitución».
La campaña contra la Corona ha calado en determinados sectores de la izquierda, hasta tal punto que en algunas manifestaciones organizadas por partidos políticos, asociaciones o sindicatos, como la celebrada el pasado 1 de mayo en Madrid, prácticamente sólo ondearon banderas tricolores.
Enviados a ver un oso
Determinada prensa se ha mostrado particularmente activa en recoger aspectos negativos para la Monarquía. Desde hace algunos años, el diario de tirada nacional que dedica más espacio a las informaciones y opiniones críticas con la Corona es «El Mundo», que ha llegado a desplazar enviados especiales hasta remotas zonas de Rusia para investigar si realmente un oso que supuestamente cazó Don Juan Carlos varios meses antes había sido emborrachado previamente.
A ellas se suma el artículo semanal de columnistas, en los que casi nunca faltan los intentos por descalificar a algún miembro de la Familia Real, especialmente a la Princesa de Asturias, y las viñetas de algunos de sus dibujantes en algunos suplementos anejos al diario. También desde ese periódico se difunden algunos de los ataques que dirige el mencionado Jiménez a la Corona, aunque es en su programa donde este radiofonista no suele escatimar insultos y descalificaciones al Jefe del Estado.
Las víctimas
Aprovechando la ofensiva antimonárquica desatada estos días, el locutor ha llegado a decir que «lo mejor es que el Rey abdicase en el Príncipe». En su empeño por descalificar a Don Juan Carlos ha llegado a acusarle de no estar con las víctimas del terrorismo. Inmediatamente, voces muy significativas de este colectivo le han contestado reafirmando el inagotable apoyo que Don Juan Carlos les ha aportado en todos estos años de sufrimientos. Testimonios tan referenciales como los de Mari Mar Blanco, Irene Villa, Ana María Vidal Abarca, Conchita Martín, Daniel Portero o Mapi de las Heras han relatado la cercanía que los miembros de la Familia Real les han mostrado.
Capítulo aparte merecen las críticas de carácter personal difundidas por los numerosos programas de corazón, empeñados en crear una imagen banal y frívola de los miembros de la Familia Real, operación de la que no se salvan, ni siquiera, los menores de edad. Entre todas las cadenas, destaca el ánimo demoledor de buena parte de los comentaristas que intervienen en programas rosas como «Aquí hay tomate» o «Está pasando», de Telecinco, amparados en el hecho de que Zarzuela tiene por costumbre no desmentir las falsedades que se difunden.
Esta semana, el senador del PNV Iñaki Anasagasti ha llegado a salir con su mismo discurso republicano en dos programas de televisión el mismo día, uno emitido por la mañana y, el otro, por la tarde.
El frente editorial
La campaña de ataques a la Corona ha coincidido también con la publicación de numerosos libros contra la Familia Real o algunos de sus miembros. Entre éstos sobresalen «El pecado original de la Familia Real española», de Josep Carles Clemente; «La soledad del Rey», de José García Abad; «Los que le llamábamos Adolfo», de Luis Herrero, «Leonor, la princesa inesperada», de Paloma García Pelayo y Ángela Portero, o «Secretos y mentiras de la Familia Real», de Pilar Eyre.
La prensa extranjera, en general, ha seguido hasta ahora expectante la realidad española, al margen de cualquier campaña, con la excepción del diario británico «The Times», propiedad de Rupert Murdoch (de quien es consejero el ex presidente del Gobierno, José María Aznar), que el pasado agosto publicó un artículo con ataques al Rey. El mismo periodista que siete meses antes había entrevistado al etarra sanguinario De Juana Chaos durante su huelga de hambre, una práctica periodística muy cuestionada, publicó una información bajo el título «El Rey popular que aplastó un golpe de Estado pierde el apoyo de sus súbditos». Sin respaldar esta afirmación en ningún sondeo, el diario se limitaba a recoger las declaraciones del senador del PNV Iñaki Anasagasti y el secretario general de ERC, Joan Tardá, dos conocidos republicanos.
La falta de rigor y ligereza con la que se habla y escribe de la Corona en algunos medios de comunicación convencionales se agrava hasta los niveles más insospechados en las publicaciones en Internet, que quedan fuera de todo control. Ya no se trata de que el senador Anasagasti aproveche su blog para difundir argumentos y datos sin contrastar o falsos contra la Monarquía, consciente de que nadie de la Casa del Rey le va a desmentir. Lo más inquietante son las informaciones falsas supuestamente de primera mano, cargadas de frivolidad e irresponsabilidad, que se difunden desde el más absoluto anonimato a través de foros con el único objetivo de insultar a la Familia Real.
Los ataques intencionados de unos y las críticas irresponsables de otros están avivando la crispación y contribuyendo a erosionar el actual marco de convivencia, fruto de la Transición. Quienes se han propuesto acabar con el actual sistema, basado en el consenso constitucional y no en la imposición de las ideas, saben que la mejor forma de destruirlo es atacando a la Corona. Pero todos estos ataques han empezado a provocar también una reacción contraria: la defensa de una institución que, por primera vez en treinta años, está en la diana.
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