Vengo siguiendo desde enero de 2007 el debate de la implantación de Educación para la Ciudadanía (EpC), pero nunca hasta hoy me he manifestado públicamente sobre los distintos aspectos que encierra esta porfía. Y no lo he hecho porque paulatinamente el Gobierno nos ha ido dejando de lado a un sector de profesionales, el de los sociólogos y politólogos, que éramos los más idóneos para quitar el lastre ideológico que de forma ineludible conlleva una materia dispuesta para transmitir y enseñar los valores sociales, y en esa esfera soy el Interventor del Colegio de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla-La Mancha, representando por tanto a una bien dispuesta porción de facultativos marginados –a favor de los filósofos- a la hora de desarrollar con objetividad y ciencia ese conjunto de aprendizaje social de tan ancho e importante calado. De ahí que, pensaba, si de nosotros se olvidan, tampoco es inteligente resolverles el problema a los que nos postergan.
Sin embargo, esto ya está llegando a unos puntos de desequilibrio que, cuando menos, algunas ideas debo dejar traslucir para que en esta España del zapaterismo versus ecclesia, envarada en una memoria histórica quitamotas y falseada, se hagan dueños de la situación los grumos atrancados de tópicos añejos que nuestra sociedad no merece revivir.
Y digo todo esto porque así me lo permite el ancho oficio que dispongo sobre cuanto termino de decir. Me explico. Llevo en la enseñanza de la política desde 1974, ¡treinta y cuatro años!, nada menos. Esto se aclara porque me coincidieron ese año, tras licenciarme en Filosofía y Letras, las prácticas del CAP para profesor de Enseñanza Media, que hice en un instituto de Madrid, mientras estudiaba el primer curso de la carrera de Ciencias Políticas, y el director de ese centro me encargó la docencia de la Formación del Espíritu Nacional (FEN, en lo sucesivo) de 5º y 6º del bachillerato de entonces; “o lo tomas, o lo dejas”, me dijo –y, a mis veintitrés años, independizado ya de mis casa, tuve que tomarlo, claro-. O sea, que yo fui –un curso, ¡menos mal!, y con un texto del profesor Juan Velarde de Política Económica, recuerdo, muy válido pero con persistentes tiznes de doctrinarismo político en pro del régimen dictatorial de aquellas fechas- profesor de FEN. Pues bien, bajo esta experiencia, observo anchos peligros en la milonga de adoctrinamiento –ahora “progre”- inventada por el Gobierno de ZP para, como decía mi estimado periodista Ignacio Camacho ayer, mantener prietas las filas de su parroquia.
Afortunadamente ese curso pasó rápido, y, laborando desde dentro en la edificación del nuevo país de la Constitución de 1978, sólo democracia y ciencia política pura he enseñado en la universidad. Desde ésta sí que veo el ancho peligro que le corroe a los profesores de EpC, una amenaza similar a la que tuve que vivir en el curso anterior a la muerte de Franco, es decir, podrían ser unos vulgares evangelizadores FEN traspasados a nuestros días. Ignacio Camacho, entre decenas de comentaristas que pueden leerse en Scriptor.org (ver aquí), califica la situación de “rechifla guasona”; algo así como una vulgar “displicencia despectiva y falta de respeto generalizada; es decir, el tratamiento que reserva la educación logsiana a todo educador, pero elevado al cubo por el tufillo de adiestramiento oficialista y sectario que conlleva una asignatura que, por mucho que el zapaterismo la venda como panacea de civismo democrático, no dejará de ser una «maría» entre un alumnado acostumbrado a pasarse por el forro incluso las materias teóricamente más severas de su supuesto aprendizaje”. Así era la FEN en 1974, una de las asignaturas “maría”, y este es el escollo que puede salpicar a la EpC: la indiferencia. La apatía y el desinterés de unos padres que, por encima de la objeción de conciencia que preconizan ciertos obispos y cuantiosos educadores cristianos, saldrá de un rechazo directo a este intento de amaestrar a la chiquillería en los valores del republicanismo cívico. Una repulsa que vendrá de la mano de la desgana, sin duda la actitud más sensata ante esta impuesta catequesis laica. Sí, hay una dolorosa coacción encubierta en este entramado, que Camacho ha descrito de manera irrefutable:
La verdadera batalla que hay que dar en la educación española no es la de este señuelo diseñado para revestir al régimen de laicismo igualitarista, sino la de los valores que se transmiten en el resto de una programación docente vacía de contenidos, ausente de luces, deshabitada de ciencia e impregnada de éticas indoloras, énfasis localistas y tópicos tardosesentayochistas del pensamiento débil. No es en la Educación para la Progresía donde le van a comer el coco a unos chavales prevenidos desde que vean entrar por la puerta al profesor, sino en la Historia, las Humanidades o la Filosofía, aliñadas al gusto de la mentalidad dominante, y hasta en las Matemáticas o la Física, desleídas en el principio de la ausencia de dificultad. Es en la erradicación del mérito, en la abolición de la jerarquía intelectual y en el desprecio al método y al esfuerzo donde se la están metiendo doblada a unas nuevas generaciones desinstruidas de cualquier noción de superación, virtud, sacrificio o valía. Del mismo modo que la F.E.N. de mis tiempos no consiguió sumar un solo nuevo falangista, es dudoso que esta monserga demagógica valga para clonar ciudadanos uniformados según el patrón ético del adanismo zapaterista. Si lo lograse sería justo felicitar a sus inventores: habrían conseguido que la Logse sirviese para que alguien aprendiera al fin algo.
Desde que el 5 de febrero de 2007 leí que EpC constituía el chanchullo ideológico del gobierno español, he ido recopilando decenas y decenas de documentos y de trabajos de toda especie y sintonía política, y, con todos ellos sobre mi mesa de trabajo, y según avanza la institución de la materia, paulatinamente hay que reflexionar y mucho sobre las grandes verdades que dieron entonces Profesionales por la Ética:
Chanchullo, dice el Drae, deriva de chancha (embuste, mentira, engaño), y significa "manejo ilícito para conseguir un fin, y especialmente para lucrarse".
Puesto que el lucro que pretende el gobierno Zapatero no parece crematístico, sino ideológico, mejor añadir este adjetivo, para ser precisos.
Profesionales Por la Ética acaba de publicar un informe (descargar aquí .pdf) según el cual resulta patente que el Ministerio de Educación manipula el dictamen del Consejo de Estado sobre el asunto. Parece que para implantar esa ya desgraciada y desventurada materia de "Educación para la Ciudadanía", todo vale para el gobierno español.
Para no alargar el comentario sobre el detallado informe de PPE de este chanchullo gubernativo, copio a continuación y suscribo los argumentos que ellos mismos consideran destacables:
Con el fin de avalar la asignatura Educación para la Ciudadanía, el Ministerio de Educación que dirige Mercedes Cabrera, hizo pública una nota de prensa asegurando que «El Consejo de Estado no encuentra objeciones a la asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos» y que «incluso avala tanto la conveniencia como la legalidad de dicha asignatura».
Sin embargo, el dictamen que sobre el proyecto de Real Decreto de Enseñanzas Mínimas de la ESO ha realizado el Consejo de Estado el 21 de diciembre de 2006 advierte expresamente al Gobierno que, en virtud de la libertad de enseñanza garantizada en el artículo 27 de la Constitución, no pueden formar parte de los aspectos básicos del sistema educativo “la difusión de valores que no estén consagrados en la propia Constitución”. (...)
Por su parte, PROFESIONALES POR LA ÉTICA ha realizado un estudio (descargar aquí .pdf) de los contenidos mínimos definitivos de la asignatura Educación para la Ciudadanía en el que demuestra que esta materia va más allá de la promoción de la convivencia y la ciudadanía democrática y constituye un instrumento para la educación de la conciencia moral del alumnado.
El Informe realizado por PROFESIONALES POR LA ÉTICA lleva por título Educación para la Ciudadanía, una moral de Estado obligatoria y sostiene que la asignatura aspira a crear una nueva ética común excluyendo cualquier referencia a una moral objetiva, al bien, a la verdad o a la dimensión religiosa o trascendente del ser humano (...) No hay alusión alguna, en Educación para la Ciudadanía, al ejemplo o autoridad de padres y profesores; la única mención a la familia es para recordar que en ella debe practicarse el diálogo y la no violencia.
Por último, asegura el Informe que la asignatura (...) promueve ampliamente la llamada «ideología de género» y que existen diversas «orientaciones afectivo-sexuales», todas ellas equiparables entre sí.
Para PROFESIONALES POR LA ÉTICA, los contenidos de la asignatura Educación para la Ciudadanía superan con mucho el límite de los valores constitucionales y la promoción de la ciudadanía democrática, para adentrarse en la formación de la conciencia moral del alumnado."
Sobre este mismo desafuero que pretende imponer una ideología dotada de sesgos facciosos en la educación de la conciencia de los españoles menores de edad, aquí ya se publicó hace poco Rechazo de la asignatura "Educación para la Ciudadanía".
En estas estamos, y como les ocurre en tantos asuntos a los poco “enseñados” hombres y mujeres de ZP, un poco de reflexión, la compra de unos cuantos kilos de modestia y de espíritu de concordia podría ayudarles a no meternos en otro frente de crispación, que, con buena conciencia y menos cojera ideológica, podrían retirar de las narices ciudadanas, haciendo incluso factible el desarrollo de una temática potencialmente atractiva.
Juan Andrés Buedo
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