Afirmé el 20 de febrero de 2007 que suspendía la actividad de este blog “hasta finales del mes de mayo”, y hoy, al cumplirse los tres meses de esa meditada decisión, vuelvo a plasmar una nota directa, reflexiva, transversal e intencionada, certificando la reanudación de trabajos en la bitácora por iguales causas que las aducidas entonces.
Sin duda, tres meses en la vida política es mucho tiempo. No me arrepiento, empero, de la decorosa determinación tomada en esa fecha. Antes bien, creo que acerté con la medida. Para empezar, mi opinión ha dejado que los partidos políticos construyeran su edificio electoral sin la concreta predeterminación académica o, lo que es igual, que naciera éste ajado en Cuenca de los visos románticos de un asesor político como yo, al que no se quiso recurrir por ninguna de las siglas en liza.
Desde ese reforzado idealismo, del que he sido acusado por estas orillas –creo que injusta e interesadamente- en algunas ocasiones, he podido observar sin embargo –para mi orgullo y asentamiento profesional- que las visitas a La Vanguardia de Cuenca y a los Aires de La Parra prácticamente han continuado con la misma constancia, pese a no publicar ningún artículo nuevo. Esto es algo que me llena de orgullo, porque significa una ratificación de la calidad de contenidos en ambos blogs. Pero, simultáneamente, expresa una responsabilidad adquirida con los miles de lectores que nos siguen visitando, a los que no puedo defraudar ni desmerecer. Y por esto, al tiempo que les doy las gracias me comprometo a seguir transmitiéndoles mi modesta opinión, sujeta, por supuesto, a cuantos comentarios críticos y reproches –aunque deberán ser educados y bien razonados siempre, esta es la única condición- quieran hacerse.
Mientras tanto, ha ido cobrando fuerza Aula Electoral, en la que he buscado en todo instante transmitir una información y un análisis político, por desgracia, ausente en la vida pública y en los medios de comunicación de Cuenca. Tengo que decir asimismo que lo he logrado igualmente, pues sin ayuda externa ni publicidad adicional sus 1003 lectores/visitantes desde su creación el pasado 11 de abril, y habiendo aparecido en Technorati.com como uno de los blogs destacados “por su actualización” –mía y solo mía, ya que no tengo a nadie trabajando para esto- la estimo como un elogio, sujeto a empresas mayores; sobre todo, de cara a las Elecciones Generales del 2008.
Bien, hecha esta larga introducción justificativa de una actividad, en principio, personal y no enmendable, una de las pautas o consensos políticos a transmitir al elector que me está ahora leyendo es la recomendación que pide mi espíritu en el artículo “Prescindir del oasis de los holgazanes”, que acabo de publicar en Aula Electoral. Implícitamente pido ahí el voto de los “presuntos” –como consecuencia del fraude de Rodríguez Zapatero y su muchachada, entre la que cabe situar a la “cenzana” de Cuenca- abstencionistas. Me dirijo a esa amplia franja de talante centro-izquierdista que, a consecuencia de las mentiras y los timos o engaños de todo género practicados por el PSOE desde el 15-M-2004, piensan abstenerse de acudir a las urnas el próximo día 27 de mayo. Sobre todo a nivel municipal, en Cuenca cien o doscientos votos pueden ser decisivos para que se produzca en esta ciudad el vuelco que se presume, y que echaría por fin de esos despachos a unos políticos que han evidenciado durante estos años su incompetencia y su carencia de gestión eficaz para la Nueva Cuenca que todos demandamos, y que el traspapelado –este es el signo de psicología política que mejor define a este pésimo edil- Cenzano y los holgazanes que le revisten nunca podrán ejecutar.
Si el bien del Ayuntamiento y de la Diputación de Cuenca necesitan que nos deslicemos los ciudadanos a la derecha en nuestro voto, hagamos como los franceses. Y si, con este último fin, la limpieza del país y su “grandeur” necesitó que el centro político votase a Sarcozy, aquí nos pide que otorguemos el voto a Francisco Pulido. Por el bien de Cuenca, ¡hagamos este esfuerzo! Huyamos del cesto de los “cenzanos” y desertifiquemos su oasis.
Juan Andrés Buedo
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