Aunque ya me he referido suficientemente a toda esta amplia transformación en Aula Electoral, donde he hablado del relativismo de las campañas electorales en la transformación y captación de votos, y, por esto mismo, he tenido ocasión de revelar el múltiple anecdotario –bueno y malo- en ellas acaecido, al acabar hoy la nacida para gestar el color de las urnas y el asiento de los escaños locales y autonómicos salidos del 27-M, creo que debemos estar igualmente de acuerdo con el catedrático de Derecho, y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Manuel Jiménez de Parga, respecto a que los ciudadanos no se movilizan por lo que aparezca en los carteles de las calles ni por lo que los candidatos prometan en un mitin ante unos miles de simpatizantes.
De ahí que no puedan, ni ningún partido lo ha olvidado –unos mejor que otros, y en algunos lugares de manera superior a como se ha desarrollado en otros-, haberse dejado de lado el impulso y la fuerza movilizadora de los teléfonos móviles, ni de los mensajes en las pantallas de los ordenadores, lo mismo que de los periódicos digitales/virtuales. En definitiva, el variado muestrario que se transmite por Internet llega con todo vigor a un porcentaje de población cada día más grande; especialmente entre los usuarios de la Red de los 18 a los 45 años.
Junto a esto, y tras volver de nuevo a los análisis y enseñanzas que he divulgado en mis distintos blogs –disparados en estos días en su número de visitantes, cosa que agradezco a todos-, el citado profesor emérito, Jiménez de Parga, utiliza una denominación que aunque yo no he usado sí que he venido tácitamente a señalar en varios de esos estudios. Me refiero a la que califica como “tiranía de las encuestas”. Y recoge con este fin (vid. su artículo “Campaña electoral en la Red”, publicado hoy, 25.05.07, en el diario ABC) el cambio experimentado en la selección de candidatos, partiendo de la base de los sondeos a los que sirven para el cargo y a los que no sirven.
Desde esta perspectiva, nos recuerda Manuel Jiménez de Parga que “se narra en las crónicas políticas que, en el siglo XIX y en la primera mitad del XX, los hombres públicos se interesaban por lo que de ellos opinaban los editoriales de los periódicos y los comentaristas influyentes. Ahora esos pareceres quedan en un segundo lugar de preocupación. Lo que al hombre público importa primeramente es figurar en cabeza de la lista de las encuestas”.
Esto es lo que explica el tremendo nerviosismo que se ha adueñado de las huestes psssoístas (ex socialistas ellos, si es que, en concreto los de esta zona terráquea, alguna vez lo han sido, por lo menos los dirigentes que cubren su cúpula actual) de Cuenca, que se encuentran totalmente angustiados por esa tiranía de las encuestas, porque temen un claro perjuicio –en su contra lógicamente- del abstencionismo electoral, que he descrito también con extensión y razones en La Vanguardia de Cuenca. Para que no haya abstención es imprescindible que la democracia funcione bien, y bajo la dirección del personalismo del alcalde actual –el gastadísimo Cenzano- sólo se ha beneficiado el estamentalismo conservador clásico de esta ciudad. Por tanto, sin cambios abiertos en esas estructuras y en sus directivos, la democracia se encontrará muy rebajada en Cuenca.
Por fortuna, los psssoístas y agitadores de campaña de Cuenca no se han rebajado a los niveles de los tinerfeños, respecto a los que cuenta la crónica que, con manipulación o sin ella, los socialistas de las Islas Afortunadas no salen de una para meterse en otra. Plagios de propuestas de partidos catalanes, lemas retirados por la Junta Electoral, contestadores que saltan a las tantas de la madrugada para contarte que si esta o la otra propuesta harán de Tenerife una isla mejor... Por lo menos, no les ha dado a todos los partidos por llamar a las mismas horas. De ahí que se pregunte la periodista Erena Calvo: “¿Se imagina al Partido Popular y a Coalición Canaria compitiendo con Santiago Pérez por despertar al personal durante toda la campaña? Qué miedo. Hipótesis a parte, el candidato socialista ha pedido perdón. Ahora queda saber si hubo manipulación, o no”.
En Cuenca ha existido desinformación manipulada con origen en El Día y CNC, igual que en toda Castilla-La Mancha, que requerirá una pregunta al nuevo gobierno autonómico en las Cortes, pues existen muchos puntos que aclarar ahí. Para empezar, situados en el día del cierre de la campaña, y después de todo cuanto he tenido la oportunidad de trasladar a los miles de lectores que visitan los blogs de este humilde politólogo, deberíamos escuchar igualmente lo que decía el abogado Javier Cremades respecto a esa nueva tendencia bastante común en todos los procesos electorales que se celebran últimamente: “En muchas elecciones democráticas se está votando más por valores concretos que por paquetes ideológicos completos y cerrados. Los valores éticos han entrado de lleno y de forma explícita en la escena política del mundo occidental, condicionando el mensaje y la acción de sus principales líderes”.
Por esto, como muy bien concibió Cremades, discursos como los de Sarkozy o Lula introducen en la política un elemento transversal que conecta con las aspiraciones y los sentimientos de amplias capas de la población. Los valores no son exclusivos de nadie, sino un gran activo social y político que despierta un creciente interés en los ciudadanos. En Cuenca han destacado para el 27-M dos candidatos asentados en este nuevo proceder: Francisco Pulido y Antonio Melero; curiosamente, ambos médicos, pero, a lo que se ve, con una vocación de servicio público muy por encima del resto de los optantes. Y a larguísima distancia de Cenzano, ese pajarito poético que ha tenido Cuenca durante doce años para entumecerla, rebajar los reflejos de sus habitantes cara al siglo XXI, y, por si esto fuera poco, enturbiador de la gestión municipal, como acaba de denunciar el sindicato CSI-CSIF. Con esto, desacreditado y desvalorizado sólo merece a los electores un agrio adiós. ¡Vamos a jubilarlo! A él y al caciquismo implícito que ha arropado.
Juan Andrés Buedo
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