Están recorriendo nuestros aires el país en estos instantes y, ante la inconexión política, la duda intolerante o fanática –pisada por amplias dosis de capciosidades ideológicas- y la falta de dirección en los asuntos públicos, estamos sacando serias conclusiones, que van casi todas en detrimento del atroz partidismo que se está viviendo en el momento presente. Lo divisamos, empero, como el clásico “taifismo” embaucador y degradante. El filósofo Gustavo Bueno, con notables dosis de humor, diseccionaba en 2003 en su obra El mito de la izquierda (Las izquierdas y la derecha)
Se hacía eco de la que denomina izquierda fundamentalista y que es lo que coloquialmente llamamos “progresía”, el catecismo del progre, el Gobierno de progreso, y que se despeña por el multiculturalismo, la sociedad abierta, la tolerancia, el pacifismo, la infravaloración del nacionalismo propio, la defensa del nacionalismo fraccionario, el abolicionismo y la defensa paralela de la eutanasia, la adopción por homosexuales, la escuela pública, el vegetarianismo, el conservacionismo de la naturaleza y hasta el interés por la vida extraterrestre, cuestiones que Gustavo Bueno no condena, según recordaba el periodista Martín Prieto, pero vienen sirviendo de recetario al equipo de José Luis Rodríguez Zapatero. Claro que servidas por “intelectuales abajofirmantes” (como son ahora mismo esos parvos titiriteros aplaudidores de ZP) desesperan al longevo profesor ovetense: «Me dicen algunos: "Es cierto que la expresión 'los intelectuales' es muy difícil de interpretar, pero sirve para entendernos." Falso. Sirve para todo lo contrario, para no entendernos en absoluto.» Dichas así las cosas, no fue extraño que ese libro provocase alguna agria polémica en la programación de madrugada de la TVE, porque la izquierda fundamentalista era y sigue siendo la base del PSOE; un socialismo libertario del que ha hablado Zapatero más de una vez, y que otros contemplamos al mirar esas fundas de progresía, recuperada tras el experimento felipista, igual de inconsistente que siempre, pero provista de esa ramplonería intelectual conducente a que los dos grandes partidos españoles del siglo XXI estén de acuerdo o quieran lo mismo. Ya advertía Ortega y Gasset que derechas o izquierdas son términos propios de una hemiplejia moral. Y hoy la dicotomía entre PP y PSOE se achica, hasta ponerse mutuamente en crisis, llenos de dudas estratégicas, con las que topan a cada segundo las cabezas de José Blanco y Zaplana.
Con coraje moral sostiene Bueno que en puridad Espartaco no era de izquierdas, ni Pompeyo era de derechas, ni los comuneros o los imperiales de Carlos I son tan burdamente clasificables, y, por supuesto, los movimientos islamistas no son tampoco de izquierdas ni de derechas. Recuerda oportunamente que ya Marx y Engels despreciaron al pueblo vasco como carente de Historia, y se pregunta por qué en Física se considera de izquierda a Planck, Einstein, Ehrenfeit, y de derecha a Bohr o Born, contraponiéndolos como Picasso o Miró ante Dalí o Matisse que pintaron a la Virgen María, lo que no impide que un Jean-Paul Sartre atrabiliario supusiera que era imposible la existencia de un gran escritor que fuese de derechas.
Sabio en numerosas páginas, aunque molesto siempre para algunos, ese libro de Gustavo Bueno es en este instante, cuando faltan pocas horas para que salga la Marcha de Madrid, un remedio eficaz -aunque no sea libro para acemileros- para soportar las migrañas que nos provocan a cientos de miles de españoles la desunión de las fuerzas políticas ante ETA.
Decían de Eugenio D'Ors, como con toda lucidez nos recordaba Prieto, que oscurecía sus pasajes si los entendía la mucama; por fortuna, no es el caso de Bueno, que tiene la cortesía de la claridad, y ofrece un glosario para que no nos perdamos, por ejemplo, en el «dialecto gnoseológico», inextricable para el lector común que permanece en la disyuntiva de si el metro, la yarda o la milla marítima son de derechas o izquierdas. Y, por fin hemos llegado a la pregunta clave ahora mismo: ¿Protestar contra ETA sitúa a un español de bien en una u otra línea ideológica?
Aquí el único zozobrante –tenemos decenas de apelativos más duros, pero hemos preferido guardarlos, porque no es el momento- es el secretario general del Partido Popular, Ángel Acebes, que ha dicho que la manifestación convocada para hoy en Madrid "no es contra ETA", sino "contra el PP". ¡Por favor!, guarden la artillería para mejores causas y otros momentos! Así, lo único que hacen es perder credibilidad. "Van a por nosotros para no rectificar, para ocultar que este alto el fuego ha sido un fracaso. Van a por el PP para que no les recordemos que el alto el fuego ha servido para que ETA tenga hoy más bombas, más pistolas y más dinero, y haya recompuesto sus comandos operativos y el resto de su estructura", aseguró Acebes durante su intervención en San Sebastián en la llamada "cena de Navidad" de los populares vascos.
Acebes señaló que el presidente del Gobierno, en su comparecencia del próximo lunes en el Congreso para informar sobre la política antiterrorista, "estará otra vez en la tesitura de volver a elegir entre el Partido Popular en la política de la derrota de ETA o seguir en la política de la negociación". "Porque esa ha sido la doctrina Zapatero, en virtud e la cual se puede sentar en una mesa con los terroristas y convertirles en interlocutores válidos, mientras ETA preparaba los atentados de Madrid", destacó.
Pues bien, nuestros aires afirman que ¡ello, no obsta! Mejor hubiera sido romper esquemas y “hacer país”. Y, señores dirigentes del PP, éste se debe construir a cada minuto, o mejor, cada segundo. El tiempo es importante y conlleva la exclusión de cualquier argumento que sirva para dar razones a ETA y sus mafias. Mientras el PP se va de ronda y toca la bandurria del canto etarra, el manifiesto de la marcha que tiene lugar en Madrid a partir de las 18:00 horas pide 'la unidad de todos los partidos democráticos' para 'poner fin a la violencia' porque, añade, los ciudadanos no entenderían que las fuerzas políticas 'no hiciesen todos los esfuerzos necesarios' para este fin.
El texto, a cuyas líneas generales ha tenido acceso EFE, no menciona en ningún momento al PP, que no participará en la marcha, pero sí indica que "ni las armas, ni aquellos que pretenden instrumentar" el "dolor" lograrán acabar con "la esperanza de que el ejercicio de la palabra traiga la paz y la libertad a lo largo y ancho del territorio español". Asimismo, recalca la exigencia de que ETA "abandone definitivamente la violencia".
Insistimos, con palabras de un liberal constatado, Antonio Robles, creemos aquí que ha llegado, en efecto, la hora de construir. ETA nos ha dado nuevamente la oportunidad de volver a ser razonables. Por esto mismo, no es posible que la lucha electoral partidista nos ciegue hasta el punto de no darnos cuenta de que estamos en manos de ETA: Juega con nosotros y nuestras pequeñas rencillas personales, políticas y electorales. Es el terrorismo, su naturaleza. A esta hora de la película deberíamos tener aprendida la lección. El terrorismo puso un Gobierno imprevisto el 14-M y ahora da razones a la oposición para que se ciegue en la desgracia de un diálogo roto. "¿Has visto? Teníamos razón". Ponga la frase en la Terminal T-4 de Barajas o en los trenes del 11-M. La misma cantinela, la misma estupidez, idéntico cálculo electoral. En un caso, el error de una política adolescente; en el otro, el error de un presidente pagado de sí mismo en su apoyo a la guerra de Irak. En medio estamos los que nos meamos en todo ese cálculo estratégico partidista, que no sabe ver la grandeza de la democracia ni el único color que tienen siempre todas las urnas: el depositado por el ciudadano.
Muchos de estos, henchidos de razón, como uno que entresaca nuestros aires de la densa blogosfera hispana, se preguntan: ¿quién no se ha servido del terrorismo etarra para su propio beneficio en este jodido país, aunque sólo sea de refilón?. Basta observar las últimas declaraciones del PNV, o de ERC, o,... Cada cual arrima el ascua a su sardina, porque tras el terrorismo etarra subsiste (aunque cada vez menos) una batalla ideológica. Y se responde el mismo comentarista: Si mañana alguno de los grupitos de extrema derecha españolista que pululan por estas tierras decidiera cruzar la línea roja, para organizarse en una banda armada (más o menos) profesional, llevando a cabo todo tipo de extorsiones, atentados y diversas actuaciones violentas, habría que ver entonces cuál sería el discurso de cada fuerza política. ¿Tal vez se intercambiarían los papeles, y quienes ahora muestran cierta comprensión y buscan el diálogo, clamarían por la firmeza y la actuación policial y judicial. Y viceversa? Para el citado blogger eso lo más trágico del asunto y de este país. Sí, demasiado sectarismo, incluso cuando se trata de luchar contra el terror.
Mientras tanto, los que nos movemos en las aulas de la universidad y estamos de vuelta en la vida, o sea, somos personas maduras –al menos en edad- y curadas ya de cualquier meta por alcanzar poder o fastos, pedimos MÁS SENTIDO COMÚN. Por descontado, sabemos que el “sentido común” del español medio es vagamente “progresista”, en el peor sentido del término, es decir, hedonista, relativista y narcisista. Para mal, dice la Historia Contemporánea que somos un pueblo de “señoritos satisfechos”, de nuevos ricos, mediocre, en el que la improvisación, la promiscuidad y el dinero se han convertido en horizonte vital. En la cúpulas de estas olas, a cada instante estamos viendo cómo los partidos políticos, en general, y la derecha, en particular, no sólo no han hecho nada para transformar esta mentalidad, sino que se aferran a ella.
Esta situación, desde un ángulo escuetamente politológico, la carencia de unidad ahora es una demostración de que la dualidad izquierda-derecha funciona actualmente como una pantalla ideológica que busca dar protagonismo a los partidos políticos, utilizándose de parapeto de su retaguardia dominante, su amo: la oligarquía; que a pesar de estar legitimada electoralmente, sigue siendo oligarquía. Por esto también, visto el maniobrar de unos y de otros, hay que reflexionar alrededor del planteamiento de si tiene sentido hoy aún distinguir entre izquierda y derecha y si sirve para algo. Muchos sostienen que tal distinción es metafísica y sin sentido, por lo que en situaciones como la de la manifestación de Madrid contra ETA que no tiene ninguna utilidad para el pueblo. ¿Qué es de derechas hoy? ¿Qué es de izquierdas hoy? Estas dos palabras, puestas en boca de Pepino Blanco o de Ángel Acebes, sólo sirven para manipular al vulgo y ejercer la demagogia. Defender tal distinción es defender la demagogia. El libro de Bueno, pues, es una arqueología trascendental de algo que existió pero que ya no existe, y si existe que se demuestre su existencia y la operatividad constructivista de tal distinción para la sociedad del presente. Porque si tal distinción, como dice Bueno, es confusionista, lo mejor es abandonarla. ¿O no?
Tal parece que la dualidad izquierda-derecha implica una relación de necesidad entre esos dos polos. La izquierda sin la derecha no existe, ni viceversa. EL PP no es nada sin el PSOE, y a la inversa. Si seguimos escarbando, nos encontraremos dos problemas: uno de forma, dos categorías son pocas para encasillar los intereses del bloque dominante reaccionario y del bloque revolucionario; y otro de contenido: ¿Qué políticas son de izquierda y cuáles de derecha? El problema está en que es un error plantear la cuestión de esta forma, porque esencialmente el fondo del asunto es que existen múltiples políticas (decenas, centenares, a veces, tantas como políticos toman una decisión ejecutiva).
¿Es más de izquierdas el Gobierno de ZP que el de Aznar? Si pasásemos a desmenuzar socioeconómicamente las pautas de las medidas adoptadas y sus ejes de implementación pronto veríamos que no. Al menos, a tenor de sus respectivos resultados. Frente a estos quedan las palabras de los demagogos y los teórico-periodistas divulgadores de causas. Pero, al final, ZP practica el doble lenguaje y la mentira, el engaño o la trampa, tanto o más que lo hizo el que le precedió en La Moncloa. Prueba evidente es la que acabamos de comentar, la de no saber unir a las fuerzas políticas del Estado español.
Son lógicas las reticencias de la oposición, ya que radican en que Zapatero califica de "trágicos accidentes mortales" los asesinatos de la banda y desde el departamento de Moraleda se encargan de decir que ha sido un error, que se ha entendido mal y esas cosas... Pero Zapatero no rectifica sus palabras, sigue en sus trece, dominado por la soberbia –como le ocurría a Aznar-. Afirma que “suspende” (suspender: detener o diferir por algún tiempo una acción u obra) el diálogo con la banda, y tiene que ser Rubalcaba quien diga que el proceso se ha roto.
Es igual de cierto que esta manifestación llega un poco tarde, es decir, cuando ya todo se ha ensuciado en medio de la confusión y el sectarismo. Porque sus convocantes no estuvieron cuando las víctimas, la mayoría de las víctimas, que son las únicas que siempre tienen razón, salían a la calle en busca del amparo que no encontraban en un Gobierno que les había dado la espalda para hablar con sus verdugos. Porque su lema habla de paz, la meliflua pazzzzzzz del mantra zapaterista, sin que estemos en guerra, como bien apostilla Ignacio Camacho.
Y, por supuesto, la marcha/manifestación huele de lejos a maniobra de apoyo a un presidente que no ha sabido situarse a la altura de las circunstancias. Esta es la cruda realidad, y, ante ella, es natural la petición de las personas ligadas al Partido Popular, que están en su derecho de ver atendida esa necesidad que tienen de escuchar a ZP que el proceso se ha roto, que va a perseguir a los criminales hasta los confines de la tierra, que hará caer sobre ellos todo el peso de la Justicia, que quiere recomponer el Pacto Antiterrorista, que no va a dar tregua ni a ETA ni a sus secuaces de Batasuna. Es innegable que Zapatero es quien les ha permitido obtener réditos políticos de su acción armada a los etarras, y por eso, mientras los populares no escuchen nada, ven en el espejo (los medios de comunicación sociozapateristas) la imagen agresiva de la izquierda denunciada por Bueno, esa tan acostumbrada a sacar a pasear el insulto y la provocación, lo mismo que las comparaciones tergiversadas de Pepino Blanco o de Llamazares. Ahora bien, no nos engañemos, ni pretendan engañarnos los muchachos de Ferraz y sus altavoces mediáticos, llámense estos El Plural, Prisa, La Sexta, Eva Hache o lo que sea. Lo principal es no hacer concesiones a los terroristas. Y frente a estos no hay derechas o izquierdas.
Otro blogger, emplazado en la línea de la no concesión al terror, y defensor directo de la causa del PP, se pregunta con gran perspicacia: “¿Qué hubieran dicho Sopena, Iglesias, Aguilar y toda la caterva de periodistas almidonados por el sectarismo de la izquierda si Aznar se hubiera tragado cada uno de los atentados de ETA de vacaciones en Doñana?” La respuesta de dicho comentarista es rigurosa: “La izquierda utiliza una vara de medir muy injusta que le permite justificar la barbarie que desataron contra el PP tras los atentados del 11-M, y quejarse ahora de que el PP no se someta así, sin más, a lo que quiera el Ejecutivo y a su política antiterrorista, que no sabemos cuál es. Pepiño Blanco acusa al PP de hacer electoralismo con el atentado... ¡Vaya por Dios! ¿Y cómo le llamamos a la manera en que el PSOE violentó las jornadas siguientes a los atentados del 11-M hasta el punto de irrumpir en plena jornada de reflexión para decir aquello del Gobierno que nos miente? Y ahora resulta que los mismos que pidieron un gobierno que no mintiera nos han tenido sometidos a un engaño masivo y persistente”.
Y hasta aquí hemos llegado, que son ya unas cuantas páginas dadas a Internet, mientras las restamos a nuestra labor sociológica, pero dicho ha quedado cuanto queríamos. Y el fondo, como domina los ángulos de nuestro pensamiento político, lo agarramos a las estructuras de este viejo Estado, llamado España, que se pone a menudo en “situaciones límite” sin fuste alguno. Hoy en la marcha de Madrid contra ETA lo mejor hubiera sido ver a la derecha y a la izquierda jutas, sin que esto fuese un obstáculo para seguir reivindicando verdades, porque las cosas son como son: que ZP es un presidente irresponsable y cobarde, que se ha equivocado y que tiene la obligación de reconocer y de corregir su error.
Vencer al terror pasa por esa demandada unidad de las fuerzas políticas. El problema es que Zapatero sigue convencido de que el camino emprendido era el correcto, y no porque quiera la paz, sino porque ese es el camino que eligió para llevar adelante su proyecto de ruptura de la legalidad constitucional, y ese proyecto incorporaba, necesariamente, al nacionalismo radical. De esto sacamos otra pregunta clave: ¿Zapatero cree en España? ¿Y con quién cuenta para hacerla? Porque, en el supuesto –ahora demostrado, pues los hechos son incontrovertibles- de que no contase para nada con el PP, puesto que es un equivocado presidente, Rajoy está en su derecho de recordárselo de aquí a las elecciones todos los días. Con educación, con cortesía, con mano tendida si quiere, pero con firmeza y con contundencia. El lunes que viene será el día de remache, sobre todo si el discurso que pronuncie Zapatero en el Congreso persiste en su error, se hace contumaz y pretende seguir adelante con lo que había iniciado.
Aires de La Parra
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