Al regreso de un doloroso lance familiar, hemos visto unos sucesos nada halagüeños, desarrollados en la localidad madrileña de Alcorcón, en la que durante el pasado fin de semana acontecieron unas revueltas juveniles que los medios de comunicación, en un primer instante, se encargaron de magnificar y de sacar de contexto, con esa débil capacidad sociológica que visten muchos sus comentarios.
El lunes la ciudad amanecía plagada de policías en las zonas más conflictivas del barrio de Torres Bellas, donde se produjeron los enfrentamientos entre iberoamericanos y españoles el fin de semana. Vigilaban los accesos a los institutos de la zona, ya que había corrido el bulo de que a alguno «iban a ir latinos a pegar». A media mañana, un nutrido grupo de chavales, con sudaderas y el rostro cubierto, se intentaron concentrar delante del ayuntamiento. Algunos habían participado en las revueltas y volvieron a la carga, citándose, de nuevo, por «sms» y «messenger». El dispositivo policial impidió su propósito.
Los chicos, de entre 14 y 19 años, habían hecho pellas para «exigir más seguridad». «No somos racistas ni ninguna banda. Nos ayudan negros, moros, uruguayos...», recalcaban. El origen del conflicto es, al parecer, la exigencia de dinero de algunos inmigrantes por el uso de las canchas situadas frente al Centro Joven. «Lo ocupan todo como si fuera de su propiedad. Estamos hartos de que nos roben», decía José. «Intentaremos hablar con ellos (en alusión a los que ellos tachan de «latin kings») y, si no sirven los argumentos, pasaremos a la acción», afirmaba Santi, de 16 años. «Son los putos amos y llevan pistolas simuladas para intimidarnos, pues nosotros también estamos preparados», decía Miguel. «Defendemos la patria y el honor de Alcorcón hasta la muerte. O ganan ellos o nosotros», decía Íñigo, de 14 años. «Lo peor son las agresiones de los «latins» a los españoles. Queremos que se vayan. Son escoria», decían otros. «Los cuatro «latins» de aquí llamas a sus colegas de Madrid; vienen con navajas, pinchan y se van», bramaba otro.
La Policía y la Brigada de Información han dictaminado que este problema, al que juzgan como grave, no es un conflicto entre bandas rivales, ni tampoco un asunto entre suramericanos y españoles. Más bien es una cuestión entre los menores que han participado en las agresiones, que se ha exaltado. Por esto el alcalde hizo un llamamiento a la tranquilidad ante lo que consideró un brote aislado y un hecho puntual y se quejó de que grupos antiglobalización, «okupas» y radicales de uno y otro signo, entre ellos Falange, están aprovechando para «sacar provecho, alentado ideas xenófobas para generar un caldo de cultivo inexistente». De hecho, fuentes policiales indicaron que, durante la segunda jornada de disturbios, fueron identificados varios miembros del grupo de extrema izquierda «red skin». Ahí se concentraron, por tanto, el domingo grupos de extrema izquierda, de extrema derecha y de movimientos antisistema, que hicieron acto de presencia al calor de los hechos violentos entre la multitud que se concentró en la ciudad.
En el plano estrictamente sociológico, pensamos que, como tiene explicado el profesor Javier Elzo, catedrático de Sociología y uno de los coautores del informe 'Jóvenes Españoles 2005', estos sucesos son un claro exponente de esa especie de adolescencia eterna en la que se han instalado nuestros jóvenes, una bruma bajo la que han construido su estado vital. Ese trabajo, presentado el 4 de abril de 2006 y patrocinado por la Fundación Santa María, a parte de evidenciar que está lloviendo sobre mojado, denota un panorama nada satisfactorio, puesto que según avanzan los años se percibe con mayor nitidez que la juventud española es más inmadura e irresponsable. Hay que apuntar en su favor una cierta sabiduría para adaptarse con lucidez a una sociedad cambiante que no les pone las cosas fáciles.
El panorama no sólo es desalentador porque lo digan los expertos. Lo admiten los propios jóvenes -han sido consultados 4.000, con edades entre los 15 y los 24 años-, que han realizado el más «triste autodiagnóstico» de todos los informes realizados hasta ahora. La baja autoestima que exhalan es patente y muy preocupante, en opinión de los autores del estudio. «Los jóvenes se atribuyen en notorio mayor grado los rasgos negativos que los positivos. Probablemente estemos ante una de las notas más negativas de la juventud española», indican.
Lo que quieren los jóvenes de hoy en día es vivir al día. «Y punto», remacha Elzo. No son revolucionarios, son reformistas: se adaptan a las circunstancias. Se refugian en lo privado -la familia, los amigos y la salud-, el ocio es su forma de escapatoria, se alejan de la política y de la religión, las instituciones se las traen cada vez más al pairo y se sienten cada vez más localistas. También más tolerantes y permisivos con las virtudes privadas y más exigentes con las públicas.
Los jóvenes se identifican casi de forma mayoritaria con su ámbito geográfico más próximo: la localidad en la que viven, en primer lugar, y luego su comunidad autónoma. Uno de cada cuatro se siente más identificado con su comunidad autónoma que con España, porcentaje que se eleva entre los asturianos al 52%, solo superados por vascos (60,3%) y canarios (62,5%).
Para el joven tipo, los problemas sociales más importantes son el terrorismo, la droga, el paro, la vivienda y la violencia doméstica, por este orden. Los menos mentados son la violencia juvenil, la corrupción política, los problemas de contaminación y medio ambiente, la pobreza o la marginación. Lo próximo es también aquí lo que importa, en detrimento de cuestiones más generales.
Valoran cada vez menos los movimientos sociales comprometidos y están muy poco implicados con los problemas de su sociedad. Sí demuestran confianza en las organizaciones dedicadas a temas de voluntariado (69%), el sistema de enseñanza (60%), la Seguridad Social (54%), la Policía (51%) y la Unión Europea (50%). Los últimos puestos son para las Fuerzas Armadas (37%), la OTAN (36%), las grandes empresas y multinacionales (24%) y la Iglesia (21%).
Esto, de por sí, elimina muchas de las interpretaciones que se han dado de las revueltas de Alcorcón, ya que además en dicho informe, al tratar los movimientos sociales, no identifican a la inmigración como uno de los grandes problemas de la sociedad. Un 67% está de acuerdo con la entrada de éstos, siempre y cuando tengan un contrato de trabajo. Cuatro de cada cinco mantienen que es el inmigrante el que debe adoptarse a la sociedad receptora. Lo cual significa que se hallan en la dirección formulada en los “Principios Básicos para una Política Común Europea de Integración de los Inmigrantes”, acordados por el Consejo de Europa en noviembre de 2004 a propuesta de la Presidencia holandesa. Viene ahí a estatuirse “un proceso bidireccional” (a two way process) de acomodación mutua entre todos los inmigrantes y residentes en los países miembros de la Unión Europea”. Es decir, no como si el logro de la integración implicara solamente tareas a realizar por la sociedad receptoras (tocantes a reajuste de estructuras, adecuación administrativa a las nuevas situaciones advenidas, erradicación de eventuales racismos, etc.). Además implica, de parte de los inmigrantes, respeto de los valores básicos de la Unión Europea (Principio 2), conocimiento básico del lenguaje, historia e instituciones de la sociedad receptora (Principio 4) y, como “mecanismo fundamental”, frecuente interacción entre inmigrantes y ciudadanos del país de acogida (Principio 7). Así que las políticas de integración tienen también que atender al grado y formas de implementación de estos propósitos por parte de la población inmigrada.
En Alcorcón, de sus 175.000 habitantes, más de 21.000 son inmigrantes, la mayoría marroquíes, y los órganos políticos directos (alcalde y delegada del Gobierno en Madrid) se han negado a calificar esos hechos de xenófobos. El alcalde ha coincidido con Elfo en cuanto a que en el desarrollo de esta algarada sobresale el afán de protagonismo de algunos adolescentes que, ante el interés mediático, quieren ser «héroes». Y puede que no anden ninguno de los dos faltos de razón, pues, siendo un problema de convivencia compleja, hubo cierta falta de previsión en la Policía Nacional. Medio centenar de jóvenes españoles se concentró en Alcorcón a la espera de encontrarse con los latinos. Pero el lugar se asemejaba más a un plató de televisión: focos, cámaras, micrófonos... Y cinco furgones de antidisturbios. «¡Manipuladores, os vais a comer la cámara!», gritaban. Algunos jóvenes también enseñaban un «sms» en el que un tal Frente de Liberación de Alcorcón les instaba a «echar a todos los panchitos». Finalmente, la sangre no llegó al río. La próxima cita es el día 27. Vamos a ver qué sucede y si la autoridad está a la altura de las circunstancias.
Aires de La Parra
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