Alta inocentada es no reconocer que la grandeza esencial de todo hombre, le viene, en primer término, de ser precisamente hombre, ser humano, persona humana. Es convencional o artificioso creer que pueda haber, fuera de él, grandezas más grandes de la que ya tiene por ser hombre. Todo lo de fuera es analógico, referido a él y de rango inferior. Si en una reivindicación de los súbditos despojan a dicho señor de todo y le dejan solamente en lo que es, lejos de degradarlo, lo que hacen es ayudarle a que brille mejor lo que realmente es, que es mucho más de lo que le quitan.
Juan Miguel González-Feria allá por junio de 1981, siendo el director del Colegio Mayor “El Salvador”, afirmó algo que siempre me ha parecido muy lógico, y sobre todo contrastado con la realidad: “Son precisamente los hombres que se creen poco siendo lo que son, los que necesitan estas muletas de las investiduras, estos artificios de las instituciones para creer que, pareciendo accidentalmente algo más, son más en su realidad sustancial y así sentirse más seguros y poderosos”. Lo mismo que los "ambiciosos" que, aunque pudiera pensarse lo contrario, se sienten tremendamente, angustiadamente pequeños y necesitan de mucho para completarse. En cambio, como aseguraba ese aplacado tan docto, “los que han ido ofreciendo su vida por el bien y la felicidad de los demás -no por las meras cosas e instituciones- son los que constituyen modelos de la humilde suficiencia de ser hombres. El misterioso, pequeño, invisible ámbito de amor y vida que hayan contribuido a crear en su entorno, más que completarles, emana de su completez. Algunos de ellos, desnudos en su agonía, despojados de todo, quizá incluso hasta de todo amor de los otros, son el estandarte, de la máxima grandiosidad del hombre mismo, enhiesto en el límite del despojamiento de la propia vida”.
Estando en éstas, les pega de lleno a nuestros aires la jornada de los Santos Inocentes, aquellos niños degollados en representación de Jesús, cuya muerte no consiguió lo que Herodes pretendía. Consiguió sólo que un día, al final de año, todos los hombres fuesen inocentes. Como dijo hace unos años Antonio Gala, no por libres de culpa, sino por cándidos y fáciles de engañar con las inocentadas. En esta situación, resulta bueno que, a conciencia y en una dosis mínima, nos den gato por liebre y se adormezcan nuestras desconfianzas. Más aún, según dijo ese afamado escritor, es bueno que nadie pretenda perjudicar a nadie, sino reírse juntos. O reírse a costa de que se rían de uno, aprovechando una leve y hermosa tregua de Dios. Mejor todavía: ¡Ojalá pervivan las burlas de los inocentes!
Decimos esto imbuidos del conocimiento de un periodista sabio también, Albert Cuesta, que acaba de indicar que ”la credibilidad es uno de los activos que los periodistas y los medios en los que publicamos esgrimimos durante todo el año ante nuestros lectores. Se supone que quienes nos leen pueden fiarse de nosotros, porque sabemos de qué hablamos, o al menos nos hemos documentado antes de escribir”. Sin embargo, en este especial día del año, en que todo salta por los aires, nos permitimos la licencia de contar alguna mentirijilla. En el ámbito hispanohablante, ese día es hoy, como hemos dicho: 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes. Las inocentadas periodísticas son una tradición bien asentada, y es costumbre tratar de colar entre las noticias auténticas alguna 'bola' más o menos ingeniosa, que mañana se desvelarán junto a las perpetradas por el resto de colegas.
En el sector tecnológico, afirma Cuesta que la rápida evolución de los productos y las empresas hace que muchas veces cueste distinguir entre la realidad y la ficción. Y desde que Internet ha democratizado la labor de informar, es más fácil que nunca que un bulo se propague y amplifique, en ocasiones de manera intencionada y en otras por simple error.
En este campo, la mayoría de las inocentadas aún se originan en inglés. Y de hecho, ni siquiera se producen en diciembre, sino el primero de abril, fecha en que los anglosajones celebran el denominado April Fool's Day. En esa fecha, conviene poner en duda cualquier dato que se refiera a chismes digitales y las empresas de cacharritos.
Así, las bromas de abril se inspiran en cuestiones arraigadas en el inconsciente colectivo. Es el caso de una noticia aparecida en el año 2002, asegurando que Microsoft iba a comprar Apple para convertirla en su departamento de usabilidad, dedicado a mejorar la facilidad de uso de sus productos. También había algo de cierto: el próximo 30 de enero, Microsoft lanzará al mercado Windows Vista, la nueva versión de su sistema operativo para PC, y quienes lo han probado dicen que muestra un parecido más que sospechoso con el Macintosh de Apple. Pero lo cierto es que, por su enorme músculo financiero, Microsoft ha sido objeto de innumerables bromas a lo largo de los años, como aquella de finales de 1994, cuando circuló por la red un mensaje asegurando que la firma de Bill Gates había adquirido la Iglesia católica. Fue tan difundido que la empresa se vio forzada a desmentirlo formalmente.
De todos modos, somos de la opinión de Ignacio Camacho de que probablemente la verdadera razón por la que los diarios españoles han ido suprimiendo la tradición de las inocentadas no haya sido tanto la voluntad de consolidar un periodismo serio y de calidad como la evidencia de que la realidad se estaba apoderando de la fantasía hasta neutralizar cualquier capacidad de sorpresa. ¿Quién puede, acaso, negar lo dicho por este último periodista?:
Uno abre cualquier día el periódico y tiene que frotarse los ojos para creer lo que está leyendo, sobre todo si se trata de las ocurrencias del Gobierno, que un día propone suprimir la muerte del toro en la plaza y otro debate con toda seriedad en el Congreso los derechos de los Grandes Simios. En un panorama de objetividades perfectamente inverosímiles, las bromas carecen de relevancia para abrirse paso. Como sugiere el filósofo Gustavo Bueno, el presidente Zapatero tiene, como la Alicia de Carroll, dificultades para delimitar los mundos de la realidad y de la quimera, y se figura a sí mismo un horizonte ilusorio en el que De Juana Chaos se transfigura en un hombre de paz, Carod Rovira en un aliado respetable, Magdalena Álvarez en una dúctil negociadora, Hugo Chávez en un ilustrado reformista y el ayatollah Jatamí en un modernizador demócrata. Si para Larra había llegado un momento en que todo el año era Carnaval, para el zapaterismo el calendario se ha convertido en un perpetuo día de los Inocentes. Aunque para inocentes, sobre todo, los que sigan creyendo que estamos en manos de gente de fiar.
Si siempre, por tanto, resulta un trabajo adicional el ya bastante espeso quehacer que es leer la prensa cada día, ante toda ella, ¿cuál de todas las noticias es realmente la inocentada?, puesto que teniendo en cuenta el gran peso (es decir, espacio) que siempre tienen en los medios informativos las noticias políticas, lo cierto es que todo el año estamos viendo enormes inocentadas sin venir a cuento. Tenemos una clase política especialmente ducha en hacerlo, y eso que todos agradeceríamos que se esmeraran más en otras cuestiones. No hay manera, claro: parece que se vean obligados a declaraciones, afirmaciones, autobombos y las consiguientes descalificaciones e insultos casi todos los días del año, y nos referimos a esas que a cualquier ciudadano le sonrojan. Así que las que estamos leyendo hoy en los medios, lo mismo ni son inocentadas, sino lo cotidiano.
Aires de La Parra
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