El presidente Zapatero y sus allegados deberían reflexionar muy bien ahora sobre los pasos que han dado en falso en su acercamiento a los terroristas. Han demostrado con toda evidencia que no tenían ni idea de con quien se las veían; y lo que es peor, desde la ética política, tampoco les importaban las malas entrañas de sus interlocutores etarras.
En este momento todo son prisas y excusas, comenzando por la fontanera reinante monclovita, la vicepresidenta Fernández de la Vega, que tuvo que salir a explicar al Congreso las «consecuencias» del robo de las pistolas por parte de ETA en Francia. Y lo hizo con unas frases que causaron sorpresa en la Cámara: «Las consecuencias -dijo De la Vega- son evidentes. A quien comete un delito se le aplica la ley. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado están en máxima alerta y con violencia no hay avance».
El alcance de las palabras de la vicepresidenta no convenció a la Moncloa. Minutos después de la intervención de De la Vega ante el Pleno del Congreso, responsables del departamento de prensa del Ministerio de Presidencia matizaron a los periodistas acreditados en la Cámara Baja que las Fuerzas de Seguridad están, «como siempre», en estado de máxima alerta. Según sus aclaraciones, la Policía y la Guardia Civil «no han dejado de estar alerta durante al alto el fuego» de ETA.
De le Vega tuvo que hacer frente a las duras acusaciones del Grupo Popular a cuenta del proceso de negociación con ETA. Precisamente, el «número dos» del PP, Ángel Acebes, se empleó con contundencia para denunciar ante el Pleno de la Cámara que ahora la banda terrorista «tiene más dinero, más miembros y más armas».
«Muchos españoles temen que el proceso sea el de la rendición del Gobierno», sentenció Acebes tras indicar que la ciudadanía así se lo ha dicho al Ejecutivo «en cinco manifestaciones» (las convocadas por la AVT). «Escuchen la voz de la calle y no intenten silenciarlas con vídeos que sólo benefician a los terroristas y perjudican a la unidad de los demócratas», instó a la vicepresidenta además de exigir que la próxima grabación del PSOE «sea contra ETA y no contra los que siempre nos hemos dedicado a derrotar a los asesinos».
Ciertamente son millones los españoles que piensan que este proceso de “negociación” (¿de qué?, señor ZP) va a ser una rendición de este escueto presidente, que riendo marcha cuando en el campo truena. Pertenece ese hombre a los doctrinarios de poco alcance, que se siente a gusto con los nacionalistas porque estos son tan cínicos y quiméricos como él. Pero con ETA no puede el Estado español sentarse ni hablar, porque esa tribu nacional-terrorista la forman unos miembros a los que no se les puede admitir ni un solo gramo de impunidad social. Frente a esta gentuza, nuestros aires tienen el deber hoy de rendir homenaje a la viuda de Gregorio Ordóñez, Ana Iríbar, que ayer prestó declaración (Descargar intervencion-ana-iribar.doc) en la Audiencia Nacional contra el criminal que lo asesinó fría y cobardemente, ese ser viborezno de apodo “Txapote” –de mierda-.
Ana sí pidió un futuro limpio, “con vencedores y vencidos”. Es natural, contra lo que digan los tergiversadores de “la paz” (pero ¿qué paz?, ¡cojones!, si la democracia en 1977 les dio amnistía y no quisieron integrarse en el “nuevo” Estado español, siguieron matando irracionalmente y sin perspectiva política) y los equivocados defensores de negociar con la banda etarra. Son precisamente los comisionados de la negociación los que han de recapacitar con mayores dosis de lógica e inteligencia, esa que no poseen los nacional-terroristas, como reafirman las palabras de Ana, cuya manifestación se ha transcrito íntegramente.
Después de su declaración en la Audiencia (donde tuvo que afrontar en sede judicial los detalles de aquella muerte anunciada, injusta, cruel, en presencia del acusado del crimen, el asesino en serie «Txapote») la viuda de Ordóñez ofreció una rueda de prensa en un hotel de Madrid en la que se desbordó el aforo de la sala. Le acompañaron en ésta Maite Pagaza, la familia de Fernando Múgica, Marimar Blanco, Cristina Cuesta, Daniel Portero o Mikel Buesa, entre otros muchos que arroparon ayer a Ana Iríbar y a Consuelo Ordóñez. Todos ellos brindaron a la sociedad un nuevo testimonio de que la unidad de los demócratas sí existe en la «base», aunque se haya liquidado desde las instancias gubernamentales. Esta vez acudieron en tributo a la memoria de una víctima que lo fue por militar en el Partido Popular, como en otras ocasiones se han movilizado para revindicar a los asesinados por ser socialistas.
A todos debe quedarnos la evidencia, y sobre todo al presidente ZP y sus correligionarios, ofrecida por ese Txapote –cuya única suerte es haber nacido en la España de hoy, porque si nace en otro tiempo y país seguro que no hubiera podido desenvolverse como su silencio constató tras un cristal judicial-, un procesado al que calificó y puso Ana en su lugar: «Un criminal inhumano -dijo de «Txapote»- que asiste a los sucesivos procesos ajeno al dolor de los familiares de sus víctimas, sin la menor muestra de arrepentimiento, sin esa humildad inherente a quien se sabe culpable. Es un ejemplar más de la tribu nacional-terrorista, educado en el odio y en la mentira, con plomo en las entrañas y miedo en las venas». En su miseria moral «no está solo», adujo Ana Iríbar, sino alentado por «el aspirante a demócrata Otegi» y por «un Gobierno nacionalista vasco que mantiene su política de ayuda a los familiares de los terroristas para visitar a los presos, mientras niegan apoyo a los de las víctimas». Denunció también el asedio del odio «más allá de la muerte»: «Atentaron en tres ocasiones contra su tumba, atacaron a su hermana, nos negaron iglesias para celebrar su funeral. Nos fuimos del País Vasco. Y hoy se hace justicia».
Fundamentalmente queremos resaltar la referencia de Ana a a esa impunidad social que no computa en el «debe» de quienes aspiran a ser reconvertidos en demócratas en el proceso de negociación: «La condena no será suficiente si el asesino de mi marido abre una cristalería en la puerta de mi casa. No queremos más Azcoitias en el País Vasco. No queremos compartir vecindario, ni escuela, ni partida de mus, ni «txikiteo» con ellos. Que no nos hablen de reconciliación, por favor, las víctimas nunca hemos compartido mesa de juego con los terroristas y nos duele y nos cuesta entender el hecho de que algunos dirigentes políticos socialistas y nacionalistas las compartan con ellos al margen de las instituciones. Son demasiados años sin poder pasear por determinadas calles o entrar en determinadas tiendas y, sobre todo, demasiados años de silencio. El juicio de hoy no será suficiente mientras no haya libertad. Que no se nos hable de «proceso de paz» porque en el País Vasco no hay guerra sino tragedia impuesta por la organización terrorista ETA».
Desde el punto de vista ideológico, la viuda de Ordóñez hizo sonar la campana de la verdad, porque –como bien advirtió- un cierto respaldo social, o incluso un apoyo masivo, no puede legitimar en ningún caso al terrorismo totalitario: «Ser elegido por miles de alemanes no hizo de Hitler un demócrata». Real como la vida misma, esa que niegan y negarán siempre los nacional-terroristas.
Aires de la Parra
Últimos comentarios