Curioso, pero real como la vida misma. Esta Cuenca de nuestros amores, definitivamente, tiene una personalidad social que choca en muchos aspectos con la desarrollada fuera de sus paredes –queriendo aludir con esto a unos muros y tapias que le generan santo y seña, extraños para quien mira desde el otro lado de sus murallones-. Nuestros aires nunca han visto como positivo el que la “vida social” de la ciudad se desarrolle alrededor de un doble eje de reminiscencia eclesiástico-civil (la Semana Santa y la Vaquilla de San Mateo) que frena el impulso de otras definiciones y celebraciones que pusieran más al día a sus gentes, permitiéndoles desarrollar otras perspectivas más asentadas en el tiempo presente y conforme a los formularios que demanda una sociedad del siglo XXI.
Pero no, ahí sigue. Y los primeros en someterse a este cartilaginoso sostén de trajines oxidados son sus “fuerza vivas”, que aquí parecen muertas, o por lo menos cubiertas de herrumbre. El liderazgo social ni existe, ni tiene visos de desarrollarse. Quizá por eso, los escritores de vocación tengamos que hacer de tripas corazón y huir, con el alma en pena, a otras actividades o dedicaciones. Hasta que el pensamiento nos saca de nuestro sosiego, templamos ánimos y gritamos: ¡Basta ya, hasta aquí he llegado!
Esto es lo que le ha sucedido a nuestro editor, al que ayer, sin él saberlo todavía, le fue comunicado un comentario que por lo visto discurre por los fueros de la ciudad: Juan Andrés Buedo está preparando una Plataforma Política para las próximas elecciones. Quien se haya inventado esta mentira, que queda evidenciada sólo con una atenta lectura de muchos de nuestros artículos, probablemente se mueve precisamente dentro de algunos de los partidos políticos mayoritarios que en Cuenca pululan –con un pobre bagaje, por supuesto-, porque, o bien no desearían tenerlo como contrincante, o simplemente su deseo está en tenerlo dentro de su candidatura. Pues bien, en estos instantes, para frenar insidias o temores, hemos de decir que ni una cosa ni otra. Él está dedicado por entero a la Administración Pública (la vocación que los “temerosos” le impiden desarrollar con el ejercicio de un puesto más creativo y de mayor empuje profesional que el que ahora mismo posee, aunque se siente plenamente satisfecho con éste, porque le permite una compatibilidad dignificante), a la docencia –hasta cinco universidades recaban anualmente sus servicios- y a la investigación –está dirigiendo como investigador principal un proyecto I+D+I para la Consejería de Educación y Ciencia y el FEDER, que no acaba hasta el 31 de diciembre de 2007-, entre otras actividades menores, pero no menos importantes. ¿Cómo puede hacer todo esto?, ¿de dónde saca tiempo?, le preguntan a menudo. La respuesta es siempre evasiva, porque la humildad es la garantía de su esfuerzo y resultados, pero detrás hay continuamente una pragmática y bien templada organización de su vida, además de su praxis honrada, y por supuesto: trabajo y, después, mucho trabajo. Esto es lo que les falta a nuestros políticos, por lo que estamos viendo. Y quizá por ello también, ante el prestigio profesional que él se ha ganado en años, no quiere rebajarlo, pasando a beber, comer y bailar, en lugar de consagrar numerosas horas al estudio y la lectura de cuanto le agrada.
Si por casualidades de la vida, que nunca se sabe, pasara a hacer política activa y a militar en algún partido, cosa que por ahora no ve factible, pero el futuro es impredecible –o, si no, veamos a don Manuel Fraga-, J.A.B. desearía poder desarrollar en Cuenca la puesta en marcha de actividades trasformadoras de esta sociedad que precisa un hondo cambio. Lo haría, desde un ejercicio público de su labor que contase con todo el pueblo de Cuenca, fuera del signo ideológico que fuese, en aras de cortar los signos negativos de la personalidad antisocial conquense.
Todas las normas basadas en el principio de la mayoría, las intenciones civilizadoras e incluso la raza humana, fracasarán a menos que uno pueda identificar y obstruir a las personalidades antisociales, así como ayudar y apoyar a las personalidades sociales de la sociedad. Ya que la misma palabra “sociedad” implica conducta social. Y la “inhibición” de los conquenses es una demostración de su débil sociabilidad, que ha de transformarse y adaptarse a los nuevos tiempos, o si no lo único que hará –como está haciendo, como nos lo demuestra a cada instante los contundentes ejemplos que nos trae el blog “Lo que los conquenses deben saber”- es perder oportunidades, que sistemáticamente se van a otros lugares.
Las doce características primarias de la personalidad social son las enunciadas a continuación, y son las que deberían conducir la acción política de nuestras autoridades:
1. La personalidad social es concreta cuando relata circunstancias.
2. La personalidad social está ansiosa por transmitir buenas noticias, y se muestra poco dispuesta a transmitir las malas.
3. Una personalidad social transmite la comunicación sin mucha alteración; y, de omitir algo, tiende a omitir asuntos ofensivos.
4. El tratamiento y la reforma funcionan muy bien en la personalidad social.
5. Los amigos y compañeros de una personalidad social tienden a estar bien, a ser felices y a tener buen estado de ánimo.
6. La personalidad social tiende a seleccionar los objetivos correctos para corrección.
7. En general, la personalidad social termina los ciclos de acción una vez comenzados; siempre que sea posible.
8. La personalidad social se avergüenza de sus fechorías y está poco dispuesta a confesarlas; se responsabiliza de sus errores.
9. La personalidad social apoya a los grupos constructivos y tiende a oponer resistencia a los grupos destructivos o a protestar contra ellos.
10. La personalidad social protesta contra las acciones destructivas; apoya las acciones constructivas o de ayuda.
11. La personalidad social ayuda a los demás y se opone activamente a actos que los dañen.
12. Para la personalidad social, la propiedad pertenece a alguien, y evita o desaprueba el robo o abuso de ella.
En resumen, La personalidad social actúa de forma natural, basándose en el mayor bien para el mayor número de personas y áreas de la vida. No la persiguen enemigos imaginarios, pero sí reconoce a los enemigos verdaderos cuando existen. La personalidad social quiere sobrevivir y desea que los demás sobrevivan; mientras que la personalidad antisocial, de manera real y encubierta, quiere que los demás sucumban. Para ver una explicación más extensa, acudir a http://spanish.scientologyhandbook.org/sh11_2.htm.
Aires de La Parra
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