El Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, realizó ayer una declaración a propósito de la interpretación y reacciones de algunos representantes musulmanes sobre el discurso del Papa Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona, asegurando que su interés era rechazar clara y radicalmente la motivación religiosa de la violencia y no ofender la sensibilidad de los creyentes islámicos.
Sobre el discurso del Santo Padre pronunciado el pasado 12 de septiembre durante su reciente viaje a Bavaria, el portavoz de la Santa Sede, señaló que “es oportuno notar que –como se desprende de una atenta lectura del texto– lo que interesa al Santo Padre es un rechazo claro y radical de la motivación religiosa de la violencia".
"Desde luego, no era intención del Santo Padre llevar a cabo un estudio profundo sobre la jihad y sobre el pensamiento musulmán en ese sentido, y tanto menos ofender la sensibilidad de los creyentes musulmanes", prosiguió.
Más adelante, el portavoz vaticano explicó que, por el contrario, “en los discursos del Santo Padre aparece con claridad la advertencia, dirigida a la cultura occidental, de que se evite ‘el desprecio de Dios y el cinismo que considera la irrisión de lo sagrado un derecho de la libertad’, la justa consideración de la dimensión religiosa es efectivamente una premisa esencial para un diálogo fructuoso con las grandes culturas y religiones del mundo”.
“Así, en las conclusiones del discurso en la Universidad de Ratisbona, Benedicto XVI afirmó: ‘Las culturas profundamente religiosas del mundo ven en la exclusión de lo divino de la universalidad de la razón un ataque a sus convicciones más arraigadas. Una razón que frente a lo divino es sorda y relega la religión al ámbito de una cultura de segundo grado es incapaz de insertarse en el diálogo de las culturas’".
Como conclusión, el P. Lombardi subrayó que “queda clara la voluntad del Santo Padre de cultivar una actitud de respeto y diálogo hacia las otras religiones y culturas, evidentemente también hacia el Islam".
En su discurso, Benedicto XVI resaltó las contradicciones entre el Islam moderado y el radical y advirtió que las "culturas profundamente religiosas" ven en la exclusión de Dios cada vez más marcada en Occidente como "un ataque" a sus convicciones más íntimas. Ante esa situación, resaltó el Papa, se hace necesario y urgente un "verdadero" diálogo entre culturas y entre religiones para reencontrar el equilibrio entre la fe y la razón.
Citando a algunos escritores para reflexionar sobre fe y razón en las diferentes religiones y la difusión de fe, el Papa resaltó algunas contradicciones del Islam. Al recordar el diálogo entre el emperador bizantino Manuel II Paleólogo (1391) con un persa el Santo Padre resaltó que el mandatario decía a su interlocutor que en Mahoma sólo se veían "cosas malas e inhumanas, como su orden de difundir usando la espada la fe que él predicaba", mientras que el Corán proclama "ninguna obligación en las cosas de la fe".
Recordando las palabras del emperador, el Papa señaló que la violencia está en contraposición con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma.
"Dios no se complace con la sangre, actuar contra la razón es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma y no del cuerpo. Quien quiere llevar a alguno a la fe necesita hablar bien y razonar correctamente y no usar la violencia y a la amenaza", afirmó el Pontífice recordando las palabras del emperador.
Los Aires de La Parra, libres siempre en su pensar, sentir, sospechar, razonar, juzgar y vivir, envían sus felicitaciones a este valiente pontífice, pues ya era hora de que alguien, y quién mejor que un representante de Dios en la Tierra, condenara al lado fundamentalista y agresivo del Islam. Este movimiento redentorista se cree que tiene derecho para sentenciar y dictar penas de muerte para todos los que condenan su fe violenta, incurriendo en una permanente combustión de los derechos humanos asentados en este planeta. Simultáneamente, desde los Principios de la Ilustración que a partir del Siglo XVIII hemos sabido darnos en el Occidente avanzado, declaramos nuestra vergüenza hacia esos gobiernos europeos y esos pusilánimes intelectuales, nada legítimos, que no han sabido emitir ni una palabra de apoyo por la gran verdad que dijo Benedicto XVI.
Es muy triste que haya sido el Papa el que dijese claramente que la yihad es contraria a la fe en Dios, y a la razón. Por fortuna, al menos algunos gobernantes tienen menos complejos que los ZP y sucedáneos del modelo español -al que ha pasado a llamarse de “alienados”-, como es el caso de Romano Prodi y Angela Merkel, que han formulado sus críticas a esa yihad, parte continua de la actualidad, que se ve manoseada innoble y pervertidamente por jefes de Estado y autoridades islámicas que, en cambio, si que critican esas palabras del Papa (por cierto, sacándolas de contexto). ¿Es que no hay gente abierta que razonablemente pueda criticar a esa parte de los musulmanes que aleccionan a niños y jóvenes en el odio y la yihad? Algo que se critica descarnadamente en Occidente cuando se produce en ámbitos separados de los musulmanes. Esto es lo que se echa a faltar en unos países que se pierden en retóricas idólatras de hace diez siglos, como si el conocimiento de la Humanidad no hubiese avanzado y dejado atrás los signos culturales que, apoyados en las nuevas filosofías que pusieron en evidencia muchas creencias religiosas, otorgan a la “salvación” un valor más relativo y opuesto a la bondad moral de la persona. Una piedad y amabilidad que no acompaña al terrorismo redentorista difundido por cofrades inhumanos.
A la vista de estos perturbadores irracionales, siempre surge la eterna pregunta: ¿Es el Islam una fe violenta, divulgada a base de la espada, con la que conquistó, aniquiló y exterminó a miles de católicos en el medio oriente, Europa y Africa, e igual pretende hacer en el siglo XXI? De ser así, que no les quepa a sus predicadores, a quienes sólo se les ve la fe divina en los dientes y en la ira –las palabras y los argumentos lo evidencian hasta avergonzarnos-, su contradictoria finalidad: la destrucción de los cristianos y judíos. Pues en esto que se preparen, dado que nunca lo tendrán fácil; al contrario, les será tan difícil como los muchos siglos de derrotas que vienen padeciendo. El sarraceno siempre perdió.
Contra la guerra psicológica de esta camada, nuestros aires saben que no todos los musulmanes son fundamentalistas, pero los hay, y por manadas. Entonces, el Papa debe decirlo, de la misma manera que habló del alejamiento de Dios de los occidentales y esto también es verdad. Sinceramente, desde los micrófonos de Al Yazira hasta las sedes parlamentarias de decenas de países árabes, pasando por las mezquitas europeas, se repiten las críticas descarnadas contra el Papa. Todo por una citación sobre el Islam, puesta en boca de un emperador bizantino del siglo XIV, dentro de un discurso académico que giraba en torno a un argumento meramente teológico: la relación entre la fe y la razón. Cualquier excusa sirve cuando la susceptibilidad está en carne viva.
Las protestas se han extendido por toda la orbe islámica. El Parlamento de Pakistán aprobó una resolución en la que se exigen disculpas y pide que el Papa se retracte. Mientras, en las calles del país ya se han producido las primeras manifestaciones de protesta con pancartas incluidas contra el Papa, una imagen realmente insólita en los últimos tiempos. Críticas similares han llegado desde India, Egipto, y de las comunidades musulmanas de países europeos como Gran Bretaña, Francia o Italia. Tan sólo el jefe de la comunidad musulmana de Alemania, Aiman Mazyek, quizá uno de los pocos que pudo acceder al discurso completo, afirmó que no encontró «ningún ataque al islam» en las palabras del Papa.
En algunos casos, como el turco, las reacciones se tornaron preocupantes. Muchos acusaron al Pontífice de «incitar el terrorismo» y otros aseguraron que «dio a las tropas de EE UU un pretexto para seguir matando a los mahometanos». El ayatolá Ahmad Jatamí, uno de los destacados clérigos chiíes de Irán, llegó a asegurar que «es una prueba de la ignorancia del Papa sobre la tolerante religión islámica». «Es deplorable que el Papa perjudique al islam y lo vincule con la violencia y la expansión. Estoy seguro de que el mundo musulmán responderá de forma adecuada a estas ridículas declaraciones», agregó Jatamí durante la plegaria del mediodía de ayer. En Líbano, Palestina, Egipto, Irak, Arabia Saudí y Jordania se registraron reacciones similares.
Por nuestro costado, insistimos, no estamos de acuerdo con esa clase dirigente musulmana. Nuestros aires, dentro de la nitidez de ideas y el respeto a cualquier ideología pura, que no sea turbia ni indigna, en unos limpios diálogos de democracia, tienen un respeto total a la libertad religiosa. Para una explicación inmejorable y global, el profesor Derek H. Davis, de la Universidad de Mary Hardin-Bailor, ha descrito como nadie una posición limpia, que, como él dice (vid. http://usinfo.state.gov/dd/esp_democracy_dialogues), se asienta en la libertad religiosa como derecho humano universal. Para que no haya dudas, transcribimos acto seguido su pensamiento, que bien le valdría leer a cuantos se pierden en las majadas de la violencia, para que abandonasen ésta instantáneamente.

La evolución de la libertad religiosa como derecho humano universal
Por Derek H. Davis, Universidad de Mary Hardin-Baylor
El siglo XX fue testigo de un crecimiento fenomenal de la cantidad de democracias en todo el mundo. Según Freedom House, la organización no gubernamental que sigue la marcha y promueve la expansión de la democracia, la cantidad de democracias en el mundo se ha más que triplicado (a 120) en los últimos 30 años. Aun cuando la esencia de la democracia sea el gobierno del pueblo, la mayoría de las democracias de hoy son democracias “liberales”, lo que significa que los derechos o libertades fundamentales de los ciudadanos son inherentes a la estructura legal del régimen. Estos derechos incluyen por lo común la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de reunión y la libertad religiosa.
En concordancia con la tendencia del siglo XX hacia la democratización, está la evolución de la libertad religiosa como un derecho humano fundamental. Las democracias se estructuran para acomodar diferencias, y la mayoría de los países están poblados hoy por personas que tienen toda una gama de compromisos religiosos, por lo que la libertad religiosa se considera ahora un derecho humano fundamental y, en verdad, podemos decir que la democracia, a lo largo del último siglo para decirlo en términos generales, ha contribuido a lo que podría ser llamado la internacionalización de los derechos humanos religiosos.
Los cuatro pilares de la libertad religiosa internacional
De los cuatro principales documentos internacionales que hicieron universal el principio de la libertad religiosa en las décadas recientes, por mucho el más importante es la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por las Naciones Unidas en 1948. Este histórico documento reconoce varios derechos religiosos importantes. El Artículo 18 es el texto clave:
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.
La declaración afirma vigorosamente que las diferencias religiosas individuales deben ser respetadas. Se adhiere al principio político de que una función clave del gobierno es proteger la opción religiosa, y no ordenar la conformidad religiosa. Se necesitaron siglos, incluso milenios de guerras religiosas y persecuciones religiosas para que la mayoría de las naciones estados modernas alcanzaran esta posición, pero el principio es ahora ampliamente aceptado, especialmente en Occidente. El principio moderno de la libertad religiosa, mediante el cual los gobiernos declaran su neutralidad en cuestiones religiosas permitiéndole a cada ciudadano individual, basado en su propia dignidad humana, adoptar sus propias creencias religiosas sin temor a represalias, es un resultado del hincapié que hizo la Ilustración en la libertad humana, lo que, a su vez ayudó a generar el surgimiento de la democracia. Recibió reconocimiento universal en la declaración de 1948, sin duda el hito principal en la evolución de la libertad religiosa internacional.
La declaración se refiere a “una concepción común de estos derechos y libertades para todos los pueblos y naciones”. Escrita inmediatamente después de los horrores inenarrables de la Segunda Guerra Mundial, ofrece una concepción mediante la cual todos los pueblos del mundo pueden aprender a vivir en paz y cooperación. Si el mundo disfruta en el actual milenio de una mayor medida de paz que en los anteriores, es posible que los futuros historiadores consideren a 1948 como el comienzo de una nueva era de paz, tanto como ahora consideramos, por ejemplo, el año 313 (Edicto de Milán) como el comienzo de la unión constantiniana de la iglesia y el estado, o el 1517 (cuando Martín Lutero expuso las 95 Tesis), como el comienzo de la Reforma protestante. Simplemente, no hay modo de exagerar la significación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En tanto que la declaración impone obligaciones morales a todas las naciones signatarias, documentos posteriores fueron aún más lejos al crear una obligación legal de cumplir con sus principios generales. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), ratificado hasta la fecha por 144 naciones, prohíbe la discriminación religiosa, tal como lo declara el Artículo 2 (1), “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social”. El Artículo 18 garantiza los mismos derechos enumerados en el Artículo 18 de la Declaración Universal, y luego añade otros, inclusive el derecho de los padres de dirigir la educación religiosa de sus hijos. El Artículo 20 prohíbe incitar al odio contra otros debido a su religión, y el Artículo 27 protege a los miembros de las minorías étnicas, religiosas o lingüísticas de que les sea denegado el disfrute de su propia cultura. Aún más, el pacto de 1966 ofrece una definición amplia de la religión que abarca tanto las religiones deístas como no deísticas, al igual que “las religiones raras y virtualmente desconocidas”.
La Declaración de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de Todas las Formas de Intolerancia y Discriminación Fundadas en la Religión o Creencias, aprobada en 1981, es otro documento clave para la protección de los derechos religiosos. Los Artículos 1 y 6 ofrecen una lista general de derechos relativos a la libertad de pensamiento, conciencia y religión. Estos incluyen el derecho (1) a practicar el culto o reunirse en relación con una religión o convicción, y establecer y mantener lugares con estos propósitos: (2) establecer y mantener instituciones caritativas o humanitarias apropiadas; (3) hacer, adquirir y usar en una medida adecuada los artículos y materiales necesarios relacionados con los ritos o costumbres de una religión o convicción; (4) escribir, publicar y diseminar publicaciones relevantes en estas áreas; (5) enseñar una religión o convicción en lugares apropiados para estos propósitos; (6) solicitar y recibir de individuos e instituciones contribuciones voluntarias financieras y de otra índole; (7) observar días de descanso y celebrar días y ceremonias sagrados de acuerdo con los preceptos de la propia religión o creencia, y (8) establecer y mantener comunicaciones con individuos y comunidades en materia de religión y convicción a niveles nacional e internacional.
Finalmente, el Documento Conclusivo de Viena de 1989 contiene cláusulas similares a los documentos de 1948, 1966 y 1981, urgiendo el respeto a las diferencias religiosas, especialmente entre las diversas comunidades religiosas. Las naciones participantes acuerdan específicamente asegurar “la aplicación plena y efectiva (de la libertad) de pensamiento, conciencia, religión o convicción”.
Estos documentos internacionales, en realidad, son obligatorios sólo para aquellas naciones que toman medidas para darles status legal. En otras palabras, no se ejecutan por sí mismos. Si bien las protecciones a la libertad religiosa contenidas en los documentos internacionales no implican efectos de ley, van conformando ya las leyes sobre derechos humanos en las naciones participantes, y son una característica clave del desarrollo y, es de esperar, de un orden mundial más pacífico. Sin embargo, en el mundo de hoy la religión es todavía fuente de gran conflicto y los principios fundamentales de la libertad religiosa son a menudo más violados que respetados. ¿Puede hacerse más para promover la libertad religiosa, y puede la diseminación de la democracia contribuir al avance de la libertad religiosa?
Haciendo realidad las obligaciones internacionales
La persecución religiosa sigue siendo un problema grave en todo el mundo, a despecho de las medidas significativas tomadas por la comunidad mundial, en particular desde la Segunda Guerra Mundial, para combatirla. Este es un recordatorio desilusionante de que las declaraciones, convenciones y otros documentos no se traducen fácilmente a la realidad. Los estudiosos han recalcado por lo menos cinco áreas donde los enfoques institucionales amplios pueden ser efectivos para ayudar a hacer de la libertad religiosa no sólo un ideal mundial, sino también una realidad mundial.
Puesta en vigor de los tratados
Las naciones deben tomar con seriedad las cláusulas de los tratados internacionales sobre derechos humanos, integrándolos en sus propios sistemas legales. Es tal vez tautológico decir que la libertad religiosa en todo el mundo sería algo que se daría por sentado si todos los países del mundo cumplimentaran las diversas convenciones y otros documentos que han sido aprobados desde la Segunda Guerra Mundial. Que esto no sea así refleja el hecho de que demasiados gobiernos se permiten a sí mismos el lujo de solazarse en la luminosidad de los ideales que suscribieron, mientras fallan en tomar las acciones legales y de otra índole para convertirlos en realidad.
Legislación
Los gobiernos de todo el mundo deberían aprobar legislación significativa concebida para refrenar la persecución religiosa. En 1998 el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley de Libertad Religiosa Internacional. Esta ley ordena que se confeccione un informe internacional, preparado por la Oficina de Libertad Religiosa Internacional del Departamento de Estado, que evalúa y describe las violaciones de la libertad religiosa en cada país. El departamento considera también las sugerencias de una Comisión de Estados Unidos sobre la Libertad Religiosa Internacional (USCIRF), compuesta por nueve miembros. Basándose en el informe annual, el presidente de Estados Unidos puede imponer una gama de castigos y sanciones a los países que se determine son violadores. La legislación es controversial en el plano internacional, pero la medida ha ayudado hasta ahora a la causa de la libertad religiosa internacional. La ley no trata de imponerles a otrras naciones el “estilo de vida norteamericano”. Más bien, saca partido de la convicción, universalmente aceptada, en la dignidad inviolable de todos los seres humanos y de los derechos universales que derivan de esa convicción, y Estados Unidos alienta a otras naciones a adoptar medidas de supervisión similares.
Desde que entró en vigor la legislación, varios países fueron citados repetidamente por violaciones graves de la libertad religiosa. Entre ellos se cuentan China, Cuba, Corea del Norte, Irán, Arabia Saudí y Uzbequistán. Según el Departamento de Estado, en la mayoría de los casos la práctica de la religión en esos países “es a menudo considerada una amenaza a la ideología o el poder del estado”. Sin embargo, en años recientes, varios países han mejorado sus historiales de libertad religiosa, entre ellos India, Georgia, Turkmenistán, los Emiratos Arabes Unidos y Vietnam. A modo de ilustración: “en octubre del 2004 el Ministerio de Justicia de los Emiratos Arabes Unidos, Asuntos Islámicos y Awqaf fueron anfitriones de una conferencia internacional sobre religión y terrorismo que tuvo el propósito de estimular la moderación en la prédica y condenar el extremismo y el terrorismo”. Además, en junio del 2005 los Emiratos Arabes Unidos aprobaron una ley que establece el Centro Zayed para la Cultura Islámica, a fin de promover la tolerancia interreligiosa y la coexistencia y educar mejor a los occidentales acerca del significado y la práctica del Islam. La medida en que tales mejoras fueron resultado de las críticas del Departamento de Estado y los informes de años anteriores es difícil de documentar, pero es indiscutible que los informes fueron factores de fuerte motivación de los historiales mejorados de algunos países.
Educación
Se necesita más para hacer que los pueblos del mundo estén concientes del nivel abrumador de persecución religiosa que prevalece todavía en muchas partes del mundo.Más conferencias y simposios podrían destacar este tema, y podría proporcionarse más apoyo (verbal y monetario) a organizaciones no gubernamentales de derechos humanos como Human Rights Watch y la Asociación Internacional por la Libertad Religiosa que observan las violaciones de los derechos humanos en todo el mundo y las informan a los gobiernos y a otros grupos interesados.
La separación de la iglesia y el estado
Se deben hacer esfuerzos renovados para aumentar el respeto de todas las insituciones políticas, religiosas y sociales al punto de vista moderno que sostiene que los intereses primordiales de la sociedad politica consisten en promover la paz, la justicia y la libertad y la igualdad, y no en adelantar la religión. Ese es el significado básico de la separación de la iglesia y el estado. La tensión obvia en este punto reside en que, históricamente, la religión ha sido la base de todas y cada una de las dimensiones de la vida, inclusive las políticas. Como lo hiciera notar en 1692 el eminente cuáquero William Penn, “el gobierno parece ser una parte de la religión misma, una cosa sagrada en institución y propósito”. Pero, por supuesto, Penn era un partidario incipiente de la separación de la iglesia y el estado, y de modo creciente pasó a opinar que la religión es, fundamentalmente, una preocupación personal, individual, y que la función del gobierno deberia ser la protección de todas las perspectivas religiosas más bien que la defensa de una sola de ellas. Desde la época de Penn, las naciones estados han adoptado cada vez más esta perspectiva, y los documentos del siglo XX sobre derechos humanos han hecho lo mismo. Como ya se sugirió, esta perspectiva tiene que ser enseñada por instituciones educativas mediante una gama de programas de estudio que confronten la interacción de la religión y el gobierno en el mundo moderno.
Difundir la democracia
La democracia está estructurada para acomodar la diferencia, el pluralismo y la diversidad, promoviendo, en consecuencia, la libertad religiosa. Los regímenes totalitarios a menudo intentan unificar sus naciones en torno a una religión común; la consecuencia es a menudo la represión religiosa y la persecución de las minorías religiosas y una denegación fundamental del principio de la libertad de pensamiento y conciencia. A medida que la democracia se propaga, el resultado es, probablemente, menos represión religiosa y una práctica más grande de la libertad religiosa en el mundo entero.
En último análisis, nosotros, como miembros de la comunidad mundial, nos debemos a nosotros mismos y a nuestra descendencia hacer de la libertad religiosa una realidad para todos. No hay tarea más importante en el siglo XXI. Todas las naciones deberían mejorar su compromiso de hacer realidad la libertad religiosa; en verdad, la libertad religiosa puede promoverse y practicarse incluso en regímenes que no son democráticos. Pero si la democracia es una de las herramientas para diseminar la libertad religiosa como un derecho humano universalmente reconocido, que la democracia resuene entonces en el mundo entero.
Aires de La Parra
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