Tras muchos meses evadiéndolo -y cambiando de canal, pues la CNC nos produce náuseas a los Aires de La Parra y ese individuo sólo aparece en esa tv, con minúsculas, muy local- vimos a ese portento de la mentira, y, sin embargo, futuro candidato del PSOE como diputado al Congreso en las próximas elecciones generales, con un pañuelo festivo en los balcones del ayuntamiento de Cuenca, para entregar un premio a una de las peñas de la "vaquilla" matea del año pasado. En ese acto cogolludo de publicidad zapatera, tuvimos la oportunidad de parafrasear esa cara donde el cinismo bulle a sus anchas y la incapacidad que acapara le pasea como un héroe ensortijado por esta provincia. Entonces, nos dijimos: "Ahí tenemos al clásico trepa". Se trata del máximo cargo de los sociatas conquenses, hoy por hoy. Un comparsa venido a mucho en un lugar donde la crítica política informativa ha cundido poco.
Repasamos acto seguido nuestra hemeroteca y, después de leer varias decenas de artículos, vimos una glosa de esta clase de individuos que compone una síntesis inmejorable de su psicología y movimientos. La escribió allá por el 9 de diciembre de 2005 uno de los máximos expertos en corrupción política existentes hoy en España, José Manuel Urquiza. Dada su altísima calidad y el retrato tan fidedigno del individuo aludido, para que llegue a verlo desnudamente -como al ciudadano catalán "alternativo" a la gente política gansa del momento- la ciudadanía conquense, a efectos de ir lanzando esa tercera vía que debería abrirse paso contra gente como aquél, hemos sentido la viva necesidad de reflejar a continuación el santo y seña del "trepa" ese:
Su carencia de escrúpulos y de vergüenza sólo es comparable a su desmedida y hartera ambición. Es compulsivamente mentiroso. Es, asimismo, irresponsable, en cuanto imprevisor y temerario. Es, además, esencialmente práctico: sólo le interesa el agiotaje, lo que sirve para algo, lo útil, lo rentable; por consiguiente, abomina de lo idealista, que le parece una desgraciada pérdida de tiempo. En el arte de la manipulación es único, aprovechando al máximo la ingenuidad, defectos y debilidades del prójimo. Suele ser, de natural, simpático, y hasta generoso. También mediocre, tirando a malo, en lo que se refiere a conocimientos técnicos, facultades, capacidades y méritos. Adulador y servicial con el de arriba, es déspota y cruel con los de abajo. La cultura no le interesa, no le ve rendimiento a corto plazo. Finalmente, es listo (diligente, sagaz, avisado), que no inteligente.
Especulador de oportunidades, ha arribado a la política, después de medrar ineficazmente en la empresa privada (menos dada a pagar inútiles), en el momento justo (ahora son multitud, sobre todo en los Ayuntamientos, campo propicio para el arribismo y la estafa, por muchas circunstancias que no vienen a cuento). Nunca antes, en España (ni siquiera en tiempos de la infausta Restauración y/o del caciquismo genuinamente español) se había conocido, en el ámbito de la gestión de la cosa pública, una etapa de mayor relativismo moral, desideologización, desinterés y descontrol. Es la suya.
El bando en que se encuadra, sea cual sea, es meramente circunstancial. Con la misma fe defendería, llegado el caso, los postulados contrarios, pues carece de convicciones, principios y valores (ya saben: ¿quiénes hemos ganado?). Su fin, por tanto, es único: destacar a toda costa, para su mayor beneficio. Los medios no importan, son sólo un detalle en su estrategia política, y aún en su desarrollo vital.
Rehúye lealtades que le comprometan. Aunque las procura para sí, generalmente de manera obligada, mediante chantajes, amenazas, coacciones y extorsiones de todo tipo (por eso también es temido en su entorno).
Así, porque es práctico, ambicioso, inmoral, desvergonzado, mentiroso, listo, inculto, manipulador, generoso, mediocre, desleal, adulador, déspota e irresponsable, ha tenido éxito en la política que se lleva. No demasiado, en todo caso, pues también es consciente de que no debe superar al jefe que le protege, aunque éste sea objeto de su más íntimo y respetuoso desprecio. Su triunfo, por tanto, es relativo, pero significativo y sustancioso; el suficiente para vivir sin dar golpe, mientras se procura la fortuna suficiente que le permita subsistir en tiempos peores, que vendrán, aunque para él serán pasajeros.
Todos conocemos algún ejemplar; pululan por todas partes y anidan en las instituciones y empresas públicas, donde disfrutan de inmerecidas prebendas, y canonjías de todo tipo. Pero el político trepa resulta, en todo caso y en última instancia, provechoso. Así, los sinvergüenzas le tendrán como referente y espejo; las personas honestas (que lo hayan descubierto, claro), como modelo de lo que no hay que ser o hacer. A mí, particularmente, desde hace algún tiempo me sirve de desahogo; y aún de consuelo, cuando pienso de qué compañías me libré.
Aires de La Parra
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