Los acontecimientos que la jornada de ayer nos deparó incomodaron a nuestros aires, que se han ido con Manuel y Antonio Machado, con Rubén Darío, pero sobre todo con Juan Ramón Jiménez y su modernismo trascendental, con su “poesía pura”, porque el libro de éste Aires tristes refleja mejor que nada la doliente fatalidad experimentada de pedir desconsolados: ¡Cambien de política, por favor! ¡España y su Historia lo merecen! Pero deben cambiar todos, principalmente los líderes políticos, desde Zapatero y Rajoy, Rubalcaba y Pepe Blanco, Acebes y Zaplana, hasta Carod Rovira y Maragall, Otegi e Ibarretxe, etc. y etcétera. Las declaraciones de todos ellos parecen estar hechas a propósito para poner nerviosos a los ciudadanos, que, a la hora de la verdad, tienen preocupaciones más hondas y mejor curtidas que la de hacer propaganda de sus respectivas actitudes y posturas. ¡Y esto no es! La política está hecha para entenderse y aplicarse en el mejor gobierno, no para ganar elecciones, simplemente. Esto último es un penco y mostrenco sectarismo. Un fanatismo y una intransigencia en la que se ven todos esos dignatarios acompañados por una cuadra repetitiva de periodistas irracionales y poco motivados –como no sea la rutina diaria de cubrir el “expediente de las ondas” y los índices de audiencia-, que no siempre dicen la verdad, ni mucho menos indagan y predican ésta objetivamente.
En este abatimiento tiene mucho de culpa el tornabodas de ZP, presidente del Gobierno, que, como habían dicho nuestros aires en días pasados, ayer cosechó parte de los frutos de la escisión que ha cultivado tras el anuncio del alto el fuego permanente de ETA. Es muy dura la gravísima acusación hecha en un editorial de ABC de hoy, que lleva por título nada menos que “Ruptura en defensa del Estado”, donde se afirma que la discordia experimentada:
(…) es un fruto que venía madurando desde mucho antes de la tregua etarra, desde que el PSOE comenzó a difundir un mensaje sobre las nuevas oportunidades para la «paz». Lo que entonces parecía ser sólo un acto de voluntarismo del presidente del Gobierno, hoy ya asoma ribetes de lo que podría haber sido un largo proceso de diálogo oculto con el brazo político de ETA, mientras los etarras asesinaban y las víctimas enterraban a sus muertos. En estas condiciones, es lógico que el Partido Popular haya llegado al límite de su paciencia, un límite con el que se ha topado después de ignorar a conciencia y con generosidad, como recordaba ayer Mariano Rajoy, hechos, declaraciones e informaciones inquietantes. Pero el anuncio de la reunión entre los socialistas vascos y Batasuna ha rebasado el más amplio de los márgenes que una oposición democrática y responsable puede conceder al Gobierno.
Rajoy anunció ayer que rompía su relación con el Ejecutivo y que retiraba su apoyo a Rodríguez Zapatero. Es una reacción comprensible. Lo hizo después de desgranar en un discurso sólidamente argumentado todas las contrapartidas que ETA ha recibido hasta el momento, pese a que no ha cumplido ninguna de las condiciones que el propio jefe del Ejecutivo se impuso como requisito previo a cualquier diálogo. Rajoy, al mismo tiempo que propuso un resolución basada en los principios del Pacto Antiterrorista, liberó ayer a su partido y a la mayoría social opuesta a la negociación con ETA de seguir acompañando en silencio forzoso a un Gobierno que ha actuado con doble fondo en este grave asunto. También demostró el presidente del PP que el Gobierno se equivoca si cree que este «proceso» es viable en compañía únicamente de los firmantes del pacto de Estella, de los interlocutores de Perpiñán o de los partidos acomodaticios a cualquier coyuntura. Sin el PP, sin las víctimas y en contra de la ley de Partidos, de las sentencias judiciales y del Estado de Derecho, el Gobierno socialista camina hacia un callejón sin salida.
Es probable que este “conflicto de solución imposible” perdure por el estilo y las formas inconsistentes de Blanco y Rubalcaba, que han convertido en desleal a Zapatero con el Partido Popular. Todo se ve ahora muy claramente: estos tres “listillos” han querido utilizar al PP como coartada para el «proceso», a través de un discurso que era inmediatamente desautorizado por sus propios actos y los del Partido Socialista de Euskadi. Por el contrario, los expertos en esta materia han dicho desde el primer instante que ni la paz será antes que la política, ni Batasuna tendrá que ser legal -porque ya lo es de hecho- para hablar con el PSE, ni ETA tendrá que disolverse para sentarse en la misma mesa de negociación con el Gobierno. Sin embargo, lo peor es que, descubierta la trama, la respuesta no ha sido la rectificación, sino la imputación al PP de querer que se frustren las oportunidades de la paz. Y ahora sí, los populares le han contestado al presidente que se vaya a Cuba o Venezuela con sus parientes y allegados en el poder de la mentira. ZP ha reflejado en su discurso de ayer con quién va y con los que mejor se siente, que no son nunca los españoles de pro. Y si de algo puede verse avergonzado es de sus ritmos, palabras, actitudes y movimientos, pero no podrá afirmar nunca que Rajoy –en su impecable discurso de ayer- haya distorsionado la verdad exacta de esa negociación cada día más criticada. La cual parece estar calcada del modelo de negociación del IRA, con todas las endebles soluciones halladas en éste, como rotundamente anatematiza el editorial de ABC:
(…) lo cierto es que ETA y Batasuna saludan la reunión con el PSE como una victoria política histórica, porque entraña la aceptación del diálogo político en lo que sólo es un mero paréntesis en la actividad terrorista, y no el cese definitivo de la violencia. Otegi, acostumbrado últimamente a contar sus apariciones públicas como celebraciones, lo reconocía ayer mismo al interpretar el cambio radical del PSE como «un compromiso en favor del debate político, de reconocer nuestra interlocución y de una apuesta en favor de la mesa». Pero advertía, dejando en evidencia al Gobierno, que «vamos a hablar de nuestra legalización». Quizá por eso va a pasear estos días a Gerry Adams, ese terrorista que puede jactarse de que en su «proceso de paz», que ya dura más de quince años, ni el IRA se ha disuelto, ni el Gobierno británico ha verificado el desarme -sino dos clérigos y un general canadiense al que el IRA ha engañado cuantas veces ha querido-, ni ha impedido que los presos de uno y otro bando -porque el «modelo irlandés» sí es un intento de paz en una guerra civil- se hayan convertido en mafias delictivas.
Juan C. Osta, de Periodista Digital, firmaba ayer una contundente anotación que traemos ahora en trackback (http://blogs.periodistadigital.com/btbf/trackback.php/31018), puesto que pone en evidencia el innoble proceder de ZP y sus allegados. La argumentación de aquél se apoya en el seguimiento del Foro de Ermua, que no ha verificado ni los deseos ni las realidades a las que quieren sumarse los socialistas nihilistas. En efecto, el Congreso de los Diputados aprobó una resolución que exige que antes de abrir un proceso de negociación con la banda terrorista ETA hay que comprobar que, de manera efectiva, los terroristas han abandonado la violencia. Para el Gobierno estas condiciones ya se dan. El Foro de Ermua, con un informe detallado, demuestra que no.
La declaración del 22 de marzo de 2006 por la que ETA dice establecer un «alto el fuego», puede abrir un proceso de conversaciones del Gobierno con esta organización que, de ajustarse a la resolución del Congreso de los Diputados de 17 de Mayo de 2005, exige comprobar que, de manera efectiva, "los terroristas han abandonado el ejercicio de la violencia con fines políticos".
El Gobierno ha realizado varios informes destinados a la comprobación del fin de la violencia de ETA, llegando a la conclusión de que se dan las condiciones requeridas para el inicio del «diálogo» con la banda terrorista.
Tales informes no han sido nunca publicados, por lo que se desconoce completamente su contenido. Asimismo, no se han mencionado en ningún lugar las fuentes de información en las que se han basado dichos «informes de verificación del alto el fuego», ni que servicios estatales han participado en ellos.
Mikel Buesa, catedrático de la Universidad Complutense y presidente del Foro de Ermua califica así los informes del Gobierno:
Lógicamente, el ocultismo con el que ha actuado el Gobierno en esta materia, unido al hecho de que sus conclusiones son abiertamente contrarias a la experiencia que se manifiesta cotidianamente en este terreno y que reflejan los medios de comunicación, no hace fiables dichos informes; y ello obliga a efectuar una verificación independiente. La finalidad de este trabajo es establecer si ETA y las diversas entidades y organizaciones vinculadas con ella que forman parte del entramado terrorista, han dejado de ejercer de la violencia con fines políticos.
Para el informe, se ha recopilado información sobre las diferentes manifestaciones de esa violencia a partir de las noticias publicadas por diferentes medios de comunicación. De esta forma, alcanza las siguientes conclusiones:
De los datos reseñados en los párrafos precedentes se desprende que, en el período abierto con el «alto el fuego», ETA ha continuado realizando diversos tipos de actividades de violencia política o de preparación para ella, dando lugar a daños de importancia, tanto en el terreno material como en el simbólico.
Ello significa que no se ha verificado la condición de cese completo de la violencia establecida por el Congreso de los Diputados para autorizar al Gobierno para que dé comienzo a conversaciones o contactos con ETA orientados a su disolución; una condición que el propio Gobierno, en declaraciones reiteradas de su Presidente, ha asumido públicamente. En consecuencia, se puede concluir que es prematura, desaconsejable y contraria a los compromisos asumidos cualquier iniciativa que pudiera adoptar el Gobierno, tal como por otra parte ha anunciado, en el sentido de proceder a dichas conversaciones durante el mes de junio.
Aires de La Parra
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