En La medida de lo posible y dentro de La hiel del aire habla Juan Guillermo Tejada de una verdad aligerada de ánimos y repleta de neurosis, que cohabita más o menos apaciblemente con esa nube, entre asquerosa y cotidiana, empeñada en demostrar una finalidad ética y estética: la ineptitud política de la ciudad. Sin embargo, contra la radicalidad de esta afirmación, se alza la sinceridad inmediata de que esa incapacidad puede ser sustantivizada mejor en sus ejercientes, los políticos. El repaso diario de los blogs más activos así nos lo demuestra.
Frente a Buenos Aires, por ejemplo, Cuenca, lugar de expansibilidad de nuestros aires, no está desarrollando las tendencias óptimas de la urbanización contemporánea. ¿Culpables de que en esta plácida capital castellana no ocurra esto? El alcalde, José Manuel Martínez Cenzano y su séquito. Una simple mirada a sus hechos y acciones así lo demuestran: no tienen sistema y sus proyectos son muy endebles, casi siempre mediatizados por las empresas constructoras que favorecen el respectivo tipo de acciones, porque el mercado inmobiliario es el único que da cierta tregua a una crisis económica manifiesta.
Se suceden, uno tras otros, ciertos contrastes que permiten hablar de una ciudad con toques de absurdo, perdida entre las palabras, las fotos, los videos y los frágiles programas sufragados por una Administración autonómica de corto alcance. Hay muchos temas no resueltos en esta ciudad, necesitada a pasos urgentes de un cambio de gobierno municipal, por la ineptitud política de quienes ahora lo ejercen. Siempre se ha dicho que la razón de ser del gobierno es proteger la vida y la propiedad de los ciudadanos. Cuando se pierde ese enfoque conceptual (Cenzano, fiel alumno de José Bono, nunca lo ha tenido a su alrededor), la población paga las consecuencias con su riqueza y su bienestar.
Las fuerzas que hoy predominan en el mundo de la política, tanto nacional como local, impulsan la repartición de favores y ventajas a determinados y poderosos grupos de presión, con el fin de conseguir el voto electoral. Así vemos que la izquierda política busca ampliar el tamaño del gobierno, reemplazando la acción privada por la pública, mientras que la derecha busca recobrar sin acierto ni planes políticos bien concebidos la confianza de la sociedad.
En cualquier gobierno municipal la voluntad política de su equipo, como nos enseña Manuel Gallud (vid. http://www.orihueladigital.es/orihuela/puntos/gallud_ciudad_180106.htm), siempre se puede valorar repasando la medida en que hace posible aquello que desean los ciudadanos y para lo que se cuenta con los medios necesarios para efectuarlo. Por el contrario, se entra en la estampida de la demagogia en la acción política cuando se realiza aquello que no es necesario para la ciudadanía con un despilfarro de los dineros públicos, únicamente con la finalidad de alimentar la satisfacción del ego y la vanidad personal. A Cenzano este defecto le corroe, y, desde que hace años inició en Cuenca la cabecera del endeble cartel político, acompaña su lánguido quehacer de una malacostumbrada ineptitud política, que se evidencia día a día al dejar de llevar a cabo proyectos que son necesarios para los ciudadanos, escatimando medios para ello y dejándolos perder por falta de capacidad para utilizarlos o conseguirlos.
Para afirmar esto nos basamos en el análisis hecho por Mario L. Tercco sobre las seis proposiciones encadenadas para una teoría unificada de la ciudad (estructura, ecología, economía, ética, estética, erótica). Concretamente Cuenca no posee una dinámica ajustada al presente y asentada en la prospectiva futura de una limpia estructura a corto, medio y largo plazo. Sus planes de ordenación están llenos de fallas y vacíos, evidenciando una mala superposición e interacción de las distintas estructuras –físicas o sectoriales- que ordenan por ejemplo la trama y el tejido urbanos, el transporte, los espacios públicos y privados, los fluidos, las representaciones, las normativas, la producción, el paisaje, las secuencias espaciales y temporales.
Las visiones propias de las disciplinas parcelarias, como afirma Tercco y olvidan los “muchachos de Cenzano”, pueden explicar aspectos específicos de la ciudad y ser útiles en la medida que se acepte su carácter parcial. Para ciertas acciones específicas, es conveniente la utilización instrumental de estructuras parciales que separan momentáneamente determinados aspectos de la realidad urbana para tratarlos con autonomía relativa. Pero a partir de las visiones parciales, de las teorías fragmentarias, es preciso procurar la formación de una teoría unificada de la ciudad. Así podemos comprender una estructura urbana que explicara desde las grandes infraestructuras y tendencias socioeconómicas hasta la anécdota de una esquina, hasta la lógica de un encuentro inesperado en una pequeña plaza o en esas desvencijadas rotondas promovidas por este alcalde (tan asistemáticas, que al tres por dos las vemos levantas y en obras; pues si eso es funcionalidad, ¡enciérrese en su alcoba, alcalde!).
Una mejor estructura, pletórica de aptitud política, antes bien, tiene que contener, por ejemplo, a la ecología, la economía, la ética y la estética urbanas. Siendo tan aleccionadores los esquemas de Tercco, los Aires de La Parra remiten a todos esos políticos incapaces a reflexionar y trabajar el estudio de este autor, publicado en la revista digital “café de las ciudades”, destinada al conocimiento, reflexiones y miradas sobre la ciudad; en concreto, su número 40, de febrero de 2006. Unas páginas de mucho contenido, suficiente para limpiar de egos majaderos e imprudentes las actividades terciadas por la ineptitud política.
Aires de La Parra
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