¿Saben ustedes cuál es el artículo más leído de este blog? Pues uno que se publicó el 25 de diciembre de 2005: El mundo y sus demonios. Sagan, ciencia y democracia. Ese artículo se lee a diario por unos cuantos mexicanos, argentinos, chilenos, venezolanos, peruanos…, y, sin embargo, curiosamente –lo que le da que pensar al autor-, no tiene ningún comentario, ni positivo ni negativo. Por favor, ¡manifiéstense! Esta es la manera que cualquier escritor tiene de reflexionar sobre lo que está haciendo y, en su caso, enderezar los propios pasos.
Dentro de esta marcha, lleva este último muchos años indagando sobre el tiempo y la vida. Ahí es nada. Recordamos ahora a Carl Somárledi Dier, cuando nos habla de la lucha constante en la que se encuentra el ser humano por entenderse a sí mismo, debido a la cual, al no poder hacerlo, ha tenido que refugiarse en sus teorías y descubrimientos. Así es como trata de justificar su conducta a lo largo de los años, y de esa manera ha ido creando la inteligencia artificial, una generación realizada principalmente para intentar comprender un poco la forma en que funciona la mente. A través de ella “ha inventado los viajes espaciales, para hurgar sobre su posible origen dentro del universo; ha hecho modelos matemáticos, que tratan de encerrar las leyes de la naturaleza en unas cuantas fórmulas; ha escrito poemas, buscando enmascarar sus deseos violentos con palabras bellas; ha jugado a la guerra, para demostrarse a sí mismo lo frágil que es...”, dice Somárledi, sobrado de razón.
A lo largo de la historia el hombre ha explorado un sin fin de temas, sin embargo todos parecen apuntar hacia un lugar común, la explicación de conceptos como: la vida, el amor y el fallecimiento, los cuales de alguna forma implican al tiempo. Su trabajo La vida, el tiempo y la muerte (publicado en http://www.tuobra.unam.mx/publicadas/020610224607.html) expone una serie de ideas interesantes sobre la estrecha relación que guardan estos tres conceptos. Y concluye intentando encerrar en un modelo geométrico estos abruptos temas; los cuales, afirma rotundo, “quizá nunca aceptarán ser enclaustrados en una teoría”.
Samael Aun Weor (cfr. Educación Fundamental y Matrimonio Perfecto) nos recuerda la relatividad del tiempo, cuya explicación parte del hecho de que la concepción humana se inicia con tiempos extraordinariamente veloces, pero a través de los distintos procesos de la vida se van haciendo cada vez más y más lentos. Lo vemos al observar a ese insignificante insecto que sólo vive unas cuantas horas en una tarde de verano, pareciendo como si casi no viviera, mas vive realmente todo lo que un hombre vive en ochenta años. Lo que sucede es que vive rápidamente. Un hombre vive en ochenta años todo lo que vive un planeta en millones de años.
La Unidad de Vida en cualquier criatura viviente equivale a cada latido de su corazón. Todo lo que vive tiene un período de tiempo definido. La vida de un planeta es de 2.700.000.000 de latidos.
Esa misma cantidad corresponde a la hormiga, al gusano, al águila, al microbio, al hombre y en general a todas las criaturas. El tiempo de vida de cada mundo y de cada criatura es proporcionalmente el mismo.
Es claro que el latido de un mundo se realiza cada 27.000 años, empero los corazones de los insectos laten más rápido. Un insecto que sólo vive una tarde de verano, ha tenido en su corazón la misma cantidad de latidos de un planeta, sólo que esos latidos han sido más rápidos.
El tiempo no es una línea recta, como creen los ingenuos engrandecidos. “El Tiempo es una Curva Cerrada. Eternidad, es otra cosa”, asevera Carlos Figueroa Guillén, un instructor de Gnosis. Este mismo manifiesta que la Eternidad nada tiene que ver con el tiempo, y aquello que está más allá de la Eternidad y del tiempo sólo lo conocen los Grandes Adeptos iluminados, los Maestros de la Humanidad.
Existen Tres Dimensiones conocidas y Tres Dimensiones desconocidas. Total, Seis Dimensiones Fundamentales.
Las Tres Dimensiones conocidas son: largo, ancho y grueso. Las Tres Dimensiones desconocidas son: Tiempo, Eternidad y aquello que está más allá del Tiempo y la Eternidad. Esta es la Espiral de Seis Curvas.
El Tiempo pertenece a la Cuarta Dimensión. La Eternidad a la Quinta Dimensión. Aquello que está más allá de la Eternidad y del Tiempo, a la Sexta Dimensión.
La personalidad vive en una curva de tiempo cerrada. Es hija de su tiempo y termina con su tiempo. El tiempo no puede reencarnarse. No existe ningún mañana para la personalidad humana.
Es realmente sorprendente saber que nuestros primeros momentos de existencia debemos vivirlos en lo infinitamente pequeño, convertidos cada uno de nosotros en una simple célula microscópica.
Comenzamos a existir en forma insignificante de célula y terminamos la vida viejos, ancianos y sobrecargados de recuerdos. Y qué bien lo narra Carlos Figueroa:
Los primeros cuarenta años de vida nos dan el libro. Los treinta siguientes el comentario. A los veinte años un hombre es un pavo real; a los treinta, un león; a los cuarenta, un camello; a los cincuenta, una serpiente; a los sesenta, un perro; a los setenta, un mono, y a los ochenta, solamente una voz y una sombra.
Cada día es una onda del Tiempo, cada mes es otra onda del Tiempo, cada año es también otra onda del Tiempo, y todas estas ondas encadenadas en su conjunto constituyen la Gran Onda de la Vida.
La Vida y la Muerte constituyen un todo íntegro, uni-total.
Pensamos que los párrafos anteriores están llenos de filosofía, que nos conduce directamente a las muchas sinuosidades que sobre este tema hacen propósito. Para no detenernos mucho en ello, constataremos la existencia de un meritorio blog que ha dedicado un amplio espacio a El tiempo y la vida: conValor (http://convalor.blogia.com/temas/el-tiempo-y-la-vida.php), con numerosas referencias y opiniones a esta problemática en la persona de hoy. Son juicios, voces y creencias que no deberíamos pasar por alto al mover nuestros instintos y palabras, recriminando cuantas actitudes y comportamientos cruzan continuamente sin respeto ni educación (¡abajo las borracheras!) aquello que traspasa los límites civiles de la libertad, porque si no estamos robando trozos de su autonomía, de su tiempo y de su propia vida a nuestros semejantes. ¿Aceptaríamos que lo hicieran con nosotros? Seguro que no porque, al final, también los humanos somos simples animales.
Aires de La Parra
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