Ese alcalde que nuestros aires tienen sentado en la Plaza Mala, a través de un Decreto que firmó el 30 de enero de 2006, ha cesado al responsable de la Gerencia de urbanismo de esta ciudad. Según fuentes consultadas por Europa Press, se trata de una salida querida por ambas partes, y motivada tanto por la falta de confianza del equipo de Gobierno en la gestión de Esteban Cava, como por las discrepancias del gerente con la forma que tiene el Ayuntamiento de gestionar el organismo autónomo. Según el decreto, el cese «atiende a la petición de la Vicepresidenta del consejo rector de la gerencia», y tiene efecto inmediato desde el mismo 30 de enero.
La oposición política en ese Ayuntamiento ha abierto inmediatamente las llagas en esta Corporación que, con este “equipo de desgobierno” –más malo y menos transparente es imposible-, como manifestó ayer el portavoz del Grupo Popular, Jesús Cordente, constituye otra mala decisión la de cesar al gerente «unas horas antes de una reunión importante, y más aún cuando ahora se estaban viendo los resultados de su labor». Cordente se puso de parte del cesado gerente y recordó las palabras del concejal portavoz del equipo de gobierno, José María Lázaro, cuando se aprobó en pleno el nombramiento de Joaquín Esteban Cava. «El señor Lázaro dijo que «hay pocas personas en Cuenca, y me atrevo a decir en toda España, que sepan tanto de urbanismo como Joaquín Esteban Cava». Cordente se preguntó «¿qué ha pasado, para que poco más de un año después, ya no sea válido?».
En la misma línea, el portavoz de Independientes por Cuenca (IxC), Antonio Melero, comentó que este cese es una muestra más «de la pérdida de la brújula del equipo de Gobierno en lo que a urbanismo se refiere. Seguramente se deba a las discrepancias entre Esteban Cava y dicho equipo en relación a las grandes infraestructuras que vienen».
El observar respectivo de los grupos opositores a la última decisión municipal resulta paralela hasta desembocar en este último punto de confluencia: un proyecto de urbanización que se avecina, salido de la firma por parte del Ayuntamiento con el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) el próximo mes de marzo del convenio definitivo para iniciar los trabajos de urbanización de los antiguos terrenos de Renfe, unos 11.900 m2. Una vez que el Consistorio ha recibido el convenio del Administrador de Infraestructuras, deberá aprobarlo en Pleno y remitirlo después para su aprobación oficial.
De forma directa, el Grupo Popular criticó ayer muy duramente el convenio que quiere firmar el Ayuntamiento con Adif, pues según el portavoz popular, Jesús Cordente, el principal punto de desacuerdo es el mantenimiento de las vías férreas en el centro de la ciudad. Más enterados que los socialistas en las necesidades de la capital del Júcar a la hora de construir la ciudad-proyecto a estas alturas del Siglo XXI, los del PP apuestan por eliminar la vía que atraviesa Cuenca y reunir en la futura estación del AVE tanto el tren convencional como la alta velocidad. Así, según Cordente, se evitaría que la ciudad siga dividida en dos partes casi aisladas. El segundo punto de discrepancia es que el PP opina que no se deben edificar tantas viviendas, y no admiten que vaya a ser Adif quien edifique el 65 % del terreno total con viviendas de precio tasado. Cordente aseguró que presentarán alegaciones al convenio antes de que llegue al pleno, el próximo 7 de febrero. Esto es necesario y justo, para desentrañar los ovillos del profundo túnel especulativo que ahí se adivina.
Frente a estos planteamientos, el PP aboga por destinar más suelo a uso de dotación varia y servicios, con el fin de construir zonas verdes y abiertas que permitan crear «un pulmón» para la ciudad y terminar con la división de la ciudad con la eliminación del muro que rodea los terrenos. Cordente subrayó que este acuerdo es una muestra más de que el grupo de Gobierno no tiene proyecto de ciudad, y que lo que está claro es que este convenio «es incompleto y no soluciona las necesidades de esta zona de la ciudad».
El editor de los Aires de La Parra lo ha demostrado en su obra Cuenca 2005. Un recorrido sociológico por la Ciudad, que se halla en imprenta y, por lo visto, pese al conocimiento que tiene el alcalde de las prescripciones y consejos que se dan a este respecto en el capítulo 4 de este ensayo especializado, el alcalde se los ha pasado por el único sitio que su carácter le da y dispone su conocimiento...; o sea, restringido y sujeto a intereses especulativos. Y esto debe denunciarse. En la Cuenca que nos aguarda los próximos años estorban esos usos de gestión. Y así lo explica nuestro editor:
“...el antedicho profesor norteamericano (David Harvey, profesor de Geografía en la Johns Hopkins University, de Baltimore) arroja luz respecto a la versión Costa Oeste americana, que sitúa los núcleos de barrio “tradicionales” en el seno de un plan regional más integrado de infraestructuras de transporte para enlazar los puestos de trabajo espacialmente dispersos, las zonas comerciales y las instalaciones de ocio. Transige, por una parte, con la dispersión de tales factores, pero trata de recuperar los ideales de una convivencia vecinal más íntima y entrañable y de una vida de comunidad. La experiencia demuestra, como dice Harvey, que “si tal política reúne unos métodos democráticos de adopción de decisiones y una consulta al público generalizada, sus resultados pueden ser realmente provechosos”. Una versión ligeramente mitigada de lo que se expone apela al ideal del "crecimiento inteligente". Una densidad más alta de crecimiento (justificada quizá por una referencia a los conceptos de comunidad y de barrio) en torno a núcleos o centros ya existentes (en oposición a la urbanización caótica), se considera más bien como una respuesta a la presión excesiva sobre los fondos públicos, las infraestructuras (escuelas y centros de enseñanza varia, agua potable, tratamiento de aguas residuales, carreteras, autovías y AVE en el caso de Cuenca) y el medio ambiente (por ejemplo, la pérdida de suelo agrícola o de hábitats de alto valor). El concepto de “crecimiento inteligente” ha cobrado un atractivo nacional en Estados Unidos, como el único camino para reorientar la urbanización sin límites y caótica hacia una vía más eficiente y respetuosa con el medio ambiente.
En nuestros alrededores –comenzando por el quebrantador “Señorío del Pinar” y continuando por Arcas, Villar de Olalla, La Melgosa o Chillarón- se requiere un control y una planificación del signo modelado. Así lo reflejé ya en 2002 al reclamar los inicios de un movimiento como el que se ha descrito, y más allá de la descarga de adrenalina –vuelvo a citar a Harvey- “inherente a la batalla con los saberes convencionales de un extenso abanico de instituciones (constructores, banqueros, gobiernos, intereses de transportistas, etcétera)”. Responden estos pasos a los deseos y a la voluntad de pensar sobre el lugar de los polos urbanos especiales dentro de las áreas regionales en su conjunto, y de aspirar a un ideal mucho más orgánico y global de aquello en lo que las ciudades y las regiones podrían consistir. Nos hallamos ante el intenso interés avistado acerca de las formas de desarrollo urbano más cercano humanamente y mejor integrado, apto para evitar la monotonía agobiante de la ciudad planificada horizontalmente. Y, sin duda, es algo digno de alabanza, ya que libera un interés en la calle y en la arquitectura ciudadana consideradas como escenarios de sociabilidad.
Mis paseos (de Juan Andrés Buedo) por la Cuenca del 2005 continúan haciéndose aquella pregunta anticipada tres años antes: ¿Creen nuestras autoridades que si, durante quince días, un grupo de ciudadanos se dedicara a fotografiar las “anormalidades” y deficiencias que cunden ante nosotros, las recopilaran en un volumen compacto, bien comentado, de objetivos constructivos y no papanatas o sin sangría electoral “acacofonada”, y las presentaran en el organismo internacional competente, la ciudad de Cuenca obtendría la designación de patrimonio de la humanidad? Y la respuesta es la misma que daba en el 2002; es decir, a lo sumo se le daría esta nominación a una concisa parte de ella, y aún con el reparo de que se cuidase de otra manera”.
Si encima le agregamos a esto el pozo de la especulación, la perforación se hará insalvable. ¡No lo permita, señor alcalde! Muy lejos de la actividad con la que completan su agenda usted y el resto de autoridades por aquí movientes –que JAB ha llegado a citar de modo nominativo en cuantiosos trabajos publicados-, el nuevo urbanismo demanda en su grupo profundos cambios. Antes que esos movimientos especulativos (¿y qué más?, tenemos derecho a pensar los ciudadanos mientras no se nos den todas la cuentas claras, cosa que no tenemos mientras no haya presupuesto municipal y control de éste), tienen el deber de promover nuevas vías para pensar la relación entre el trabajo y la vida, y hacer factible una dimensión ecológica del diseño urbano que, en cierto modo, va más allá de la búsqueda de una calidad medioambiental superior, propia del consumidor de bienes tales como árboles hermosos y estanques. Plantea, incluso, abiertamente “el espinoso problema de lo que hay que hacer con las despilfarradoras exigencias energéticas de la forma de urbanización basada en el automóvil, que ha predominado mucho tiempo en Estados Unidos y que de modo creciente amenaza con tragarse las ciudades en Europa y en otros lugares”, como completa Harvey su argumento, todo el cual es trasladable literalmente a la Cuenca de estos momentos.
Aires de La Parra
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