En medio de la deriva pedagógico-iluminista y manipuladora, por la que se mueve el peor alcalde que ha tenido Cuenca en los últimos doscientos años, pues desde la Guerra de la Independencia contra los franceses nunca ha habido nada más antinatural y desconcertado, viene hoy en ese diario de cuyo nombre no quiero acordarme una entrevista grande concedida por el edil de la Plaza Mala. Publicitada a dos páginas, sin intervalos deontológicos, pues no la firma ningún periodista, ni de esa bazofia de medio de comunicación ni de ningún otro origen –llámese administración publicitaria o partido político oriundo-, con sus tirantes a tutiplén y sin vergüenza ajena aparente, expectora aquél ahí un cúmulo ansioso de nimiedades e incongruencias, que si algo ponen de manifiesto es su propia falta de talla política, así como su ignorancia y hasta oscurantismo como gerente público.
Observen, si no, la afirmación que da causa al gran titular de la entrevista: “Estarán ocupados por edificios 16 de cada 100 m2 de superficie”. Esto, dice literalmente el alcalde, significa que “el cálculo que han hecho los urbanistas que nos han aconsejado y que han dicho que este es un buen convenio (el de la cesión de los antiguos terrenos de RENFE en Cuenca), es que van a estar ocupadas (¿el qué?, nos preguntamos a la vista del embrollo que intenta descifrar) por edificios aproximadamente 16 metros cuadrados por cada 100 metros cuadrados de superficie”. Más fácil resulta decir que el 85% de las 14 hectáreas se van a destinar a construir edificios de seis o siete plantas.
Con lo cual, vuelta a lo mismo. Esto es, a una construcción hiperbólica de viviendas en esta Cuenca de hoy sin solventar los restos de su mañana. Es decir, no se hace futuro porque no se “produce” ciudad; tan solo se especula con su suelo. Sin duda, de la misma manera que no toma los cauces precisos para romper con la división urbana de la ciudad nueva, porque las antiguas vías del ferrocarril permanecen. Esta gente, él mismo, no sabe dónde pisa. No tiene ni la más remota idea de las amplísimas posibilidades que ofrecen las nuevas fórmulas de canalización del transporte urbano, ni del desarrollo óptimo de los medios de comunicación intra-zonas de una ciudad moderna. ¿Podría acercarse a Lérida (Llleida/Cataluña) y ver allí cómo se hacen con elegancia y vigor infraestructural estas cosas? ¿O es mucho pedir para el corto saber de Vd. y sus condiscípulos, señor alcalde?
No están de más estas últimas cuestiones, porque se cree este hombre –engañoso con quien lo trata por primera vez, y artificioso siempre al constatar sus soluciones y resultados, por su corto bagaje administrativo: es un nulo fisgón en materia de Ciencia de la Administración- que con decir medias verdades y abrir cuatro medias esperanzas, ya ha cumplido con su deber. Cuando la realidad es muy otra, y se halla en el polo opuesto de cuanto él manifiesta en la entrevista, donde delata el quid pro súmmum de su cortísimo equipaje. Más aún, evidencia que, para poder quedarse la administración de un 35% el Ayuntamiento, viene a entregar el 65% de los derechos urbanísticos a ADIF. Acto seguido, como si fuéramos tontos los conciudadanos, pone el burdo ejemplo de ganar la Vuelta a España y la victoria por etapas. ¡Qué chorrada! ¡No ponga otra vez las instituciones al servicio de los intereses de su partido! Estamos ya muy hartos de esto los conquenses.
Producir ciudad y huir de la especulación tiene otras miras, principalmente conlleva algo que el presente equipo de gobierno de esta ciudad ni sabe ni tiene in mente poner en marcha; o sea, abrir las vías de nuevos procesos que produzcan paralelamente en los barrios la erradicación de situaciones de declive:
· Intervenciones públicas (obras, regulaciones), que acordonan y encierran algún barrio impidiendo su diligente renovación. Preguntemos a nuestras autoridades: ¿Cuántas viviendas vacías hay en la Fuente del Oro? ¿Qué intervenciones caben para combatir esta tendencia y “rehabitarlas” en condiciones positivas para la sociedad?
· Acumulación progresiva de vivienda para grupos vulnerables, debido a zonificaciones y ordenanzas que no facilitan la diversidad de oferta en un mismo barrio, y a actuaciones públicas, de escala media o grande, que concentran vivienda protegida, de un mismo tamaño y precio, para alojar al mismo tipo de hogares y grupos sociales.
· Concentración paulatina de los grupos más vulnerables en las áreas con vivienda de alquiler módico, en unas condiciones de dudosa habitabilidad.
· Ambiente de economía informal, y tendencia de algunos sectores a la marginalización, etc., ante la extensión del paro y la precarización de los empleos (tiempo parcial, trabajo intermitente, etc.).
· Falta de recursos en el ambiente familiar y en redes sociales, como consecuencia de la escasez de trabajo de los miembros, la reducción e irregularidad de los ingresos y el escaso patrimonio.
· Una política de bajas miras que genera dificultad en muchos ciudadanos para acceder a una nueva formación profesional y a empleos más dinámicos y acordes con la demanda laboral presente, e incluso para plantearse sus posibles capacidades. Hay una carestía evidente en la gestión de oportunidades adecuadas y de información y asesoramiento sobre las existentes en materia de formación, mercado laboral, apoyo al empresariado, etc.
· Falta de apoyo a la vida cultural y asociativa de los barrios, y en particular falta de atención a la participación de los afectados en la toma de decisiones y en la aplicación de las políticas que afectan a los barrios.
En el caso concreto de esta ciudad, el editor de los Aires de La Parra ha justificado en los diversos análisis mostrados en su obra Cuenca 2005 que no puede ser definida ésta en términos meramente arquitectónicos, ni siquiera puede serlo en términos exclusivamente urbanísticos. De hecho, como ratifica el doctor Ramón Folch (cfr. Metrópolis inestables, Revista Summa+24, pp.59-61), sólo puede ser comprendida en términos sistémicos. Un sistema que se encarna en una anatomía y que tiene una fisiología, es decir unas formas de funcionamiento, pero que está sujeto a la teoría de los sistemas. Así, según puede verse en dicho ensayo, hay una propia lógica interna del sistema que puede más o menos orientarse, pero que no puede determinarse en forma completa. Con lo cual, al no ser un sistema cerrado, la producción de ciudad es más bien un sistema abierto donde se producen una enorme cantidad de intercambios. Una ciudad está importando permanentemente recursos, naturales y de todo tipo, de una amplísima periferia y a la vez exportando una gran cantidad de productos, algunos en forma inconsciente, como las emisiones a la atmósfera, y también en forma deliberada e inventariada como son sus productos manufacturados. Una parte importante de los problemas comentados es que se pierde a menudo la noción de que una ciudad trasciende sus aspectos urbanísticos, y por otro lado tampoco se escrutan soluciones que no entiendan nunca la ciudad desvinculada de su hinterland.
La reflexión del concepto de sustentabilidad urbana, que se ha explicado para Cuenca durante los análisis sociológicos pertinentes de esta obra, nos impone una actitud convergente con el espíritu del más avanzado rigor científico y tecnológico de la civilización industrial, que es el de tratar de encontrar soluciones a los problemas reales. No abordar los problemas reales no es una forma progresiva de resolverlos, sino una forma perversa de ocultarlos. Por esto, quienes tienen responsabilidades científicas y técnicas, quienes pertenecen a la academia de una forma responsable, tienen la obligación de decirlo a pesar que ello levante ampollas en determinados sectores. Y por eso genera reconcomio y escepticismo una inventada Academia conquense de las letras, junto a otras instituciones que “no producen” Ciudad. Esos panegiristas individuos tienen que saber que su falta de crítica y de propuestas innovadoras sólo sirven para cubrirse de ridículo, porque si a alguien se le pedirán responsabilidades en la conducción del pensamiento dentro de 20 o 30 años, será a aquellos que tenían como obligación pensar. Por eso poner de relieve el conjunto de cuestiones que hemos examinado es un acto de responsabilidad científica al servicio de la sustentabilidad social.
Aires de La Parra
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