La ciencia es "luz en la oscuridad". Esta idea, que hace muchos años aprendimos cuantos estudiábamos a Carl Sagan, traspasa inmediatamente la sensación de cómo las verdades que revela la ciencia superan a los sueños o ficciones que destruye. Así lo pone de manifiesto este apreciado científico y reconocido divulgador en una de sus obras más brillantes: El mundo y sus demonios. Publicado tras su muerte y reeditado por Planeta, a través de veinticinco intensos capítulos, con alusiones a recuerdos de su infancia y anécdotas de su vida, Sagan muestra cómo el pensamiento racional puede superar prejuicios y supersticiones."No explicar la ciencia me parece perverso", insiste el autor, para quien aunque el conocimiento científico no sea aún capaz de explicarlo todo, es el mejor instrumento que podemos usar para iluminar el mundo ante nuestros ojos.
En 1934 nace Carl Edward Sagan en Brooklyn, Nueva York. Hijo de inmigrantes de origen ruso. Desde la infancia muestra una clara inclinación hacia la ciencia y en especial a la astronomía, debido a su temprana afición a los relatos de ciencia ficción, teniendo muy claro desde muy pronto a lo que se dedicaría. Tras terminar los estudios de secundaria en N.Y. se traslada a Chicago, en cuya universidad se matricula. Muy pronto destaca entre sus compañeros. En 1960 obtiene el doctorado en astronomía y astrofísica. En 1961 da a conocer los resultados de su primera gran investigación como científico ("Atmospheres of Mars and Venus"), en donde sugiere que el efecto invernadero en Venus es la causa de sus altas temperaturas y que este fenómeno podría repetirse en la Tierra. Por tanto, mucho cuidado y más respeto al planeta Tierra, pues, de lo contrario... el peligro se expande todos los días un poco por nuestros alrededores. En 1972 se publica "UFO's: A scientific debate", escrito por Carl Sagan y Thornton Page, en el que se trata el tema de los OVNIS desde un punto de vista científico, descartando, por tanto, que su origen sea debido a civilizaciones extraterrestres que visiten la tierra. En 1973 se publica "The cosmic conection" ("La conexión cósmica"), libro que trata sobre el sistema solar, su exploración, y especulación sobre posible vida extraterrestre.
En 1977 se publica su libro "Los dragones del Edén", un ensayo sobre la evolución del cerebro humano y la inteligencia. Fue el libro más alejado de su especialidad que escribió, y con él ganó el premio Pulitzer. En ese mismo año preside el grupo de estudios de la NASA sobre inteligencia artificial y robótica. Además la NASA le invita a crear una comisión para seleccionar el contenido del disco que llevarían cada uno de los vehículos espaciales Voyager I y II (destinados a salir del sistema solar), orientado a alguna posible civilización extraterrestre que lo encontrara. En el disco de los Voyager figurarían saludos en 60 lenguas humanas y sonidos, fotografías, etc. de nuestro mundo, e incluso ondas cerebrales de pensamientos de Ann Druyan, de la que se enamoró durante esa investigación y la que sería la esposa de Sagan durante los 20 años siguientes hasta su muerte.
En 1980, además de ser nombrado presidente de la sección de planetología de la unión geofísica americana, crea y presenta la serie televisiva Cosmos, cuyos 13 capítulos también pasan a formar parte del libro del mismo nombre. Cosmos fue sin duda la obra más popular de Carl Sagan. La serie televisiva Cosmos fue vista en 60 países, por aproximadamente el 3% de la población del planeta tierra, y su edición en papel estuvo 70 semanas como bestseller en "The New York Times", convirtiéndose en el libro de ciencia más vendido del siglo XX.
En 1995 se publica "The demon-haunted world: Science as a candle in the dark" ("El mundo y sus demonios"). En él hace una argumentada crítica a las supersticiones y creencias sin base científica que posee la humanidad. En 1996, a los 62 años de edad, Carl Sagan fallece en Seattle, Estados Unidos, dejando a una esposa y 5 hijos.
Pedro Jorge Romero ha escrito una de las mejores recensiones que se han hecho en castellano de este libro, donde se pone de manifiesto que no es un secreto que en el mundo hay optimistas y pesimistas. Esta idea de Wells, que Carl Sagan no cita, nos la recuerda el subtítulo del libro (“la ciencia como una luz en la oscuridad”), algo que siempre parece interesante: la ciencia es como una llama en la oscuridad, pero en lugar de ver paredes llenas de secretos, lo que vemos es más oscuridad. La visión es pesimista, un mundo rodeado por la oscuridad que ni siquiera nuestros conocimientos científicos puede eliminar. Pero parece que para Carl Sagan ese punto de vista tiene al menos dos lectura. Por un lado, si vemos más oscuridad deberíamos alegrarnos porque eso significa que quedan más cosas por descubrir. Por otra parte, esa llama en la oscuridad ya es un refugio, por muy pequeño que sea, ante un mundo lleno de supersticiones y miedos ancestrales.
Un mundo lleno de demonios resultó como un testamento del autor, donde éste defiende con vigor una visión del mundo que lo contemple tal como es, en que las decisiones que se tomen tengan en cuenta la condición humana y su lugar en el universo y no cuentos maravillosos. Como subraya Romero, es evidente, para cualquiera que no viva bajo una piedra, que en nuestra sociedad se da la paradoja de que un avance tecnológico sin precedente va acompañado de un auge de creencias que son en el mejor de los casos irracionales y a lo peor peligrosas. En un mundo en el que se entiende el funcionamiento del universo como en ninguna otra época, en una sociedad en la que las oportunidades de recibir una educación superan a las de cualquier otra en la historia de la humanidad, hay mucha gente, gente educada, que cree firmemente en la astrología, en que civilizaciones extraterrestres avanzadas no tienen nada mejor que hacer que venir a la Tierra a descuartizar ganado, que ciertos cristales emiten misteriosas energías curativas o que se pueden ejercerse influencias mágicas usando los electrodomésticos. Creencias todas ellas defendidas en muchas ocasiones sin la más mínima prueba que las apoye o con argumentos falaces. O más grave aun, hay muchas personas educadas que consideran que la visión científica del mundo es ajena a la condición humana y que no aporta nada a la vida en la Tierra.
Muchas de esas creencias irracionalistas son examinadas por Carl Sagan en este libro. No desde el punto de vista de quien se niega a aceptarlas (en todo momento deja claro que hay que mantener la mente abierta), sino del que no ha encontrado pruebas convincentes que las apoyen. Se trata, más que de un proceso de ataque, de un curso rápido en el análisis científico y racional de la realidad, que nos permita evaluar qué hechos del mundo son reales y cuáles son producto de nuestra imaginación y expectativas humanas. Se trata principalmente de una defensa apasionada de la ciencia, entendiendo ésta como un método para explorar la realidad y no como un conjunto fijo de conocimientos.
Carl Sagan se toma mucho cuidado en no atacar nunca a las personas que mantienen esas creencias. Como ser humano comprende las necesidades humanas de entender el mundo (aunque sea simplificándolo hasta hacerlo irreconocible) y concebir la trascendencia (aunque sea suponiendo extrañas influencias de ciertos astros). Él mismo admite que le gustaría creer que de alguna forma una parte de sus padres sigue viva. Pero también deja claro que desde su punto de vista un consuelo ilusorio no es consuelo. También defiende que muchas de esas creencias son peligrosas, cuando hacen que la gente se entregue a tratamiento médicos sin eficacia (o dejarse “operar” por un curandero).
El mundo sigue siendo demasiado complejo y difícil de entender y quizás esto haga natural que mucha gente se refugie en seudociencias que prometen una explicación simple. Pero dar de espaldas a la ciencia de esa forma puede ser aun más peligroso, porque limita nuestra comprensión global del mundo y nos impide tomar decisiones reales para arreglar nuestros problemas. Ése es el otro tema fundamental del libro: la necesidad de que los ciudadanos de las naciones modernas tengan conocimientos científicos suficientes para tomar decisiones que les afecten (como el uso de la energía nuclear, la manipulación genética, etc...). Varios capítulos se dedican al pobre estado de la educación en Estados Unidos y no hay muchas razones para pensar que en otros países sea muy diferente.
En las sociedades modernas, por tanto, hay temas que no pueden dejarse de lado. Temas (tecnológicos y medioambientales) demasiado importantes para dejárselos a los políticos, como nos recuerda Pedro Jorge. Y esto hace que la responsabilidad de un ciudadano de un país democrático pase por mantenerse constantemente informado. No es algo inútil el que el último capítulo del libro se titule “Los verdaderos patriotas hacen preguntas”. Por lo mismo, aceptar una visión de las cosas por autoridad es la peor forma de actuar, lo que hace que en el mundo moderno estemos necesitados del escepticismo y la duda razonada para construir un mundo mejor. Así, cogidos de la mano de Sagan y su defensa apasionada de la razón una cita del autor podremos continuar cotidianamente mirando el planeta Tierra y cuanto nos rodea sin ningún miedo: “Damos sentido al mundo por la valentía de nuestras preguntas y la profundidad de nuestras respuestas”.
El Mundo y sus demonios convierte al lector poco a poco en escéptico, al ir capítulo a capítulo describiendo y rebatiendo todas las locas teorías de la ciencia alterna, la metafísica, la superstición. De todo aquello que llega a las masas con el nombre de "ciencia" y que no hace mas que confundir al lector... La Pseudociencia. En este libro su autor deja bien claro lo que significa la ciencia y nos enseña que la verdad puede ser tan sorprendente, pero mucho más fiable, como los falsos prodigios basados en la religión, las supersticiones, los mitos o, simplemente, la ignorancia. Indica la necesidad de poseer unos conocimientos científicos mínimos para poder combatir los demonios que nos acechan desde muchos frentes, uno de ellos el de las llamadas paraciencias. Al incitar al pensamiento crítico y al escepticismo, Sagan se ajusta a la idea de Goethe de que no hay nada más triste que la ignorancia en acción.
La segunda parte del título del libro compara la ciencia con una vela que ilumina la oscuridad, que es la ignorancia; cree, como dice un proverbio inglés, que cuando se está a oscuras es mejor encender una vela que proferir una maldición. Este consejo es el que trasladamos continuamente a los menos letrados de los políticos de los alrededores, que han de saber que la política no es una ciencia experimental, pero sí netamente social, que hace conveniente una actitud escéptica ante los acontecimientos. Y por ello la política puede a menudo beneficiarse del método científico. Lo que permite a nuestros aires terminar citando el mensaje final de Carl Sagan, es decir, el deseo que los ciudadanos de cualquier país se formen en el método científico y en la democracia.
Aires de La Parra
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