El mobbing lleva varios años puesto de moda y nada parece indicar que vaya a desalojarse de la actividad laboral. Con este nombre se denomina a un conjunto de acciones hostiles, hechas por una o varias personas, contra un compañero de trabajo. Se trata de uno de los mayores causantes de bajas laborales y asistencias al psicólogo o al psiquiatra de buenos y eficaces empleados, que sufren por parte de sus compañeros esta perjudicial forma de acoso.
Periódicamente llegan a los Aires de La Parra estadísticas de este asunto, y siguen demostrando que todas las personas pueden sufrir al menos una vez en su vida una situación de acoso laboral. Si echamos mano a la historia, nos dice ésta que ya durante la década de los 60 diversos estudios realizados en Suecia por el profesor Heinz Leymann revelaron ciertas formas de violencia practicada entre escolares. En la década de los 80, y aplicando el mismo tipo de estudios al entorno laboral, Leymann encontró resultados similares, convirtiéndose así en el primero en utilizar el término mobbing. Y ya en el 2000, principalmente en contingentes de población inmigrante –sobre todo entre la femenina-, sigue perdurando.
Proviene de la palabra mob, cuyo significado en inglés se aplica a varias circunstancias: populacho, turba, canalla, atropellar, promover alborotos. La palabra mobbing se utiliza para designar el acoso psicológico y no el acoso moral; posee un sustrato ético, que se refiere a la falta de consideración de la dignidad como un elemento relevante o sustancial de la relación laboral.
El mobbing se relaciona directamente con el estrés, dada la situación de boicot en la que vive el trabajador. Éste acaba por desarrollar un gran sentimiento de frustración y de soledad, muy lesivo para el que lo padece. Estos síntomas son, en algunos casos, parecidos al estrés cotidiano; incluso terapeutas, psicólogos y psiquiatras que no son conscientes de esta situación, pueden tomar los síntomas del paciente como etiquetas de otros fenómenos psicológicos: paranoia, manía depresiva, problemas de adaptación, desórdenes de la personalidad, etcétera. El mobbing trae serias consecuencias económicas, legales, sociales y psicológicas para quien lo padece, pero también para las empresas, haciendo que éstas disminuyan su productividad.
Publicaba un buen reportaje de EFE Cosas.com, con sede en Perú, en septiembre de 2003, donde cifraba el límite de la perversión en la simple imaginación. Esto significa que en cada caso se presentan variantes que dependen de cada individuo y el contexto en el que se producen. Sin embargo, los estudios del doctor Leymann han arrojado una serie de “situaciones patrón” claramente identificables en cada caso. Estas situaciones suelen intercalarse unas con otras durante un período. Algunas de ellas son las siguientes:
–Gritar, avasallar o insultar a la víctima, tanto cuando está sola como en presencia de otras personas.
–Asignarle objetivos o proyectos con plazos que se saben inalcanzables o imposibles de conseguir, y tareas que son manifiestamente inacabables en ese tiempo.
–Quitarle áreas de responsabilidad clave, ofreciéndole a cambio tareas rutinarias o sin ningún interés, e incluso no darle ninguna actividad.
–Modificar repentinamente y sin decir nada al trabajador las atribuciones o responsabilidades de su puesto.
–Ignorarlo o excluirlo, hablando sólo a una tercera persona presente, simulando su inexistencia o su ausencia física en las reuniones a las que asiste o en la oficina.
–Retener información crucial para su trabajo o manipularla para inducirlo a error en su desempeño laboral, y acusarlo después de negligencia o faltas profesionales.
–Extender por la empresa rumores maliciosos o calumniosos que menoscaban su reputación, su imagen o su profesionalidad.
–Infravalorar o no valorar en absoluto el esfuerzo realizado, mediante la negativa a reconocer que un trabajo está bien hecho o la renuencia a evaluar periódicamente su trabajo.
–Ignorar los éxitos profesionales o atribuirlos maliciosamente a otras personas o a elementos ajenos a él, como la casualidad, la suerte, la situación del mercado, etc. La perversión del hecho, cuando ocurre a espaldas de los jefes, puede llegar a ser extremadamente injusta, ya que el jefe tiende a tomar en cuenta la opinión de la mayoría. Cuando se produce tal intervención, acaba por ocurrir que la persona que lo padece debe, o bien irse de la empresa o aceptar una clara reducción de su estatus, gracias a la componenda de sus compañeros.
Lo peor a menudo es que este lacayo y decadente proceder suele ser un jaque al mejor. Ciertamente se ven inmersos en él, suelen ser las víctimas del acoso laboral, las personas que poseen un mejor rendimiento en su trabajo, esos que despiertan envidia y celo profesional en los demás. La mayoría de los investigadores están de acuerdo en que, entre otras, se encuentran en este peyorativo fenómeno:
–Personas con elevada ética, honradez y rectitud, así como alto sentido de la justicia.
–Personas con características que difieren de la mayoría de trabajadores existentes en el lugar de trabajo –inmigrantes, minorías, mujeres, jóvenes, trabajadores mayores.
–Personas autónomas, independientes y con iniciativa.
–Personas altamente capacitadas por su inteligencia y aptitudes, que destacan por su brillantez profesional.
–Personas populares, líderes informales entre sus compañeros o con carisma para liderar grupos.
A nivel psicológico, el daño inferido a la víctima es enorme. Casi la mitad de las personas acosadas psicológicamente manifiestan secuelas mentales o físicas, cuando no las dos. La víctima de las agresiones va perdiendo gradualmente la fe y la confianza en sí misma, consecuencia de la cual se ven afectados diferentes aspectos de su vida. Se entra en un tipo creciente de estrés que la mina físicamente y que puede llegar a hacerse crónico, dando lugar a afecciones somáticas que pueden producir baja laboral, incapacidad temporal o incluso permanente.
Los investigadores alemanes Carmen Knorz y Dieter Zept, autores de una investigación experimental sobre mobbing, han recopilado una relación de 39 acciones utilizadas para provocar terror psicológico en el puesto de trabajo. Estas son las más habituales:
-Se prohibe a la victima charlar con los compañeros
-No se le da respuesta a sus preguntas verbales o escritas
-Se instiga a los compañeros en su contra
-Se le excluye de las fiestas organizadas por la empresa y de otras actividades sociales
-Los compañeros evitan trabajar junto a ella
-Se le habla de modo hostil y grosero
-Se le provoca con el fin de inducirle a reaccionar de forma descontrolada
-Se hacen continuamente comentarios maliciosos respecto a ella
-Los subordinados no obedecen sus órdenes
-Es denigrada ante los jefes
-Sus propuestas son rechazadas por principio
-Se le ridiculiza por su aspecto físico
-Se le quita toda posibilidad de actividad e influencia
-Se le hace trabajar paralelamente con una persona que será su sucesor en la empresa
-Se le considera responsable de los errores cometidos por los demás
-Se le dan informaciones erróneas
-Se le niega la posibilidad de realizar cursos de reciclaje y formación
-Se le asignan tareas para las que debe depender siempre de alguien
-Es controlado y vigilado de forma casi militar
-Se cambia su mesa de sitio sin previo aviso
-Su trabajo es manipulado para dañarle (por ejemplo, borrando un archivo de su ordenador)
-Se abre su correspondencia
-Si pide días por enfermedad, encuentra 1000 dificultades o recibe amenazas.
En España se dio un paso muy activo contra este tipo de agresiones por parte de un juez de Jaén, que reconoció en una sentencia que el mobbing o el acoso moral contra una persona en el trabajo se puede considerar también como un accidente laboral. De esta forma, le dio la razón a un funcionario de la Universidad de Jaén de la escala técnica que estuvo casi un año de baja, tras soportar durante años todo tipo de humillaciones en el trabajo. A este funcionario se le reconoció, en un principio, una incapacidad temporal por enfermedad común, que en esa sentencia el juez consideró como «accidente laboral».
Y hasta aquí hemos llegado, pues los acosadores deben ser denunciados siempre. Aunque una Empresa presuma de criterios objetivos y de normativa general, cuando se tenga claro que es mentira (evaluaciones), no debe aceptarse ésta. Es imprescindible que se respete un mínimo ético y que se corten radicalmente los abusos que se produzcan. En este sentido, nuestros aires aconsejan denunciar los hechos ante las inspecciones de trabajo, exigiendo el fin de estos métodos.
Aires de La Parra
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