Al borde mismo de mi jubilación –en la Universidad lo hice en el pasado mes de septiembre y en la Administración lo haré a comienzos del próximo mes de noviembre- me gustaría transmitir varios consejos, que, sin egoísmo personal alguno, ni abundaran en la pérdida de tiempo de la discusión de edades y experiencias políticas, ni fuesen un recetario simple para generar optimismo en la salud de la poco vigorosa política de Cuenca y su provincia. Para eso ya existen los centenares de artículos recogidos en los distintos blogs que vengo publicando diariamente desde hace más de una década (Aires de La Parra, La Vanguardia de Cuenca, UPyD Cuenca-originario, Aula Electoral, Panorámica electoral de Cuenca, Salud Literaria), esencialmente construidos para facilitar mi labor docente y actividad politológica.
Me parece mejor, por tanto, emitir una honda reflexión sobre las cuestiones de fondo que paralizan el desarrollo económico, político y social de la capital y su provincia. Para empezar, faltan aquí lo que el profesor Manuel Cruz denomina “filósofos mediáticos” constructivos, que no sean objeto de descalificación o crítica fácil y simple, y, sobre todo, los ejercientes de “clase política” conquense leyeran sus pensamientos del espacio público sin descalificaciones ni apriorismos. Principalmente porque en el mundo actual la nueva ágora son los medios de comunicación de masas, y, como aclara dicho experto, “el filósofo que tuviera la menor sensibilidad en cuanto ciudadano se debería sentir obligado a dejar oír su voz ahí”. No porque la suya consista especialmente indispensable sino porque, de manera destacada “en momentos como los que nos está tocando vivir, nadie debería permanecer callado respecto a los asuntos que a todos conciernen”.
En segundo lugar, por estas tierras faltan líderes y sobran jefes en el plano económico. Hay que tener muy claro que el liderazgo da un mejor resultado empresarial que el ordeno y mando. Estudios sobre el funcionamiento del cerebro (realizados con herramientas como la resonancia magnética funcional), han detectado que un trato irrespetuoso sube la tensión sanguínea y genera estrés. “Es el camino a la depresión, la segunda enfermedad de mayor crecimiento en países desarrollados, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El jefe es irrespetuoso, y no siempre se manifiesta en gritos. El líder trabaja para sacar el máximo talento, y para ello debe haber respeto, confianza y motivación”, según explicó José María Gasalla, codirector del programa de coaching ejecutivo de Deusto Business School.
El rígido estilo de dirección de los jefes ha quedado anticuado porque no es competitivo, desmotiva a las plantillas, y provoca la huida de los mejores trabajadores. No solo eso, un informe realizado por el IESE señala al estilo de gestión, a la falta de motivación de los empleados y a la mala calidad laboral (rigidez de horarios, falta de expectativas y estrés laboral) como tres de las cuatro causas del absentismo en el trabajo. Este defecto de gestión no es gratis, pues cuesta muchos millones de euros al conjunto del país.
Muchos, muchos empresarios conquenses se olvidan que están gestionando a personas, conforme a la denuncia que realizó Maite Palomo, profesora del máster en Dirección de Personas y Desarrollo Organizativo de ESIC: “Hay que explicarles los objetivos de la empresa para que dejen de sentirse como simples números. Un líder es un gestor de la diversidad que contagia entusiasmo al equipo, sin olvidar las labores ejecutivas de control diario”. Además, “el jefe debe superar sus personalismos para convertirse en líder de un grupo, y hacer un equipo de gente madura que asuma su responsabilidad y reme en la misma dirección”, como añade Santiago Álvarez de Mon, profesor de Dirección de Personas en el IESE.
Un líder se rodea de empleados formados en sus competencias, y deja espacio para su desarrollo. “Entonces hacen un trabajo de calidad, y se convierten en maestros. A partir de ahí, se crea una empresa solvente que crece bajo la mera supervisión del líder”, explica el mismo Álvarez de Mon. Y en Cuenca, en su conjunto, salvo contadas excepciones, no acaba de verse que la base del líder es saber gestionarse. “Si no ejerzo el autoliderazgo, la automotivación y la autoconfianza, ¿cómo voy a hacerlo con los demás?”, se pregunta José María Gasalla. A partir de ahí, hay que saber detectar la valía de quienes están por debajo para enfocarla a objetivos concretos. “Un líder no manda a sus trabajadores, les ofrece tareas y les pregunta si pueden hacerlas. El trabajo debe acordarse entre ambas partes”, completa Gasalla.
En consecuencia, el líder que triunfa sabe adaptarse a las situaciones y a las personas para conseguir que la empresa llegue a los objetivos estratégicos marcados. “Debe tener inteligencia emocional, competencias sociales, competencias de gestión, competencias estratégicas, y sustentarse en valores éticos”, resume Maite Palomo.
Trasladada esta reflexión a una proyección política entran en juego los partidos, y más concretamente el autodenominado socialista, el PSOE, que responde a los engranajes más profundos del neoliberalismo actual cada vez que gobierna. Los llamados partidos socialdemócratas no sólo son responsables de colaborar en la creación de una Europa injusta, sin un Estado capaz de regular la economía y amparar a los ciudadanos, sino que parecen imposibilitados para renovarse a sí mismos. “No pueden ni quieren salirse del mar neoliberal en el que flotan perdidos, sumisos y cada vez menos útiles”, como les acusó Luis García Montero.
Esto significa que los cambios generacionales no suponen aquí un cambio de políticas. En Cuenca, como en el conjunto de España, se observa reiteradamente que la diferencia más grave que se da hoy entre el PSOE y el PP, es que el PP sigue siendo útil ideológicamente para muchos de sus votantes y el PSOE es una inutilidad para los suyos. Lo lamentable es que ninguno de estos dos partidos tiene en cuenta lo que dice la ciudadanía conquense.
En estos instantes nuestros políticos han de conseguir llevar la palabra de los conquenses a los ámbitos de la representación política, de esta manera las élites económicas de la provincia tendrán que oírlos y toda Cuenca recibirá una lección de democracia. Es la única manera de “hacerle ver a los especuladores y sus vasallos que la población no está dispuesta a soportar más los experimentos del laboratorio”, según observó Luis García Montero para el conjunto de Europa. Y no se olvide tampoco: la bondad de los poderosos nace de su miedo o de su egoísmo. Sólo dejarán de ser crueles cuando sientan que es mejor perder un poco que perderlo todo.
Esa angustiosa inhumanidad, que hace a la sociedad más estrecha y paralizada en lo social, puede y debe desaparecer mediante la elaboración y la puesta en marcha de un nuevo desarrollo que apareja la marca Cuenca, algo que hicimos ya en UPyD y yo recogí en la obra Gobierno Abierto, Transparente y de Progreso para Cuenca, publicada este año, meses antes de las últimas elecciones municipales. Ningún partido ha hecho algo semejante, y, sin embargo, al partido magenta ni se le votó ni parece que se le vaya a votar el próximo 20 de diciembre.
Si se olvida esto sólo perderán los propios conquenses, ya que ese avance y expansión es en la práctica un proceso indivisible, a la vez económico, social y político, en el que estos tres factores son solidarios e interdependientes y se condicionan mutuamente. El ideal es, pues, un desarrollo recíproco, que el progreso de los distintos aspectos de la vida habitual, económicos, políticos y sociales, se realice de una manera armónica y equilibrada. Sin retraso en la evolución de las condiciones sociales, culturales y políticas en relación al adelanto técnico y a la eficacia económica productiva.
En la Agenda 21 local (a la que está adherida la ciudad de Cuenca) un vital pilar de una ciudad sostenible es la participación ciudadana que permita sustanciar los problemas reales que tienen los ciudadanos. Esto puede consentir una mayor implicación y responsabilidad de los ciudadanos en la gestión de lo público (suciedad, recogida selectiva de residuos, conservación del mobiliario urbano, buen uso y conservación de nuestro patrimonio natural y cultural, uso adecuado de los medios de transporte), así como una mayor integración social y solidaridad tanto con nuestros conciudadanos como con los de otros países y con las generaciones futuras. UPyD de Cuenca es consciente de ello, está al corriente de cómo poner en práctica el “sentido de pertenencia” de sus ciudadanos y presentó en la mentada obra los instrumentos de progreso sistemático y sostenible más apropiados para salvar sus necesidades, tras librarse de sus déficits. Por eso los electores de esta ciudad y provincia pueden dar su confianza a la marca Cuenca impulsada por Unión Progreso y Democracia.
Juan Andrés Buedo