Con un enunciado rotundo, casi sin réplica, afirmaba el ex ministro de Administraciones Públicas Jordi Sevilla que los ciudadanos tenemos derecho a una buena administración de la cosa pública. De igual forma., ese derecho se extiende a tener un portal único de acceso electrónico a todas las Administraciones del Estado; a ser considerados clientes, a cuyo servicio se pone la Administración, en lugar de subordinados de estas; a exigir que los impuestos sean justos y gastados bien, de manera demostrable, y a que la Administración sea un motor de progreso, en lugar de una rémora para el mismo. Hoy, esto es inexcusable. Pero, además, incluso con las leyes aprobadas durante la legislatura popular de Rajoy y Cospedal, esto es posible. Luego hagámoslo, por mucho que no sea del gusto de sus aprovechados.
Eficacia, logro, contribución, resultados o creación de valor son conceptos diferentes que vienen a significar algo similar con una semántica variada: un rasgo esencial del directivo de las organizaciones de nuestra era. Un directivo mide su eficacia directiva y ejecutiva por la contribución que realiza. En caso contrario no sería justo acreedor de tal denominación. Eficacia y dirección se co-implican: la eficacia se revela a sí misma como crucial para el autodesarrollo de la persona, el desarrollo de la organización y la realización y viabilidad de la sociedad. Por mor de la claridad, Drucker distingue entre eficacia y eficiencia, definiendo la primera como conseguir «hacer las cosas correctas», mientras que la segunda estriba en «hacer las cosas correctamente»: racionalidad de objetivos y fines versus racionalidad administrativa centrada en los medios.
El sentido común dicta que es preferible emplear la energía en convertir a una persona competente en un experto eficaz, que en conseguir una mediocridad de un incompetente. En definitiva, no se trata de cambiarse a uno mismo, pretensión inútil, sino de mejorar el desempeño profesional y personal, sabiendo que la neutralidad funcional objetiva no existe en el ámbito de las personas.
Centrándonos específicamente en el análisis de la elite política local, viene a completar la misma esa serie de líderes urbanos que dan forma a las decisiones acordadas –son actores claves en los procesos de toma de decisiones- y, a su vez, están afectados por toda una serie de variables exógenas. Distribuyen una realidad caracterizada por la interdependencia entre las estructuras y reglas que establecen los ámbitos del liderazgo y la propia personalidad de nuestros líderes urbanos. Esto tiene una relación muy estrecha con los marcos organizativos y las reglas de funcionamiento dentro de los cuales operan los líderes locales. Y, finalmente, para poder completar la escena deberemos atender a los aspectos relacionados con el comportamiento político, los rasgos de su personalidad y las percepciones políticas de nuestra clase política local.
Surge de esa atención una pregunta cuya respuesta deriva, de acuerdo con los estatutos de UPyD, en la inclinación de uno de los autores de esta obra a presentarse como candidato a la Alcaldía de Cuenca: Antonio Ortiz. El interrogante es ¿cómo perciben nuestros políticos locales los problemas de sus municipios y cómo se orientan a la solución de los mismos? Antonio Ortiz es un consistente y versado abogado, especializado en varias áreas, entre ellas la de vivienda, en la que ha prestado servicios a la Junta de Comunidades en Cuenca. Políticamente ostenta la máxima jerarquía de UPyD en esta provincia, donde es su Coordinador Provincial y, además, forma parte del Consejo Político Nacional de este partido. Avanzando en su retrato y acudiendo a los indicadores que describen su carrera política, debemos decir que su vinculación con el municipio es total (ha nacido en él y ha pasado prácticamente toda su vida en éste) y que también es fuerte la vinculación con el partido político del que es “miembro” y dirige en estas tierras.
Hay que decir que nos hallamos ante un gran líder, pues, como ha demostrado durante muchos años, Antonio ha ido desplegando su paulatino ascenso en la compleja perspectiva del liderazgo. Una visión renovada que, como afirma Jorge Yarce(en El líder se hace. Cómo desarrollar el espíritu del liderazgo. Ediciones Liderazgo, Instituto Latinoamericano de Desarrollo Humano y Organizacional, 2001, 251 págs.), siempre está vigente en una sociedad porque se necesitan en ella hombres y mujeres capaces de cambiarla, de llevarla por nuevos rumbos, de ser semilla de transformación y guías de renovación. Él es un líder sincero y despejado, “que mira más al futuro que al pasado, que acomete éste con audacia, con afán de forjarlo desde una visión prospectiva, no adivinatoria, y con una actitud proactiva, empeñada y generosa para convertir en realidad la meta que se desea alcanzar, que no es otra cosa que lo mejor para su sociedad, para su gente, para sí mismo”. Por ende, el líder, encierra el estudio de Yarce, es una persona que –al estilo del señalado dirigente de UPyD- resulta capaz de afrontar y manejar la complejidad propia del mundo actual, tratando de superar las complicaciones, de acometer con éxito el estado de crisis y los diferentes tipos de crisis (familiar, educativa, profesional, económica, política, etc.), sin dejarse amedrentar por los problemas o atemorizar por las dificultades. “El líder no le tiene miedo al miedo aunque a veces sienta miedo ante determinadas circunstancias. No deja que lo desborden los problemas: los aborda para vencerlos”.
El derecho a elegir es la columna vertebral de la democracia, y conlleva la obligación de elegir lo mejor posible. Compartimos íntegramente la opinión de Martínez Gorriarán de que los políticos han de cumplir sus compromisos con la mayor fidelidad posible y, para esto, se hace imprescindible formular programas electorales lo más realistas que podamos, coherentes con el ideario o proyecto político propio. Pero también ocurre que no sea posible cumplir un programa porque, sencillamente, sea irrealizable, aunque esta no sea la única causa (o excusa) para el incumplimiento. Hay más, debiendo recalcar la alarma social por el incumplimiento de los contratos políticos, como aumentó con el escandaloso caso del programa con el que Rajoy y el PP ganaron las elecciones generales de 2011.
Por esto, al entregar su voto los conquenses –al igual que el resto de los españoles- en sucesivas elecciones han de ver que “realmente hay pocos precedentes de un gobierno tan disímil, incluso antagónico, con lo prometido: ¿qué se había prometido reducir impuestos y crear empleos?; pues toma, aquí tienes exactamente lo contrario. La doble excusa de Rajoy ha sido culpar a la “herencia recibida”, y que las instituciones europeas y mercados no le han dejado otro remedio que hacer lo que no quería hacer. Incluso pretende que este descarado fraude se tome como un ejemplo de coherencia política y rectitud moral, un ejercicio de hipocresía realmente impactante” (Carlos Martínez Gorriarán, Los políticos, sus programas y el cumplimiento de sus promesas, El blog de Carlos Martínez Gorriarán, 7 de febrero de 2014).
Cualquier ciudadano ha de saber que existen varios problemas con los programas políticos. Entre esas contrariedades se hallan las de tipopragmático: incluso cuando un programa electoral o de gobierno es realista, posible y realizable, tropieza con el hecho inevitable de que los sistemas democráticos no permiten a ningún partido la realización completa de lo que se llamaba “programa máximo”. Con UPyD Antonio Ortiz ha aprendido que, incluso con mayoría absoluta, “hay que pactar y negociar la ejecución del programa porque la sociedad es plural y pluralista, existen la opinión pública y grupos de interés poderosos e influyentes que ejercen una oposición muy eficaz, sea mediante movilizaciones públicas o presionando en los despachos, y finalmente hay contrapesos institucionales y marcos jurídicos preexistentes que pueden desvirtuar, variar o frustrar promesas electorales muy pensadas. Uno de los principios básicos de la democracia es que se debe respetar a las minorías, cuyos derechos garantiza la Constitución” (según la cita literal de Martínez Gorriarán).
Juan Andrés Buedo
(*) Esta lección es una compilación del epígrafe 4 del Capítulo 4º, páginas 111-117 de la obra de este autor Gobierno Abierto, Transparente y de Progreso para Cuenca.