Editorial de UPyD (Ver aquí)

¿Por qué tiene que ser así? La política parlamentaria exige de los partidos la capacidad para opinar con criterio sobre casi cualquier asunto, pero eso no quiere decir que tengan soluciones para todo o que su visión sea siempre la más acertada. En una sociedad democrática, las personas y los colectivos pueden aportar ideas que merezcan un debate público. Es más, se trata de un derecho y, hasta cierto punto, de un deber. Y permite a los ciudadanos con iniciativa ampliar su ámbito de participación política mucho más allá de la papeleta que - de un modo a veces excesivamente ritual - introducimos en la urna una vez cada cuatro años.
Son numerosas las asociaciones y los individuos que piden reunirse con partidos y representantes políticos para transmitir sus inquietudes o sus ideas sobre la materia de su dominio, y es una obligación para las formaciones atenderles adecuadamente anunciándolo - cuando el sentido común no aconseje lo contrario - de forma pública. Otra forma de influir es la Iniciativa Legislativa Popular, que permite a los colectivos forzar el debate parlamentario de asuntos muchas veces ignorados (como la Ley Electoral en Andalucía, por poner un ejemplo). En los últimos tiempos, además, ciertas plataformas digitales han permitido que los ciudadanos que lo deseen puedan expresar su apoyo a una iniciativa individual, gracias a lo cual se ha extendido lacapacidad de influencia a personas sin más apoyo que su propia voluntad.
Este es el caso de Elena Alfaro, una española que ha logrado más de 300.000 firmas a favor de un proyecto para el préstamo gratuito de libros de texto en las escuelas. Gracias a su empeño altruista, su proyecto ha llegado al conocimiento general. Unión Progreso y Democracia lo convirtió en una Proposición No de Ley a la que consiguió sumar al Partido Popular, por lo que la iniciativa se convirtió en un mandato del Congreso de los Diputados al Gobierno. Falta, por supuesto, que éste atienda a lo que se le reclama, para lo cual ya puede contar con la insistencia permanente de UPyD. En cualquier caso, lo logrado por la ciudadana Alfaro tiene ya enorme mérito.
La sociedad civil no puede sustituir a la política parlamentaria, tal y como quisieran algunos; pero la política - los partidos - no pueden invadir los espacios de la sociedad civil, tal y como ha intentado el bipartidismo desde la Transición. Para que una sociedad funcione, los ámbitos deben estar claros y la comunicación entre ambas partes debe ser frecuente y fluida. Tal es la convicción que mueve a la Fundación Progreso y Democracia a entregar por segundo año su Premio a la Regeneración Democrática, en esta ocasión a Elena Alfaro. Es una forma de otorgarle un reconocimiento y algo de publicidad a quien, además de suscitar un debate que terminará mejorando las vidas de sus conciudadanos, ha dado a España todo un ejemplo de valores cívicos.