Cuando llegue el momento del voto ningún ciudadano coherente debe olvidar el atropello cometido por el PP, retirando su voto al Gobierno de Rajoy y a su intervención política, porque han conseguido desmantelar el cuarto pilar del Estado de Bienestar, logrando al fin que las políticas sociales desaparezcan literalmente del mapa español, dejando desprotegidos a miles de ciudadanos y acabando materialmente con la autonomía local.
Al menos 14.885 millones de euros, equivalente al 1,5% del PIB, se han evaporado de las cuentas de las Administraciones central y autonómicas desde 2010 —y eso sin contar los presupuestos autonómicos de 2013 en sanidad, ni el recorte total en servicios sociales— según la estimación elaborada por El País. Las tijeras presupuestarias, afiladas con las reformas impuestas por la UE, vienen rebajando y dificultan o encarecen el acceso a los beneficios sociales del Estado de bienestar. Con la excusa de la crisis, el impulso de las medidas se ha extraviado a partir de la ideología, como coinciden varios expertos que ven de trasfondo la batalla entre el modelo tradicional europeo de bienestar y el neoliberal.
Viene justificándose el Gobierno en el déficit público y el ahorro obligado para contenerlo, y así cae otra vez en esa incompetencia que se demuestra más afanada en cortar la hemorragia que en estudiar sus consecuencias. Ha exhibido una apuesta más obcecada por reducir el gasto, según algunos expertos, que por aumentar los ingresos, lo que reduce el peso del Estado.
Para los ciudadanos, con el bolsillo estrujado e inmersos en un mar de incertidumbre y eufemismos —al recorte se le llama ahorro, a la privatización, externalización, como acertadamente explicó Charo Nogueira—, crecen las dificultades. Al debilitamiento del trabajo y las rebajas de los sueldos se añade una mala noticia tras otra: las ambulancias dejan de ser gratis, hay que pagar más por los medicamentos, la escuela pública pierde recursos, la universidad es más cara, los ancianos mueren esperando su ayuda por dependencia...
Los malos anuncios llegan desde 2009, cuando el Gobierno socialista de Zapatero endureció de forma gradual el acceso a las pensiones públicas. Y han arreciado desde 2010, con la demolición de los ingresos fiscales —mantenedores del Estado de bienestar—, que junto a otros sumandos como el paro, la recesión y la obligación inexcusable de cuadrar las cuentas impuesta por la UE y los mercados financieros están arrastrando el modelo de prestaciones universales e igualitarias.
“Si se necesita cortar, hay que hacerlo, el problema está en por dónde se corta”, afirma uno de los grandes estudiosos a nivel global del Estado de bienestar, el danés Gosta Esping-Andersen. Y en ese terreno España, con una situación “brutal”, suspende. “Es preocupante la falta de una estrategia de prioridades. Me da la impresión de que los recortes se hacen a ciegas, sin pensar en las consecuencias a medio plazo”, advirtió el analista nórdico, profesor en la Universidad Pompeu Fabra. Palabras corroboradas por César Antón, director general del IMSERSO y experto del PP en bienestar social, cuando sin matiz alguno a todo este hachazo afirmó: “No ha habido tiempo para reflexionar. Los objetivos de déficit marcados por la UE han obligado a tomar medidas rápidas”. Y así, con todos estos desaciertos, se vienen obteniendo unos resultados disparatados e inconvenientes.
Las consecuencias del cambio de prototipo se ven próximas: “Vamos hacia un modelo de una mayor desigualdad, gestionado por un Estado asistencial que sobrecarga a la familia y que hace al individuo responsable último de los riesgos de su existencia”, ha avisado Gregorio Rodríguez Cabrero, catedrático de la Universidad de Alcalá. Está convencido de que los recortes pueden causar un deterioro “irreversible” de los servicios. Otro catedrático experto en políticas públicas, Vicenç Navarro, de la Universidad Pompeu Fabra, también es pesimista. Determina que con los tajos presupuestarios “se están desmantelando” los servicios del Estado de bienestar mientras crece el sector privado. Y hay quien se beneficia de la situación: “El capital financiero” y los sectores sociales “con rentas altas”. Al reproducirse la polarización social en España, en detrimento de la mayoría de la ciudadanía que utiliza los servicios públicos, progresivamente “vamos a unmodelo bipolar sumamente desigual y muy ineficiente”, añade el profesor Navarro.
Las tijeras del austericidio, segúnadvierten las ONG, han provocado una enorme perturbación socioeconómica de la que se tardará 20 años para recuperar lo perdido y acortar la creciente brecha entre ricos y pobres. Dentro de la línea descrita hay cifras absolutamente incontestables, que deja en evidencia cómo la orientación del PP y sus dirigentes no es cuestión de ajuste económico, sino de adelgazamiento de lo público. Y así se ha visto corroborado por la Ley 27/ 2013, de 27 de diciembre, de racionalización y sostenibilidad de la Administración Local.
Se ha constituido esta ley, más conocida como reforma local, en uno de los proyectos más discutidos de la legislatura y del que se han elaborado una treintena de borradores; el primero, en julio de 2012, hace año y medio. Finalmente, después de un proceso legislativo caótico e improvisado de principio a fin, ha entrado en vigor el 31 de diciembre del año recién acabado y pone en marcha los mecanismos para que los servicios sociosanitarios que prestan los municipios pasen a ser responsabilidad de las comunidades, que tienen la competencia general en la materia.
En cuanto a los servicios sociales, el plazo para el traspaso es más corto, de dos años. Los municipios se encargarán solo de detectar y evaluar situaciones de necesidad y de la atención inmediata por exclusión social. Sin embargo, en ambos casos las comunidades tienen la alternativa de delegar el servicio en la diputación o en el ayuntamiento, aunque deberán pagar por ello y si no lo hacen, Hacienda les retendrá el equivalente de las transferencias del sistema de financiación.
Según corrobora Rafael Jiménez Asensio, catedrático de Derecho Constitucional, la LRSAL es producto de lo que se ha venido en denominar como proceso de “reforma local” y se articula, por un lado, en una “revisión profunda” de la LRBRL y en una serie de modificaciones puntuales (pero de amplio calado en sus previsibles impactos) de la Ley de Haciendas Locales, así como, por otro, en un conjunto de medidas que se incorporan como disposiciones adicionales, transitorias y finales a la propia Ley de racionalización.
Tiene la ley consecuencias inmediatas, a pesar de que su aplicabilidad se difiere en muchos de sus aspectos. Esto quiere decir que buena parte de las previsiones de la LRSAL se aplazan en su efectividad, pero ello no entraña “bajar la guardia”, pues las obligaciones derivadas de su práctica retardada comportan que tanto Comunidades Autónomas (a quienes afecta notablemente este texto) y entes locales deban iniciar un proceso de adaptación de su cartera de servicios, organización y personal a lo dispuesto en esta norma.
Nace esta ley suavizada respecto a lo que fue en sus inicios y contiene no pocas previsiones de muy difícil o imposible materialización efectiva. Pero el problema real, directo y preciso es que engloba mandatos inmediatamente aplicables, ante los cuales ni responsables políticos locales ni funcionarios públicos podrán eludir su cumplimiento. Esto llevó a la Comisión de Alcaldes, plataforma integrada por ediles de partidos contrarios a la reforma local, a llamar a los ciudadanos a manifestarse el jueves día 12 de diciembre delante de sus ayuntamientos contra una norma que consideran "privatizadora y recentralizadora". En una rueda de prensa que tuvo lugar en el Ateneo de Madrid, Abel Caballero, alcalde de Vigo por el PSOE y vicepresidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), pidió a los ciudadanos que se sumen a las protestas para tumbar una ley que "tiñe de luto los municipios españoles".
Previamente, el Consejo General del Trabajo Social (CGTS) denunció a principios de julio de 2013 que el Gobierno había orquestado una campaña para sustituir la red pública de servicios sociales por ayudas puntuales a través de servicios concertados. “Mientras desmantelan el sistema público, dan pasos hacia la beneficencia. Los programas puntuales son parches que ni van a la raíz del problema ni lo abordan en su integridad”, indicaba la presidenta del CGTS, Ana Lima. Además, explicaba, “estos planes tan pronto como se crean, se pueden anular, no son garantía de nada”. El Consejo alertó de la gravedad de la situación, porque supone un cambio de paradigma. “Los y las trabajadoras sociales rechazamos que sea la caridad la que prime sobre los derechos sociales, porque eso va en contra del principio de justicia social”, denunciaba Lima.
La denuncia de la LRSA por los Profesionales de los Servicios Sociales evidencia el atentado cometido por el Gobierno contra el Sistema Público de SS SS. En particular, su Manifiesto se refiere a lo que se ha convertido en el artículo ocho que modifica el artículo 25 de la vigente Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases de Régimen Local sobre competencias de los ayuntamientos, y específicamente de los Servicios Sociales. La nueva Ley genera incertidumbre y preocupación entre los/as profesionales cuando señala que la única competencia propia de los Ayuntamientos en este ámbito será, “la evaluación e información de situaciones de necesidad y la atención inmediata a personas en situación o riesgo de exclusión social”.
A tenor de este redactado, conviene señalar –afirman los profesionales-, que no se menciona el Sistema de Servicios Sociales como una competencia propia de las corporaciones locales; ignorando la nueva Ley, como se ha configurado este sistema en los últimos treinta años en España, plenamente asentado y que ha adquirido identidad suficiente para ser reconocido como un instrumento fundamental de nuestro Estado del Bienestar.
En estas últimas décadas, aclara el reiterado Manifiesto que los Servicios Sociales se han organizado atendiendo a su nivel de especialización; distinguiéndose la Atención Primaria, de competencia local, y la Atención Especializada, de competencia autonómica. Los primeros constituyen la estructura básica del sistema público de SS.SS., siendo su finalidad conseguir unas mejores condiciones de vida de la población mediante una atención integral y polivalente. Los segundos deben entenderse como aquellos que requieren el desarrollo de una atención específica (nivel secundario) a usuarios/as con circunstancias especiales. Y los Servicios Sociales Comunitarios o Generales, de competencia municipal, son la estructura de gestión pública más cercana que tiene la ciudadanía para garantizar el acceso a sus derechos sociales; son la parte más representativa del conjunto de políticas sociales en el ámbito local. Conocida es la trayectoria de la administración local española en el desarrollo de servicios y programas que garanticen la cobertura de las necesidades sociales más prioritarias de su ciudadanía.
Al componer las corporaciones locales la Administración más cercana a la gente, no se entiende porqué el Gobierno de Mariano Rajoy se ha empeñado en sacar adelante una Ley de Reforma Local con la que se despoja a los consistorios de gran parte de las competencias que han permitido la construcción de un país de derechos y libertades al que nos terminamos acostumbrando. Con la LRSA se han disparado todas las alarmas, una serie de emisiones y descargas que, cargado de razón, entiende el Manifiesto refrendado por los profesionales que debe censurarse “el intento de dibujar un Estado Asistencial basado en la Beneficencia y no de derechos sociales; un Estado en el que los derechos sociales de ciudadanía quedan desdibujados, por la imposición de políticas públicas alejadas del ciudadano/a”. Con el nuevo esbozo, “la participación ciudadana en la creación, gestión y evaluación de los servicios sociales desaparece”, persevera dicho documento, para el que “la fortaleza en la proximidad de los servicios y la mejora de la gobernanza se elimina; y deja las personas y familias en manos de unas administraciones (Diputaciones y Comunidades Autónomas) que no conocen ni su realidad ni sus necesidades; en las que no participan directamente, y a las que, como en el caso de las Diputaciones, no han votado”.
Para terminar, no podemos olvidar tampoco que la LRSA comprende un nuevo y doloroso ejemplo del empeño que tiene el Gobierno del PP en legislar contra la ciudadanía, según ha demostrado impulsando leyes como la de educación, la reforma laboral; o imponiendo severos recortes en sanidad, dependencia y pensiones. Puestos nuestros electores ante las urnas, ninguno debería perder la cuenta de cómo era este país años atrás, pues el olvido o el atolondramiento desmantela nuestras cercanías e impide mirar al futuro percibiendo que el presente se construye a través del contorno y las necesidades de la ciudadanía, y no desde la prepotencia ni con las tijeras presupuestarias en la mano. De este modo, transcurridos dos años ya podemos trazar los rasgos ideológicos que definen la acción del gobierno presidido por Mariano Rajoy. Sabemos que es muy de derechas, pero en este amplio y sutil espacio habitan visiones políticas marcadas por un gobierno que es cada vez más reaccionario. Su influencia se deja sentir intensamente en el brusco cambio de modelo político y social que se está forzando. El ambiente consensual del presente régimen implica neoliberalismo reaccionario y protección de la oligarquía económica. Con sus medidas y recortes en materias tan sensibles como la sanidad o la educación, el gobierno de Rajoy está acabando con el precario Estado de bienestar que nuestro país a duras penas mantenía. Tocar estas teclas desarbola el tejido social subyacente. Han entrado como elefantes en una cacharrería, y por mucha crisis que se aluda no hay nada que disguste más a un conservador que esta forma de actuar, como advierte Víctor Alonso Rocafort.
Juan Andrés Buedo