Editorial de UPyD (Ver aquí)

Nos van a contar que todo esto sucede gracias a la acción del Gobierno, a su gran coraje al llevar a cabo reformas y tomar decisiones difíciles y que les han costado votos. La reforma laboral, los recortes en sanidad, educación, dependencia, I+D+i... todo ha sido una muestra heroica de responsabilidad.
Nos van a contar que la sociedad española ha hecho un gran esfuerzo del que pronto se verán los frutos. Han aceptado unos sueldos más bajos, unos servicios de peor calidad, la extinción de los subsidios a los parados de larga duración, la precarización del trabajo y hasta las estafas como el caso de las preferentes. Han aguantado lo que parecía imposible. Y ha sido para bien.
Todo esto nos lo van a contar de ahora en adelante hasta que vuelva a estallar una burbuja, hasta que vuelvan a quebrar los bancos o hasta que un nuevo y desconocidoshock nos recuerde que la economía española tiene la solidez de un castillo de naipes. Puede ocurrir mañana, dentro de un año o dentro de diez, pero cuando suceda serán de nuevo los ciudadanos los que cargarán con el peso de los errores de otros, los que volverán a ser exprimidos para tapar los agujeros que son de su responsabilidad y los que no lo son. Con la diferencia de que entonces serán mucho más pobres que al comienzo de esta crisis que algunos insisten en llamar económica.
Con todo, lo verdaderamente importante es lo que no nos van a contar, lo que no está en el relato de fantasía pero se puede leer entre líneas. Habrá un mensaje de resignación, incluso de alegría ante la suerte que hemos tenido. Esto nos pasó porque quisimos más de lo que podíamos ambicionar. Queríamos un Estado del bienestar, con lo caro que es. Queríamos pensiones para pasar una vejez tranquila. Queríamos sanidad y educación públicas para que todos tuvieran las mismas oportunidades, para que las diferencias económicas y sociales entre dos españoles nacidos el mismo día no marcaran de forma inexorable su suerte como adultos. Era demasiado.
Hoy lo explica el físico Antonio Ruiz de Elvira: en muchos lugares a lo largo de la historia se predicaba la pobreza como forma de control social. Habrá que aceptar lo que hay, nos sugerirán. Tendremos un país más productivo, volverá el crecimiento del PIB, incluso bajará el paro. A cambio, los jóvenes no podrán ni imaginar cuándo conseguirán un trabajo estable, los ancianos cobrarán pensiones irrisorias, los servicios públicos serán desmantelados paulatinamente.
Frente a lo que nos van a contar - a lo que ya nos están contando - habrá que responder con claridad y con hechos: el Gobierno no ha trabajado para mejorar las bases de nuestra economía ni para solucionar la crisis política - que sigue intacta -, sino para salir del paso; es Europa, a la que se culpa de todos los males, la que ha estabilizado la prima de riesgo y nos ha ayudado a evitar el colapso bancario; y nada de lo que se ha hecho ha sido para bien: la desigualdad se ha disparado, la precariedad se ha consagrado como la norma en la vida laboral, lo que es de todos se ha deteriorado o se ha desvanecido. No, lo peor no ha pasado, sino que se acaba de sembrar.
Los ciudadanos españoles tenemos dos enemigos muy peligrosos. El primero es la resignación: aceptar nuestra suerte como inevitable y perder cualquier esperanza. El segundo es la atomización: creer que estamos solos, que lo común se ha desvanecido para siempre y que no queda otra que salvarse como se pueda. Para combatir a estos dos fantasmas sólo hay un camino: la política. El que crea que no va con él, que todos los partidos son iguales, que nada va a cambiar, que la corrupción es inevitable... El que así piense está perdido de antemano. En cambio, el que se implique encontrará que no está solo. Y podrá sustituir la angustia ante el futuro por la alegría que proporciona defender la causa justa y común.