Editorial de UPyD (Ver aquí)

Hay algo que todos los ciudadanos tienen claro: podrán ir a la consulta de su seguro privado cuando tienen una gripe o un esguince, pero si el asunto se pone serio - no digamos ya si necesitan un trasplante - acudirán a la sanidad pública. No en vanonuestro sistema de salud está reconocido como uno de los más eficientes del mundo por los organismos internacionales. A pesar de los recortes, en el último informe de la OCDE todavía ocupábamos un puesto de privilegio en el ránking mundial. Peor está la situación en I+D+i. Después de décadas para alcanzar inversiones parecidas a las de los países ricos, ahora se está tirando por la borda todo ese trabajo.
Esto quiere decir algo que siempre conviene recordar: en las últimas décadas se han hecho algunas cosas bien en nuestro país. El bienestar y la igualdad de los ciudadanos se incrementó en comparación con el final del franquismo gracias a diferentes factores, entre ellos decisiones políticas tomadas por gobernantes y representantes de los principales partidos, en especial de PSOE y PP. Nuestro país prosperó y millones de ciudadanos vieron reconocidos derechos que antes no tenían o que se concedían de forma retórica. Es la cara positiva del bipartidismo.
Pero mientras esto sucedía, se larvaban los graves problemas que ahora padecemos. Los partidos se acomodaron a un modelo de Estado ineficiente y tejieron unas redes de intereses que divergían cada vez más del interés general. Aunque siempre hubo pruebas de la gravedad de la cuestión, la crisis que estalló en 2007 dejó en evidencia que las prioridades del bipartidismo no eran las de los ciudadanos. Los programas electorales seguían centrándose en los problemas que preocupaban a la opinión pública, pero los hechos terminaban por convertirlos en papel mojado. Se comenzó a recortar en servicios básicos, en pagas a funcionarios, en pensiones. Se practicó una reforma laboral para bajar los salarios. Y mientras tanto se dejaba intacto el grueso del despilfarro partidista, los entes superfluos, el modelo de Estado ineficiente, los más de 8.000 municipios...
A lo público le pasa lo mismo que a lo privado: que unas veces funciona bien y otras veces funciona mal. Sin embargo, el criterio que usan populares y socialistas para meter la tijera es el opuesto al que dicta la lógica del buen gobierno: se potencian las ineficientes diputaciones y se recorta en ciencia e investigación. Por asombroso que suene, el bipartidismo está trabajando en el deterioro de su mejor legado. Las noticias del récord de transplantes y de la posición de nuestro sistema de salud en relación con otros nos recuerdan que todavía queda mucho por conservar. Y que para hacerlo tendremos que reformar aquello que Gobierno y PSOE consideran intocable: el modelo de Estado al que están adheridos hasta el punto de parecer uno y lo mismo.