
En general, los españoles entendieron que el reparto del CGPJ, la elección de sus miembros por un sistema de cuotas pactado entre el bipartidismo y sus satélites, esuna de las ofensas más graves a la democracia española, por más que haya sido la norma en los últimos 35 años. La evidencia de que la corrupción tiene raíces profundas y que no se puede reducir a unas pocas manzanas podridas ha hecho que los españoles presten más atención a algo que UPyD lleva denunciando desde que nació: que en nuestro país la separación de poderes es más retórica que real. Precisamente se da la circunstancia de que el CGPJ nombrará en breve nuevos miembros del Tribunal Supremo. ¿Es abusivo suponer que el hecho de haber sido elegidos por un órgano politizado influirá en la decisión del Supremo acerca del modo en que se elige a los miembros de dicho órgano? No lo parece.
Sin embargo, los ciudadanos no podemos permitirnos perder la esperanza. La vía institucional es la única que puede cambiar las cosas de verdad. Se trata de dar la batalla sin descanso en el Parlamento y de acudir a los tribunales cuando existan razones para ello. Dado que no se puede confiar en una fiscalía a las órdenes del ministro de Justicia, se impone tomar cartas judiciales en los asuntos clave para el país. Igual que UPyD denunció a Bankia por la salida a bolsa, o a distintos bancos por las emisiones de preferentes; igual que ha impugnado el nombramiento de los miembros del Consejo de Seguridad Nuclear o al Consejo de Administración de Caja Segovia... del mismo modo recurre la composición del CGPJ. Mientras, los fiscales juegan el papel de abogados defensores del bipartidismo y sus amigos.
La situación es cada vez peor. Aunque los males políticos del país son de sobra conocidos y su debate ya no puede soslayarse, el Gobierno de la nación - junto con los gobiernos regionales y locales - están tratando de afianzar los hierros que sostienen sus chiringuitos. En realidad, nada nuevo. No es la primera vez que un gobierno presiona para que se destituya al director de un diario crítico con el poder. También hemos visto en el pasado cómo partidos políticos castigados por el terrorismo comenzaban a atacar a las víctimas cuando éstas se conviertían en un obstáculo para el logro de sus objetivos. Pero la acumulación de indicios, el hecho de que haya caído el velo de muchos abusos transmite una inequívoca impresión de fin de ciclo.
El bipartidismo no se va a rendir, pero puede ser derrotado. Y lo será por la vía democrática cuando los ciudadanos decidan que ya está bien. Pero para que esto suceda no basta con que estén furiosos o indignados: necesitan ver ante ellos una alternativa creíble. Ésta ya existe y se llama UPyD, un partido transversal, progresista y laico que todos los días demuestra con sus actos que la vía institucional es la correcta. Está bien que la sociedad civil también se mueva: tienen un papel fundamental que jugar. Pero será desde la política democrática desde donde vendrá el cambio definitivo. Esto lo saben bien en Génova y Ferraz, y harán lo que sea necesario para que UPyD se convierta en invisible. Cabe preguntarse si los medios que presumen de ser molestos para el establishment son conscientes de esto.
Justicia, medios de comunicación, poder económico y empresarial... Tal y como explica hoy la diputada Irene Lozano, se trata de arrancar la mala hierba, la que el duopolio y sus amigos han cuidado con tanto esmero. Se oyen los crujidos del bipartidismo, pero quizás sean los momentos más peligrosos, aquellos en los que pierda la vergüenza y se juegue el todo por el todo. Es el momento de perseverar.