Como todos sabéis, este domingo 3 nos hemos citado en la vieja plaza de toros de Vistalegre, en Carabanchel. Estas líneas son un pequeño comentario sobre una iniciativa que al principio –cuando se la sugerí a Rosa que la pilló al vuelo- casi todos consideraron un desvarío… hasta que fueron entrando en el sentido y fondo del asunto. ¿Y cuál es este sentido? Muy sencillo: un desafío. No me refiero al más superficial de sus aspectos, que será el de si conseguimos o no llenar el enorme aforo de la plaza (en torno a 15.000 personas, y algunos toros y mulas cuando hay corrida). Aun siendo importante, este es el desafío menor (no dejéis aquí la lectura considerando que he perdido el juicio). Tampoco se trata de si los medios de comunicación, cuya actitud respecto a UPyD sigue oscilando entre la hostilidad, la indiferencia y la displicencia, nos tratarán esta vez como a un partido “de los grandes”, de los que cuentan en la carrera electoral, pueden tener poder y por tanto interesan a los empresarios de comunicación como posibles socios o rivales. Seguro que esta vez van más cámaras y periodistas que nunca antes a un acto nuestro, siquiera para certificar el batacazo si Vistalegre tuviera una triste entrada o para guardar imágenes y testimonios del inesperado éxito si este se produce e intenta entonces al dueño del medio subirse al carro del triunfo ajeno. Ni siquiera es lo más importante el otro aspecto notorio de este desafío: si un pequeño y joven partido maltratado por los medios de comunicación consigue llenar Vistalegre, triunfando allí donde el PSOE no se atreve, renunciando a sus baños de masas de arranque de campaña, espectáculo embriagador al que ahora renuncia por miedo a que se congregue también una multitud, sí, pero para silbar, abuchear y protestar a Zapatero por la desastrosa política de sus gobiernos en casi todos los terrenos. Un éxito de comunicación de UPyD en el sitio y fecha en que solía disfrutarlo el PSOE haría mucho más verosímil la posibilidad, cierta, de que pronto UPyD sea el tercer partido nacional, pisándole los talones al declinante socialista.
Y si no importa demasiado si llenamos o no la plaza, ni si los media informan o no, y tampoco si competimos ventajosamente con el PSOE, ¿en qué consiste entonces el desafío de Vistalegre, se dirán algunos? Pues en que es una invitación a restaurar la grandeza y nobleza de la política, diría yo. Es verdad que UPyD es sólo un partido y que la política no le pertenece ni es cosa exclusiva nuestra esa restauración –sería grotescamente pretencioso pensar tal cosa-, pero si alguna institución tiene responsabilidad en la restauración de la política es precisamente un partido político porque han sido otros partidos políticos los principales responsables del triste estado actual de la política democrática, de su degradación, corrupción y pésima fama.
¿Y qué es restaurar la política democrática (y hacerlo en Vistalegre)? Llevarla al lugar originario de donde la secuestró la mala política, es decir, a la plaza pública, al ágora de la ciudad donde los ciudadanos discutían libremente de sus asuntos comunes según una Constitución. Vistalegre es una versión actualizada de ese ágora imposible en nuestras grandes ciudades, y por supuesto un ágora a escala de partido: para quien quiera ir, y por tanto sin invadir el espacio público que por definición es de todos. Por eso asistir a Vistalegre es una invitación a la política en su estado original: va quien quiere y porque le interesa, sean muchos o pocos (reservamos para muchos confiando en que la regeneración de la política tiene mucha demanda). Y es más, le pedimos al que vaya un donativo voluntario para ayudar a pagar la factura. Porque otro rasgo originario de la política democrática, basada en la actividad de ciudadanos libres y autónomos, es la conciencia de que son los ciudadanos quienes se pagan de su bolsillo la representación de sus intereses, y por eso mismo tienen un derecho reforzado a controlar a sus representantes y asegurarse de que hacen su trabajo como deben. Los otros partidos ocultan esta verdad simple –que todos pagamos sus actos porque no hay nada gratis en esta vida- ofreciendo mítines gratuitos, carísimos y espectaculares… que los ciudadanos también pagamos sin que nos consulten, porque en última instancia el dinero para pagar ese mitin es dinero público transferido a los partidos sin la transparencia y el control necesarios para que sea legítima esta forma de financiarse.
Ese es el desafío de Vistalagre: ¿hay en España suficientes ciudadanos comprometidos a la regeneración de la política democrática como para celebrar un acto así? ¿Ciudadanos dispuestos a pagar libremente para que se celebre, en vez de cobrar por asistir o pagar sin enterarse? ¿Personas interesadas en oír discursos políticos sin compromiso previo de votarlos ciegamente? Eso es Vistalegre, esa es la idea: es un desafío.