César Rodríguez (Publicado en DESDE EL OCULUS, aquí)
No hay nada como dejar de ir de bote en bote, parar un instante para reflexionar y ser consciente de la realidad que nos rodea. Ser crítico con lo tuyo, con lo más cercano. En esas estoy desde hace algún tiempo.
Existe en nuestro país una necesidad muy extendida que consiste en la obligatoriedad de catalogar, encuadrar, tildar, encasillar y calificar, todo aquello que surge como novedoso y que poco a poco va demostrando su consolidación. Se trata de uno de esos signos de identidad que nos define y que nos convierte en un pueblo tendente a lo obsesivo.
Durante los pasados días 20, 21 y 22 de noviembre tuvo lugar en Madrid uno de esos actos de consolidación, la celebración del I Congreso Nacional de Unión, Progreso y Democracia, el partido político liderado por Rosa Díez, que hace tiempo dejo de ser algo novedoso.
Ese acto, para alegría de muchos, ha significado el paso del Rubicón de lo posible en la política de este país, al atisbar que hay vida fuera del bipartidismo obligatorio.
Un bipartidismo que, tras su fracaso en silenciar la intentona, ha montado en cólera y una vez comprobado el carácter de permanencia del aún pequeño partido político se ha dedicado a calificar, tildar, y encasillar al mismo como “sociata”, “rojo” “pepero”o “facha”, según venga el viento, en un incesante juego de piñata con demasiados giros, pienso yo.
Esto, en si mismo, indica el éxito de lo conseguido por parte de UPyD.
Más allá de las puntuales diferencias de matiz que alguien quiera ver en las líneas maestras surgidas de dicho Congreso, lo cierto es que simplemente la denuncia sistemática de los diferentes eriales que cubren nuestro panorama político, herencia de la infinita incoherencia que los dos partidos mayoritarios han impuesto en muchos casos sobre una larga lista de temas de interés general, convierten a Unión, Progreso y Democracia en aire necesario para España.
Cuando prevalece la intención de sustituir ese lastre nacional por excelencia que ha sido históricamente la imposición permanente de dogmas, de uno u otro signo, a modo de enorme panteón de falsos dioses, por uno solo, el de la lógica, es evidente que hablamos de abrir ventanas y permitir que el aire fresco inunde nuestra estancia.
Un ejemplo revelador es la propuesta de respaldo a la política penitenciaria del gobierno español realizada el pasado jueves por el parlamentario de UPyD en la Cámara de Vitoria, Gorka Maneiro, propuesta que ha salido adelante con el apoyo de PSOE y PP. Ejemplo que se enmarca en el cambio histórico que se está produciendo actualmente en el País Vasco y que debiera ser espejo a nivel nacional.
Esa necesidad de imponer la lógica en todo lo referente a la “cosa pública” es un deseo de la inmensa mayoría de ciudadanos de este país, hartos de las luchas cainitas de los dos partidos mayoritarios y que lleva a considerar la democracia como una mera confrontación electoral cada cuatro años, luchas que proyectan peligrosamente al resto de la sociedad. Y esta si que es una inmensa mayoría, lo que ocurre, como en el caso del gobierno catalán, es que hasta ahora en España se ha impuesto el lema “Nunca unos pocos controlaron tanto”.
En fin, la lógica indica precisamente que hay que ventilar periódicamente. Ya es hora de despertar del letargo.